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¿Es posible una nueva Guerra Fría?
Quizá no sea de mucha utilidad seguir usando denominaciones del pasado reciente como ‘guerra fría’.
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Sábado, 30 de Octubre de 2021

Desde el Gobierno de Donald Trump se fue consolidando una confrontación, con énfasis en la dimensión económica, entre Estados Unidos y China, vista por los primeros como su rival a frenar, al considerarlos una amenaza a mediano plazo por el dinamismo de su economía y la utilización de su ‘poder blando’ para irse posicionando en diversas áreas del mundo. Sin embargo, en la dimensión militar propiamente dicha, es evidente una diferencia marcada entre el poder norteamericano y el Chino (por ejemplo, en relación a las cabezas nucleares el primer lugar lo tiene Rusia, seguido de cerca por USA y a gran distancia China).

El presidente Joe Biden, especialmente después de la desordenada y poco honrosa retirada norteamericana de Afganistán, continua en la misma línea, aunque con menor protagonismo mediático y estimulado por varios frentes de tensión especialmente en Asia y particularmente en el denominado Mar de China, con la muestra de poder militar que hizo en las últimas semanas China frente a Taiwan –denominada por los chinos continentales ‘provincia rebelde’-. Es altamente probable que China espere, que como sucedió con Hong-Kong y los ingleses y  con Macao y los portugueses, ya se está acercando el momento en que Taiwan se integre a China –tesis de integración que se promocionaba ejemplarizando los casos mencionados, de ‘un país y dos sistemas’-, pero todo indicaría que la situación con Taiwan puede ser sensiblemente distinta.

No obstante, considero que no es pertinente hablar de una nueva guerra fría, por varias razones: la llamada ‘guerra fría’ conllevó una división bipolar del mundo en dos grandes campos, el capitalista con la superpotencia norteamericana a la cabeza y una alianza militar, la OTAN que expresaban al grupo de aliados Euroatlánticos y del otro lado, el socialista con otra superpotencia al frente, la Unión Soviética y su alianza militar, el Pacto de Varsovia. Hoy día ese mundo bipolar ya no existe y estamos más próximos de un escenario multipolar –en la línea de cómo lo imaginaba el ex secretario norteamericano Henry Kissinger en la pos guerra fría-, con tres superpotencias globales, Rusia, Estados Unidos y China y una serie de potencias regionales, Irán, Turquía, la Unión Europea, Arabia Saudita, India, Japón, Pakistán, para mencionar las más relevantes, pero no parece existir interés en agruparse en dos nuevos campos de confrontación global.

Quizá no sea de mucha utilidad seguir usando denominaciones del pasado reciente como ‘guerra fría’ y debemos pensar en nuevos campos de alianzas, que probablemente van a ser más fluidas; no es claro que ya la Unión Europea, con un trato relativamente despectivo de los norteamericanos, esté dispuesta a ser parte de bloques homogéneos y menos con el ascenso de una nueva oleada de gobiernos socialdemócratas como parece ser la nueva realidad política europea, ni es tan evidente que Rusia esté en disposición de un alianza militar con China, cediendo en sus aspiraciones de recuperar su poder de gran potencia y algo similar sucede en los demás casos.

Tendremos durante un período –¿un quinquenio o una década?- unas tensiones en la región de Asia y del Indo pacifico entre China y los Estados Unidos, con una creciente rivalidad económica, pero en la medida en que se vaya decantando la situación de crecimiento militar en las grandes y medianas potencias, su consolidación económicas y sus influencias regionales y globales podremos definir con mayor claridad si se consolida el mundo multipolar previsto por algunos analistas o se va consolidando un poder hegemónico global.

Pero todo ello por el momento está por evolucionar y definirse.

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