Sorprende la reacción del expresidente Uribe, frente a la carta conciliadora que el presidente Juan Manuel Santos, le envió con el propósito de buscar su acercamiento a la paz que el Gobierno ha pactado con la guerrilla de las Farc.
Que Santos haya tenido ese detalle con su principal opositor, es un gesto que, viniendo del Primer Magistrado de la Nación, demuestra no solo un gran esfuerzo por superar un largo enfrentamiento con Uribe, sino una actitud de suma nobleza con quien se ha venido oponiendo con todos los medios a su alcance, a la terminación de la guerra.
La invitación que le hace es a que trabajen juntos por la consecución de la paz nacional, sin perder su independencia crítica, como ya antes lo hicieron cuando entre ambos consolidaron la llamada “seguridad democrática”, que permitió los contundentes y reiterados éxitos contra la guerrilla. “Lo que he hecho, en mi Gobierno, es retomar las conversaciones discretas que ambos tomamos antes para avanzar en una solución negociada que pusiera fin al conflicto”.
Con tales palabras, el presidente desvirtúa el mito de que con los acuerdos de paz, el Estado está siendo entregado a la guerrilla, tratando de demostrarle a Uribe que ambos han estado buscando la misma paz y que él, en ningún momento, ha permitido claudicar frente al terrorismo, sino sacudirse de una larga y terrible historia, que solo ha permitido pensar en términos de guerra.
En una corta nota, Uribe le responde al presidente Santos, que ya es muy tarde para invitarlo a participar de unos acuerdos a los que no fue invitado antes, que inútil le resulta la invitación a un diálogo, para simplemente notificarle lo ya resuelto. “Ha sido dañino para la democracia que personas con notoriedad pública distraigan a los ciudadanos en el juego entre el insulto y el elogio, entre la acusación temeraria y la declaración magnánima”.
Lo anterior lo dice Uribe, para dejar en claro que no lo convencen los términos de la carta enviada por su sucesor en la Casa de Nariño.
Por último, remata su carta de la manera siguiente: “Cuando el crimen es campeón, el perdón y la reconciliación corren el riesgo de no ser sinceros y la paz sin justicia corre el riesgo de no ser paz”. De lo anterior se deduce que no existe la menor posibilidad de que el expresidente Uribe, recobre la confianza en Juan Manuel Santos.
Debería recobrarla. Ello sería una inmensa lección de paz. La máxima lección de que se han terminado los tiempos en que resultaba imposible resolver los problemas a través del diálogo. No es común hacerlo de parte de un gobernante que tiene tanto poder, atreverse a invitar a su peor enemigo político a hacer todo lo humanamente posible para perseguir la paz a través de la reconciliación.
Si Álvaro Uribe depone los odios y resentimientos que ha venido acumulando durante varios años contra el presidente Santos, ese gesto patriótico podría contribuir a que se consolide la paz entre los colombianos. De hacerlo, la patria entera se lo agradecería.