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El estudio de la Historia
Bueno, como decía Álvaro Gómez Hurtado, este relato es un pretexto para volver a hablar de la Historia. Como concebía Toynbee la Génesis de las civilizaciones.
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Miércoles, 1 de Enero de 2020

El día de mi grado de abogado me topé en la librería Cumanday de Manizales al alcalde Gustavo Robledo Isaza, yo manoseaba el resumen en tres volúmenes de los trece tomos del estudio de la historia de Arnold J. Toynbee y me los obsequió. 

Desde entonces en mi vida de academia impongo el estudio de la historia a mis discípulos.

Una columna escrita en este periódico en 1972 sobre la historia cíclica le llamó la atención a José Luis Villamizar Melo y a Pablo Emilio Ramírez Calderón y me hicieron miembro correspondiente de la Honorable Academia de Historia, con el tiempo fui ascendiendo. 

Entonces no se pagaba para ostentar este honor. Eran otros tiempos.

Lo anterior para significar que no soy historiador. Una sindicación ligera que se me hicieron peyorativamente hace dos días en este diario. Pero en cambio sí soy un estudioso de la historia la manera del inglés. 

Toynbee es quizás el más audaz intérprete de la aventura humana desde la inicial aparición de las asociaciones que superando el gregarismo llega a lo que hoy llamamos civilizaciones.

Ellas, las civilizaciones, según sus tesis, es lo que consolida la unidad de la historia. 

En la práctica esos avances desde la barbarie explicados circularmente como anillos del proceso para entender cómo se forma la cultura, resultan muy didáctico y los utilizo cotidianamente en clase. 

Hará un mes la utilizamos en una capacitación a una entidad pública y fue fácilmente asimilada.

Bueno, como decía Álvaro Gómez Hurtado, este relato es un pretexto para volver a hablar de la Historia. Como concebía Toynbee la Génesis de las civilizaciones.

También quiero aclarar que no soy filósofo, otra sindicación a mansalva y sobre seguro que me hicieron. 

No terminé el pregrado que por ósmosis he debido culminar. Me mamé ya muy adelantado cuando me pusieron de tarea comentar ante todo el mundo la filosofía de Berkeley, otro inglés empirista enemigo del racionalismo a su manera, que tenía unas ideas peculiares. 

Por ejemplo, le dio por negar la existencia de los números y del mundo material y que en política económica la meta debe ser el bienestar de los que tienen menos, sin imponerles obligaciones de vuelta. Creo que desde entonces me volví desarrollista como decía el caudillo conservador, o mejor un neoliberal a ultranza. Y feliz año, incluidos los “milenials” de Jairo. 

Adenda: Excelente el Gabinete de los cuarentones de Jairo Yáñez. Dios los guarde y los guíe.

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