Pasaron los días de Navidad con los regalos que usualmente nos llegan por estos días, y pareciera que a muchos colombianos que les encanta la política, el papá Noel les trajo uno muy especial con el que ya empezamos a jugar en muchas partes del país: la nueva ley del año 2015, que hace más flexible la revocatoria del mandato de alcaldes y gobernadores. Ya no se necesita el 40% sino el 30% de firmas, y la votación es más fácil.
Total, ahora si es posible la revocatoria del mandato de un alcalde o gobernador. Sabemos que desde la aprobación de la constitución del 91 ello no era posible porque el procedimiento y las exigencias eran muy altas. Este 2017, empezó con recolección de firmas para revocarle el mandato a Peñalosa, a los alcaldes de Bucaramanga, Neiva, Pereira, Cúcuta, y también se recogen firmas para revocarle al gobernador del Quindío.
Un año es muy poco tiempo para que un gobernador o un alcalde alcancen a mostrar gestión, obras y logros, y más aún cuando en muchas partes es común que los mandatarios reciben entidades en total desorganización, con recursos comprometidos y peor aún, sin ellos, y en ocasiones en un desorden monumental.
La alcaldía de Cúcuta es un ejemplo de ello. Por ello, en ese juego peligroso, cuando apenas a un año de iniciado un mandato, cuando hasta ahora un alcalde o un gobernador apenas está arreglando la casa, y ya le empiezan a recoger firmas para sacarlo de su ejercicio, es un despropósito que permite la ley. Nos movemos de un extremo a otro.
Antes la ley era muy rígida y hacía imposible la revocatoria de un mandatario local; ahora pasamos al otro extremo, se flexibilizó, y entonces el año 2017, será el año de las revocatorias, como si el país no tuviera otros temas y problemas de que ocuparse.
Y es que los móviles que animan una revocatoria en ocasiones no son los más nobles ni democráticos. Por ejemplo, que Petro esté en este momento recogiendo firmas para revocarle a Peñalosa su mandato en Bogotá, después de que su administración alcanzó niveles catastróficos en movilidad, seguridad y pavimentación de vías; una ciudad capital que por solo poner un ejemplo, sus problemas de movilidad se acercan al colapso ya que le significan al país la pérdida del 2% del PIB, por decir lo menos, la iniciativa de revocatoria es un acto inmoral de Petro. Para que un ex alcalde inicie la recolección de firmas para revocar a su sucesor, en lo más mínimo, debió haber hecho en sus cuatro años una administración pulcra y aceptable, y eso no sucedió en los cuatro años anteriores ni con Petro ni con el de acá. Por eso, ahí comienzan mal las revocatorias.
Las revocatorias se convirtieron en un juego peligroso porque además se prestan para muchos intereses políticos inocultables. Petro quiere ser presidente de la República, el exalcalde de Cúcuta quiere llegar al Senado; en Bucaramanga, quien está detrás es German Vargas, aunque en la capital santandereana incluso sí hay una razón de peso: el actual alcalde ha entrado en una confrontación política crítica con sus antecesores, y en ese afán ha llegado a afirmar algo grave, que afecta a Bucaramanga, al afirmar que la ciudad está al borde de la quiebra, cosa que no es cierta. Pues bien, así empezó el 2017, y si después de que se perdió el plebisicito en Colombia el expresidente Mujica de Uruguay llegó a decir que eramos esquizofrénicos, pues ahora esa esquizofrenia tendrá niveles más preocupantes, medio país revocando al otro. De maravilla.