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Columnistas
El poder de las ediciones independientes
Priorizando lo “vendible”, amputan descubrimientos —¿cuántas obras como la de Shelley yacen inéditas por esa lógica miope?
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Martes, 18 de Noviembre de 2025

En su reciente adaptación de “Frankenstein”, Guillermo del Toro, el cineasta mexicano que transforma pesadillas en poesía visual, me recordó el origen humilde de la obra maestra de Mary Shelley. Publicada en 1818 con solo 500 ejemplares y anónima —de una joven de 20 años marginada por su género—, “Frankenstein; o el Prometeo moderno” fue un acto de minimización deliberada. Shelley, como muchas creadoras y creadores independientes de ayer y de hoy, apostó por la esencia sobre el bombo publicitario. Ese gesto de contención no la debilitó; al contrario, amplificó su eco. Hoy, en un panorama saturado de éxitos masivos, esa lección cobra vigencia en las ediciones independientes: el valor está en la precisión del editor convencido, contra el ruido del mercado.
 
Por estos días del 14 al 17 de noviembre, el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá acoge “Grita”, un espacio vital donde editoriales independientes se reúnen para interrogar el lugar del libro. Editar para los independientes no es un gesto romántico; es un malabarismo precario. Librerías grandes rechazan estos trabajos sin aval de sellos corporativos, perdiendo voces reconfiguradoras: ensayos incisivos, poesía tierna, narrativas de regiones olvidadas. Priorizando lo “vendible”, amputan descubrimientos —¿cuántas obras como la de Shelley yacen inéditas por esa lógica miope?
 
En Norte de Santander, ese aguante toma forma concreta. Pienso en tres esfuerzos que iluminan el mapa regional. Fernando Chelle Pujolar, académico y poeta uruguayo radicado aquí, dirige “Palabra Escrita”, un sello que multiplica publicaciones con una tenacidad casi quijotesca. Sus textos profundos desafían la fugacidad. Edwin Leonardo Avendaño Guevara inquiere en el pasado con ediciones eruditas a través de “Viaje en Tinta Editorial”, donde el libro se convierte en objeto artístico: artefacto para tacto, deleite visual y coleccionismo reflexivo. Saúl Gómez Mantilla eleva ese pulso con “Exilio”, su sello prolífico que acumula un buen índice de títulos. Poeta consagrado, Gómez teje redes locales, donde la independencia es alianza, no aislamiento. Adquirimos sus obras con gratitud, no es filantropía: estos editores equilibran recursos escasos para circular ideas libres de intermediarios voraces.
 
Mención aparte merece “Kant: una introducción”, el trabajo autopublicado del profesor Jaime Ricardo Reyes Calderón. Presentado en la Fiesta del Libro de Cúcuta 2025 en alianza con la Academia de Historia de Norte de Santander, este ensayo desentraña al filósofo alemán con claridad meridiana, accesible sin ser condescendiente. Es un ejemplo de cómo la autoedición, lejos de ser un último recurso, democratiza el conocimiento.
 
Detrás de estos proyectos, especialmente los de Chelle y Avendaño, hay manos expertas: Yanet Ricón Lozano y Said Llano Manzano, quienes en la en editorial Arte Impreso despliegan presteza y cordialidad con impresión y diseño para que las obras lleguen a lectores ávidos. No son proveedores; son cómplices en la alquimia del libro.
 
Y ya que esta reflexión nació de una mujer —Shelley, la que engendró un clásico perdurable—, cabe evocar el 14 de noviembre, Día de la Mujer Colombiana, instituido en 1967 para honrar a “La Pola”, fusilada hace 208 años por espiar para la independencia. Su delito: cartas para la causa libertaria, como Shelley contra el silencio. En un país de grietas, estas ediciones humildes, con los ejemplares que logren, podrían ser el rayo que anima la materia inerte de nuestra literatura.


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