Esta semana presenciamos el abuso de la guardia indígena en la Plaza de Bolívar, con palos y en formación militar, exigiendo a las autoridades y presionando la aprobación de las reformas del gobierno. Fueron muchas las críticas, pero, por supuesto, el presidente Petro salió a defenderlos; no en vano en el plan de desarrollo fue incluido el artículo 316, donde se afirma que todo lo concertado en los acuerdos con las comunidades indígenas queda como parte de la ley. Esto es alarmante, puesto que son más de 500 acuerdos que no se conocen, entre ellos, la financiación de la guardia indígena.
El país no se ha despertado frente a la estrategia real del presidente Petro: La milicialización, entendida como el poder del ejercicio de la violencia, antes que de las armas. Es otorgar una tipicidad y formalidad militar a una fuerza social, partido, comunidad o un colectivo humano, dándole un espíritu de cuerpo que lo saca de lo que podíamos denominar la actividad civil como tal.
Han sido varias las experiencias de milicialización a nivel global; Hitler (camisas pardas), Mussolini (camisas negras) y el bolchevismo en donde convirtieron en fuerza armada y miliciana, con toda la tipología militar, al partido político comunista y terminaron adueñándose de la política rusa. En la historia reciente podemos referirnos a Chávez y Maduro. El mundo ha pagado un precio muy alto por las atrocidades que se cometieron en estos regímenes.
¿Qué pasa en una comunidad cuando un grupo de personas se arman? El primer efecto de las milicias es que quien posee el arma se impone ante su vecino, ante su comunidad; se convierten en verdaderas dictaduras territoriales.
Cuando uno ve las dinámicas de la violencia y las guerras en Colombia, se llega a la conclusión de que todo pasa por ejercer el control territorial porque el que lo hace, maneja todo; el narcotráfico de la zona, la minería ilegal, la extorsión, la tala ilegal de bosques, el secuestro, el reclutamiento, la contratación, entre otros
¿Cómo se ha dado este desarrollo en Colombia? Con la caída del muro de Berlín en el 89, todas las guerrillas que basaban su planteamiento en la ideología marxista se quedaron sin argumento, que además no era de fondo. Este hecho coincide con el auge del narcotráfico de coca en Colombia. Esto no quiere decir que no existiera, pero el narcotráfico no nace con los cultivos de coca en el país, sino en Perú y Bolivia. El narco colombiano importaba la pasta y la procesaba en sus laboratorios. Fue a finales de los 80 y principios de los 90 que comienza el cultivo acá y se masifica. Esto es importante entenderlo, puesto que cuando se extiende el negocio, comienza a adquirir una base social.
Paralelo a esto, las FARC, que sostenían un discurso marxista como fachada, comenzaron a ser parte del negocio, protegiendo los cultivos y los laboratorios, enfrentando al ejército y a la fuerza pública que los perseguía. La estrategia de estos grupos para enfrentar al Estado fue poner a la guerrilla al servicio del narcotráfico y así se dio el gran crecimiento de las FARC, logrando un ejército de 20 mil hombres y su llegada al Caguán.
Con el desarrollo del Plan Colombia y la elección del expresidente Uribe, el Estado recupera la iniciativa estratégica y gracias a los avances en tecnología y en aviación, lograron derrotar este esquema. Es así como la fuerza pública empieza a bombardearles las grandes unidades y los obliga a dispersarse nuevamente.
Cuando estos criminales se dan cuenta que militarmente no son capaces de enfrentar a la fuerza pública, por la superioridad tecnológica, logística y operativa migran hacia la milicialización. Es decir ya no son ellos los que sacan la fuerza guerrillera regular que es bombardeable, sino que exponen a la población organizada, que por temas de derechos humanos, frenan la capacidad de uso de la fuerza del ejército y prácticamente logran paralizar la operatividad en relación con el narcotráfico.
Continuará…