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Columnistas
El narcotráfico en la verdad del conflicto
Hoy se está sino negando la realidad del narcotráfico, si desconociéndole su presencia generalizada en el conflicto y su papel en su degradación como conflicto político.
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Viernes, 3 de Enero de 2020

Es verdad sabida que históricamente la versión de las guerras que se impone es la oficial de los vencedores no la marginal de los vencidos - de los españoles y no de los pueblos aborígenes, de Norte América y no de la Alemania fascista... -. La realidad colombiana nos enfrenta hoy a un desafío y a un reto enorme: construir el relato de una guerra, la nuestra, en la cual no se dio la división tajante entre vencedores y vencidos. 

La realidad es que coexisten “vivitas y coleando” dos visiones confrontadas y ante ellas una ciudadanía que por momentos se siente extraña por no decir ajena al conflicto, su discusión o comprensión, y que solo aspira a lograr en el futuro, ojalá inmediato, unas condiciones de vida más amables para ella y los suyos; mira es para delante y considera que lo que fue ya fue. En esas condiciones particulares, las posibilidades de alcanzar una verdad sobre los hechos del conflicto y echar bases sólidas para la construcción de un futuro de postconflicto, requiere como condición básica que el relato construido sea fruto de la presentación, discusión y análisis de las diferentes informaciones y vivencias, y no de la imposición necesita ser común no el fruto de la imposición. 

Debe ser, necesita ser social y democrática realizada “desde todos los lados, con un tono utópico pero necesario”, como bien dice Francisco de Roux , despojado de sesgos ideológicos que buscan construir castillos en el aire a partir de ilusiones falsas con su pretensión de explicar y manejar todo, tanto nuestra comprensión del pasado de violencia como el futuro, que requiere fundamentarse en una reconciliación que permita que la conflictividad propia de la vida en sociedad, no derive en más destrucción y muerte. Ese es, por lo demás, el espíritu que animó los acuerdos de La Habana y que hoy unos y otros, a su manera, pretenden desnaturalizar y aún desconocer o acomodar a sus intereses y visiones.

Para el propósito de la elaboración del relato del conflicto, aparece otro elemento de nuestra realidad ya no como desafío sino como una amenaza que puede resultar mortal. Es el hecho de que muchos de los elementos constitutivos de la verdad que lo debe sustentar, son negados o tergiversados por los dos actores de la confrontación; específicamente hablamos del narcotráfico que acabó por desnaturalizar el conflicto, poniéndolo finalmente a su servicio. Hoy se está sino negando la realidad del narcotráfico, si desconociéndole su presencia generalizada en el conflicto y su papel en su degradación como conflicto político. 

Negar esta realidad bien sea desde la guerrilla y sus cercanos, como desde la orilla de las fuerzas que nacieron con un propósito antisubversivo y acabaron igualmente devoradas por ese negocio, corruptor de todo aquello y todos aquellos que se le atraviesen, puede ser resultar fatal en la búsqueda de la verdad. Es el resultado de pretender preservarle a la lucha subversiva y luego a la antisubversiva su propósito original, político en uno y otro caso, al negar la existencia como actor fundamental, de un conflicto desnaturalizado e inapelablemente criminal. 

Por ese camino jamás llegará el país a asumir su historia y a desprender de ella muchos de los elementos para avanzar hacia el futuro sin el lastre de las mentiras y las omisiones que nos impedirían como sociedad despojarnos por no decir limpiarnos de tanta injusticia, hipocresía y violencia sin freno ni propósito. La mayor amenaza a la paz está acá y no en algún perdido inciso de una ley, pues amenaza su mismo espíritu y sentido.

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