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Espantos de cuaresma (2)
Lo que sucede es que no todo lo que dicen los escritores es cierto.
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Martes, 14 de Marzo de 2023

Me escribe una amiga de Pamplona para decirme que en la ciudad de la neblina también salen espantos en tiempos de cuaresma. Y me dice que por los lados del Humilladero, cerca de la ermita y del cementerio, se escuchan de noche  lamentos y  arrastrar de cadenas  y susurros como de oraciones en voz baja.

Yo estudié en Pamplona hace muchísimos años, y la verdad nunca escuché de espantos, aunque visitaba más los billares del café Roma que la iglesia del Humilladero. Y los domingos prefería ir a vespertina al teatro Cecilia, que a visitar muertos al cementerio.

Me habla la amiga de un mural que se encuentra en una pared en una callejuela cercana a la ermita, que muestra una procesión de ánimas por las calles frías de Pamplona. Puede ser. Yo me entretenía más en dar serenatas, que en buscar murales de ánimas por benditas que fueran.

Todos nuestros pueblos, por lo general, tienen su buena cuota de relatos terroríficos, y es en la cuaresma cuando se escuchan con más intensidad, sin que haya explicación aparente o relación alguna entre los seres de ultratumba y el tiempo de penitencia. Si en mi pasada columna no reseñé muchos de tales espantos –para contestarle a una lectora de Lourdes- fue por falta de espacio. “Columnas de máximo 600 palabras”, nos dice la directora, y uno se queda con las palabras en la punta de la lengua o en el teclado del computador, sin poder decir todo lo que hay que decir.

José Antonio Amaya relata en uno de sus libros el caso de ciertos  espantos que se ven en Bochalema, entre hábitos de monjas y claustros de colegios. Lo que sucede es que no todo lo que dicen los escritores es cierto.

La Gritona, la Luz Corredora y la Mechosa, son espantos que van por todos los caminos del mundo, asustando o pidiendo responsos o nutriendo páginas de la literatura o de columnas periodísticas. A veces, de región a región, cambian de forma de ser o de gritar, o la historia cambia, pero en el fondo se trata de lo mismo: presencia de seres de otros mundos que se niegan a abandonar este valle de lágrimas. Tal vez Dios o el diablo les dan licencia de que regresen a recoger sus pasos o a terminar asuntos pendientes.

Ya he hablado de la luz misteriosa que los viernes de cuaresma desciende por el tortuoso camino desde la vereda Miraflores hasta el pueblo de Las Mercedes. La luz por momentos es intensa -yo la he visto-, y a ratos es opaca. A ratos corre y a ratos parece cansarse. Pero como el camino es largo y culebrero, desde el poblado se le puede apreciar. Algunos vagos del pueblo, armados de escapularios, algunas escopetas con pólvora bendita, y una botella de aguardiente sin bendecir, han ido al encuentro de aquella luz, que nunca llega. Cuando sienten que el frío arrecia y el licor se agota, los brigadistas regresan, diciendo que estuvieron cerca pero el fantasma se les escabulló.

En esto de los espantos de cuaresma es necesario hacer una diferenciación con otros espíritus o fenómenos inexplicables. Los duendes, por ejemplo, son seres de otros mundos, que viven cerca del hombre y se manifiestan en cualquier época aunque no sea  cuaresma. Hay duendes que protegen los bosques, duendes que protegen las aguas, y duendes burlones o mamadores de gallo.

Las brujas existen y vuelan en cualquier noche, siempre y cuando no sea noche lluviosa. Aunque ya no usan escoba sino moto, siguen asustando con sus maleficios.

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