En Colombia está prohibida cualquier tipo de retribución por donar sangre, no se permite rifas, alimentos, ni publicidad. Si bien es entendible la preocupación por evitar incentivos perversos, como es el caso de los órganos, Colombia se destaca como uno de los países más restrictivos del mundo en cuanto a restricciones para donación de sangre. A pesar de nuestras altas tasas de violencia y accidentalidad vial, no hay medidas efectivas para combatir el déficit estructural de oferta de sangre del país. Mientras tanto, EE. UU. se ha convertido en el líder global de venta de productos sanguíneos, generando US$37.000 millones, con lo cual supera sus exportaciones de carbón y oro. Colombia debería permitir compensaciones económicas por las donaciones de sangre, no solo para cubrir su déficit interno, sino también para exportar a otros países.
Según la revista The Economist, el 80% del plasma global proviene de solo cinco países: EE. UU., Austria, la Republica Checa, Alemania y Hungría, en donde los debates filosóficos sobre la posibilidad de pagar por donaciones de sangre se resolvieron rápidamente. La extracción es un proceso sencillo: se separa el plasma y se devuelve el resto al cuerpo, sin causar daño, ya que el organismo repone naturalmente el impacto de la transfusión. Según centros de CSL Plasma, un donante en EE. UU. puede recibir ingresos mensuales de entre dos y cuatro millones de pesos, en España la cifra es cercana a 1.3 millones de pesos. Claramente, el incentivo económico motiva la gente a donar.
La Ley 919 de 2004 impuso sanciones penales por la remuneración en donaciones de sangre, a pesar de que varios decretos y resoluciones ya reglamentaban el tema. Esta legislación se motivó por la complejidad ética de que alguien, por necesidad económica, pudiera ofrecer parte de su cuerpo, como órganos, que le causaran daño permanente, Además, fue influenciada por cadenas de correos de historias macabras de robo de órganos. Sin embargo, es difícil entender por qué se incluyó la sangre en estas restricciones. Ofrecer dádivas por una donación de sangre puede conllevar de tres a seis años de cárcel. No es un buen uso de la policía ni del aparato judicial estar tratando de meter a un médico preso por regalar una camiseta a un donante.
Actualmente, Colombia produce menos de un millón de “pintas” (unidades de 450 ml) de sangre, mientras requiere 1´450.000 basado en su población. Y eso que este monto está basado en la dificultad de conseguir plasma para diferentes terapias, si existiera suficiente disponibilidad, probablemente su uso médico aumentaría. En el caso de que se permitiera aumentar la producción de sangre en el país, sería razonable obligar a satisfacer la necesidad nacional antes que exportar. Durante el Covid-19, se disparó la demanda de sangre y la imposibilidad de donar colapsó los inventarios globales. Fue tan grave, que Italia y Francia anunciaron racionamientos.
Es muy fácil ser más papista que el papa y oponerse a todo. La oportunidad de tener más insumos médicos para abaratar costos y dar mayor flexibilidad a los médicos tiene sentido. También existe una gran oportunidad económica para muchos ciudadanos. Puede que sea hora de acabar la hipocresía en sangre, le podemos competir a EE. UU. y Alemania, por lo menos en esto.
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