Amables lectores: el diálogo con el próximo gobierno debe ser nuestro gran deseo. Es necesario defender la sana competencia e interacción entre lo público, mixto y privado, la seguridad jurídica y la propiedad privada. No se puede pensar que sea el estado quien pueda prestar los servicios. Eso en el pasado no dio resultados. Debemos comprometernos en la lucha contra la corrupción y no aceptar propuestas que afecten la gestión financiera y la gestión ambiental. No olvidemos continuar construyendo sobre lo construido y olvidémonos del complejo de Adán, donde alguien piense que la creación empieza con él. Es indispensable seguir trabajando para tender puentes que desactiven la absurda polarización.
La juventud que espera una rápida solución a sus problemas clama por el “cambio”, sin reconocer los éxitos de los países democráticos de la región en los últimos 20 años. América Latina, según el columnista Rafael Hertz, duplicó su riqueza entre 1999 y 2020. Adicionalmente, afirma que 80 millones de Latinoamericanos han abandonado la pobreza en estas dos décadas y que la población bajo el umbral de pobreza se redujo un 14%. Igualmente la esperanza de vida aumentó 7 años en promedio y los servicios de salud superan las cifras del sur de Europa. La escolaridad en niños de 5 a 14 años va en aumento y ya llega al 95%. Para nuestro columnista estos logros se han obtenido por la disciplina macroeconómica y la responsabilidad fiscal tanto de los gobiernos centrales como locales, unido a un estricto manejo de las políticas monetarias y cambiarias.
En el plano internacional el flujo de inversión directa para Latinoamérica ya alcanza los 150.000 millones de dólares anuales, dando como resultado la creación de empleos de alta calidad. Se han consolidado los niveles de democracia y se ha aumentado el respeto a la separación de poderes. Más del 90% de la población de la región tiene acceso a energía eléctrica y la población rural ha mejorado los servicios de agua y saneamiento básico.
Los jóvenes pueden sentir una frustración porque “no se ha crecido más”, olvidándose de los efectos de la pandemia. Pero el cambio por el cambio, no es la receta apropiada. Se requiere una lucha frontal contra la corrupción, una mayor equidad entre el campo y la ciudad, mayores oportunidades de trabajo digno para los jóvenes y darle una gran importancia al medio ambiente. Son necesarios ajustes y propuestas concretas para seguir avanzando para lograr un desarrollo sostenible, porque el simple cambio, olvidándose de lo obtenido en los últimos 20 años, no es la fórmula adecuada.