Invitar al pueblo colombiano a tomar una postura de resistencia civil, contra el acuerdo final de paz que está a punto de firmarse entre el Gobierno Nacional y las Farc, es una absurda y guerrerista solicitud del expresidente Álvaro Uribe, que lo único que demuestra es su odio enfermizo, contra el actual mandatario de la nación, Juan Manuel Santos.
“Invito a los ciudadanos que estamos con estas preocupaciones, sobre el entreguista manejo que el Gobierno le ha venido dando a la guerrilla, a que actuemos con decidida firmeza en los próximos días, sobre la manera como habremos de resistir civilmente esto”, dijo el expresidente, en entrevista concedida, por televisión, a RCN.
Con esa clase de expresiones, Uribe está invitando a incendiar el país. A prenderle fuego a la sed de sangre que ha venido incubando en el estado de ánimo, de quienes lo siguen a ciegas, en sus acciones y propósitos, de impedir que, por fin, alcancemos la reconciliación nacional.
¿Qué puede pensar un humilde hombre del campo, para quien la voz del expresidente es la biblia, cuando le oye decir, cerca de por medio, a otro campesino vecino suyo, que cree y sueña en los beneficios que traerá el proceso de paz? Lo más probable es que desenfunde el machete y ataque alevemente, a quien considera un enemigo del credo uribista, dando lugar con esta agresión, al comienzo de una nueva tragedia, que nos conduzca nuevamente a la guerra, por cuenta de la iracundia desenfrenada del director del Centro Democrático, contra el primer magistrado de la Nación.
Cómo puede ser posible, que quien ha disfrutado de todos los beneficios del poder, de todos los honores que éste trae consigo, obre con tal demencia irreflexiva, solo porque no se resigna, a perder la silla presidencial, hoy en cabeza de quien concita sus peores odios y resentimientos, el presidente Juan Manuel Santos.
Llamar a la resistencia civil, contra un Gobierno que le ha brindado todas las garantías institucionales, que le ha permitido todas sus difamaciones, todas sus calumnias y toda su altanería, contra el jefe del Gobierno, que le brindo todos los espacios democráticos, para llegar al Senado de la Republica y ser el director de un movimiento político, sin ninguna clase de restricciones para el libre ejercicio ideológico, es por lo menos, un despropósito. La resistencia civil, solo puede caber cuando se trata de un Gobierno ilegítimo, de una dictadura que atropella los derechos constitucionales y utiliza violencia contra quienes representan legítimamente a la oposición.
Pero invitar a la resistencia civil contra una paz que está a punto de firmarse, es algo que no tiene antecedentes en ningún país democrático. Ningún jefe político, con mediana dosis de sensatez, le ha solicitado al pueblo al que pertenece que se resista a la paz y mantenga sistemáticamente una continua presión a favor de la guerra. Los deseos de toda la humanidad consisten en encontrar un estado ideal, donde la plena tranquilidad constituya su máxima aspiración.
Con su actitud, Uribe, se convierte en el peor enemigo de la paz.