Antes de tomar posesión el presidente Duque, algunos auguraban que iba a fracasar porque, decían, no tiene un rumbo claro, ni el carácter para gobernar con autonomía, ni la experiencia en la conducción del país. Esas y otras afirmaciones se repiten como una cantinela todo el tiempo.
El primer mandatario heredó un país caótico. Le economía en caída; la criminalidad exacerbada; el narcotráfico apoderado de gran parte del territorio; la salud en crisis; la corrupción incontrolable; la exploración petrolera paralizada; el campo empobrecido; los proyectos de infraestructura a la deriva…
¿Por dónde empezar? Ante ese desolador panorama había que actuar en todos los frentes de manera inmediata y, claro, parecía que el gobierno no tuviera, como el anterior, un único proyecto: El proyecto de pactar un acuerdo con las Farc, de cualquier manera, con tal de firmar bajo los reflectores de la comunidad internacional un elegante documento.
La vanidad del gobernante sumió al país, durante ocho años, en una farragosa negociación que costó billones de pesos, y abrió una grieta entre quienes criticaban el proceso, calificados como “enemigos de la paz”, y quienes lo defendían, bien por convicción o porque obtenían jugosos dividendos. El despilfarro gubernamental fue asombroso.
No bien iniciado el mandato del presidente Duque y, antes de conocer sus ejecutorias, se convocaron marchas de protesta de todo género; se montó una agresiva minga que paralizó el sur del país; se lanzaron fuertes ataques desde la oposición, y los medios de comunicación se solazaban apostando por su fracaso.
En este tiempo, el gobierno ha mostrado resultados positivos que no se pueden ocultar aunque se trate de demeritarlos. El desempeño de la economía, que siempre se calificó como el índice fundamental para calificar a un mandatario, tiene un avance sobresaliente, sobre todo en comparación con los países de la región y, aun, con los de otras latitudes.
Se destrabaron los contratos de infraestructura que estaban hundidos; se ha puesto orden en la salud sancionando o liquidando a las EPS incompetentes o deshonestas; se reinició la exploración petrolera; se dio a la educación el mayor presupuesto en la historia de Colombia (44 billones de los 270 del presupuesto nacional); se ha disminuido el área de cultivos ilícitos; se ha reducido el número de secuestros y de atentados contra líderes; se está ampliando grandemente la cobertura de internet para el área rural.
A pesar de que el presidente no ha repartido “mermelada”, se han aprobado leyes fundamentales. Fue aprobado el Plan de Desarrollo, que es el rumbo que tanto han reclamado para la orientación de la Administración.
Las elecciones regionales del 27 de octubre transcurrieron en paz, y candidatos y ciudadanos tuvieron plenas garantías para ejercer el derecho al sufragio. En el proceso con las Farc se ha avanzado mucho más de lo que hizo el pasado gobierno.
Faltan muchas cosas por hacer: el desempleo no cede todavía; el orden público sigue siendo crítico; la pobreza heredada es grande. Pero hay en ejercicio un gobierno muy trabajador al que no se le puede endilgar ningún acto de corrupción.
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