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Gobernar para el ciudadano o pulso de poderes
El autoritarismo es uno de las peores actitudes para gobernar.
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Domingo, 3 de Mayo de 2020

La capacidad de un gobernante se aprecia mejor en las épocas de crisis. La serenidad, la templanza, el carácter ilustrado son presupuestos esenciales para conducir al país con seguridad durante una emergencia y proyectar su futuro con optimismo.

Lo que necesita el gobierno es concertar los pasos a seguir con los empresarios, los trabajadores, las autoridades de todos los niveles, y actuar con base en una información adecuada y unos planes sopesados. Lo que menos ayuda a superar las dificultades que conllevan las crisis es el estilo de las confrontaciones, los caprichos autoritarios y la discusión estridente por los medios de comunicación.

La alcaldesa de Bogotá está actuando con inmadurez en el momento más difícil que ha vivido Bogotá en casi toda su historia. A nadie ayuda si ella pretende tener más poder que el Presidente de la República, o si sus actos gustan más a esas mayorías volubles que se expresan en las encuestas. El ciudadano espera soluciones prontas tanto a los riesgos de la salud como a su supervivencia económica. Es muy difícil asegurar que lo uno es más importante que lo otro.

El autoritarismo es uno de las peores actitudes para gobernar. En la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados sorprendieron a Alemania con la invasión por Normandía, los asustados generales no fueron capaces de despertar a Hitler para enterarlo de la situación y pedirle que dictara las órdenes pertinentes para contrarrestar el ataque. Se perdieron horas preciosas y, a la postre, consolidada la invasión, Alemania perdió la guerra.

La alcaldesa de Bogotá es autoritaria y poco experimentada para gobernar: la improvisación de sus decisiones; la descoordinación de sus acciones; los retrasos en las ayudas ciudadanas demuestran que ella es más impulsiva que estratega, y pesa más en sus actuaciones el mal carácter que el buen juicio. 

Contradecir las decisiones del alto gobierno nacional para imponer un criterio individual es la consecuencia de su personalidad intransigente a la que le tenían miedo los electores bogotanos que no votaron por ella. En los primeros meses de su administración llegamos a creer que la señora López iba a tener un desempeño equilibrado, pero apenas tuvo que enfrentar una situación inesperada perdió la compostura, demostró su inmadurez y mal está utilizando su autoridad en la superación de la pandemia.

Para justificar las exigencias que estableció sorpresivamente la alcaldesa a las 9 de la noche del día anterior a la apertura, adicionando inconsultamente las establecidas por los decretos presidenciales, se señaló que no es lo mismo dictar las medidas para Bogotá que para Guapi (Cauca). ¡Claro que no es lo mismo! Pero la comparación no puede hacerse con un municipio que tiene menos de 1.000 habitantes; la comparación debería hacer es con Medellín, la capital paisa, donde su joven alcalde con buen criterio y autoridad sensata ha establecido unos procedimientos eficaces en concordancia con las normas nacionales, que han permitido iniciar la actividad productiva dentro de un marco de protección de la salud. Buen ejemplo de una metrópoli comparable con Bogotá.

ramirezperez2000@yahoo.com.mxaaa

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