En pocos días se posesiona Donald Trump quien no solo hirió de muerte el establecimiento demócrata y republicano sino que cambió para siempre la democracia más estable del planeta.
Lo primero que cambió fue el diálogo político en ese país y sin duda en todas las democracias del mundo. Y esta semana vimos un maravilloso ejemplo de lo que se viene. La famosa actriz Meryl Streep dedicó su discurso en los premios Golden Globe a destruir a Trump. Ver el video del discurso
Por otra parte un periodista liberal inglés, muy serio por cierto, Piers Morgan le replicó en una columna mostrando las incoherencia del discurso, entre otras su ovación cuando el violador convicto Roman Polanski ganó el premio a mejor director por El Pianista, con lo que ella y Hollywood representan.
Este episodio es apenas uno en la transformación de lo que va a ser la discusión política abierta en nuestras democracias. Eso no quiere decir que antes no existiera. Claro que si. Pero era muy mediada por los medios de comunicación tradicionales y partía de una civilidad que hoy es cosa del pasado.
Escuchar a Hillary Clinton decir que los seguidores de Trump eran una “canasta de deplorables”, por cierto muchos del SÍ en Colombia piensan y dicen lo mismo de quienes votamos por el NO, era impensable hace apenas unos años. Ni hablar de lo que Trump dijo durante la campaña sobre Hillary, sobre Obama, sobre los mexicanos y sobre los árabes.
Con todo y eso Trump ganó y es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Tocó una fibra que nadie había tocado y sin ningún tipo de consideración política, o political correctness como se le dice, propuso lo que los americanos querían así no nos gustaran sus propuestas. Los medios se quedaron con las agresiones y las peleas en twitter pero nunca entendieron que la mayoría de sus lectores, oyentes y televidentes querían un muro, querían proteccionismo y aislacionismo.
Lo que nos lleva al nuevo diálogo político. Que ya no es mediado por los diarios o las emisoras sino es directo. Y más sincero la verdad. En Colombia, hace 15 años, era políticamente correcto decirle a Uribe y a sus funcionarios ‘paracos’ o ‘fachos’. Sin embargo, decirle a la izquierda radical guerrilleros era una amenaza.
Hoy, eso empieza a cambiar. Llamar las cosas por su nombre ya no es un delito o políticamente incorrecto. Los voceros de la Farc en el Congreso son de las Farc así digan lo contrario. No hay que ocultarlo ni debería disfrazarse como lo tratan de hacer. Tampoco ‘restregarle’ a Vivian Morales su hija gay –como lo hace la senadora Claudia López- mientras ella propone un referendo para que no exista el matrimonio gay.
El triunfo de Trump equipara esa comunicación. Y, hoy, decirle comunista, guerrillero o castrochavista a Iván Cepeda o a Piedad Córdoba es tan válido como tachar de paraco o de facho a Uribe o a Ordóñez.
Todos somos ahora víctimas de nuestras palabras y nuestras acciones. Con twitter y Facebook nos recuerdan nuestras incoherencia y nuestra trayectoria. Todo político o personaje público está expuesto a este microscópico análisis que con el debido sesgo ideológico, impide ver contextos o el mismo paso del tiempo que cambia a las personas.
Esa es la nueva realidad del diálogo político que con Trump y las elecciones de Estados Unidos llega por la puerta grande. ¿Cuáles serán los efectos en las democracias del mundo? ¿Las debilitará? ¿Abrirá más espacio a sectores que tradicionalmente no han tenido voz? ¿Radicalizara el debate?
Imposible saber si el público se cansa de la peleadera y la polarización o los medios tradicionales asumen la posición de no servir de cajas de resonancia de los medios digitales. Seguramente no. Por lo que podemos esperar un debate democrático más encarnado, menos profundo y para los que ven la política como un circo, que son la mayoría, más divertido.