Dinamarca es hoy en día un país desarrollado y muy rico. Pero a semejanza de las repúblicas bananeras o cafeteras de estas latitudes, comenzó a desarrollarse como un país exportador de bienes agropecuarios. “Era una república de mantequilla, dice Paul Krugman. Sostiene además que es un ejemplo que puede enseñar dos lecciones: Una esperanzadora historia de globalización y otra aún más destacada de crear una sociedad decente. (“Notes on a Butter Republic”, New York Times, Agosto 8/18). Basado en la misma fuente fue publicado en El Tiempo del viernes pasado un comentario de Manuel Guzmán-Hennessey bajo el título de “Krugman y Dinamarca” con un énfasis distinto al de esta nota, afortunadamente.
Krugman dice que en la primera ola de globalización, el siglo pasado, surgieron dos caminos alternativos que podían tomar las naciones: industrialización o desarrollo agropecuario, y que “las naciones agrícolas, aún si inicialmente se enriquecieron más rápidamente, por ejemplo, Argentina, aparentemente terminaron recibiendo la peor parte del trato. Se volvieron ‘Banana Repúblicas. Dinamarca tomó otro camino. La disponibilidad de transporte de carga moderno que ofrecía la navegación a vapor, las máquinas descremadoras industriales, y la importación de forrajes provenientes de Estados Unidos hicieron posible que se convirtiera en un importante exportador mundial de mantequilla y carne de cerdo, lo que dio lugar a una gran prosperidad. Según Krugman, lo interesante de este resultado fue que las exportaciones tenían un contenido muy alto de valor agregado. Se potencializó la ventaja comparativa para exportar importando insumos más baratos.
En lugar de que estos desarrollos los explotaran grandes corporaciones internacionales y terratenientes locales, las que lo hicieron fueron las cooperativas agrícolas (posiblemente, la tierra estaba bien distribuida). “En el mundo de hoy, Dinamarca logra conservarse abierta al comercio internacional, con niveles muy bajos de desigualdad, antes y después de redistribución. La globalización no necesariamente está en conflicto con la justicia social”, dice Krugman. En ese país los impuestos son 46% del PIB. La salud, la educación, la seguridad social, la garantía de empleo y el bienestar corren por cuenta de un estado que de acuerdo con las doctrinas de derecha debería sufrir por un alto desempleo y poco crecimiento. Pero, la economía danesa demuestra lo contrario. Lo que Krugman le critica a la política económica de Dinamarca es haber pegado su moneda al Euro, lo que le resta competitividad. ¿Buena microeconomía, cuestionable macroeconomía?
En Colombia nos ha sucedido más o menos lo contrario: la macro ha sido aceptable, pero la micro muy cuestionable. La situación de infraestructura del país, su seguridad social, el atraso industrial, el bajo crecimiento, la falta de una política agropecuaria coherente, la ineficiencia de los sistemas de salud y educación, el énfasis explotador de la gestión pública, la corrupción y la pésima distribución del ingreso son evidencia suficiente para que se emprenda la tarea de concebir y poner a andar instituciones y un estado que funcionen.