En la concentración ciudadana convocada por el Presidente Petro el día 14 de febrero apareció la verdadera fisonomía del gobernante que eligió Colombia. Hasta ahora habíamos visto a un funcionario dialogante, sosegado y relativamente conciliador, pero el martes pasado su imagen fue la del candidato retador y agresivo que conocíamos.
Hay hechos y símbolos que conviene analizar para entender a cabalidad lo que vendrá en adelante. La marcha realizada, que por cierto fue lánguida, estuvo integrada por funcionarios públicos, profesores que no dictaron clases, miembros de sindicatos y organizaciones políticas alineadas, personas movilizadas y petristas convencidos.
El balcón que utilizó el Presidente para hacer su discurso creo que no se había usado nunca por sus antecesores, lo que le imprime un carácter original y, probablemente, será el que nos acostumbraremos a ver siempre que se quiera dirigir al pueblo. El sitio se preparó como símbolo de poder adornado con numerosas banderas para darle un marco nacionalista. ¿Es el estilo de Chávez, Perón, Hitler, Fidel Castro, Mussolini cuando lanzaron sus consignas populistas que hipnotizaron a sus naciones?
No quiero afirmar que el Presidente Petro tenga que imitar a mandatarios anteriores, pero en Colombia conocíamos los pronunciamientos presidenciales en el recinto del Congreso, en actos oficiales, en alocuciones radiales o televisadas. Las disertaciones presidenciales mostraban los propósitos gubernamentales, la situación actual del país y, como es natural, las realizaciones de la administración.
El discurso presidencial del 14 de febrero estuvo lleno de amenazas, de asignación de culpas a sectores de la sociedad, de retos agresivos. Pareció un nuevo discurso de campaña política, cuando muchos esperaban que se explicara cuál es la situación de las zonas arrasadas por el invierno; de las carreteras bloqueadas por paros y derrumbes; de la solución a la violencia de regiones acosadas por grupos armados. Casi siempre las alocuciones presidenciales se concentraban en cifras del desarrollo económico, de la lucha contra el crimen, para citar solamente algunos tópicos. Bueno, eran otros tiempos
Un aspecto que merece reflexión es la invitación que hace el Presidente Petro para que el “pueblo” apoye en las calles las reformas que quiere implantar, como si el procedimiento legítimo no fuera el debate en el Congreso de la República. ¿Se está sugiriendo un sistema plebiscitario? Es decir, ¿recurrir también al método que emplearon los personajes que citamos arriba para que con un grito de aceptación se afirme que el “pueblo” aprobó los cambios? Francamente no creo que se pueda llegar a tanto, pero ante la dificultad de conocer los propósitos del actual gobierno y los caminos que pueda escoger, cualquier hipótesis cabe en la mente.
Si las reformas que se proponen son buenas para el país; si lo que se busca es el bien común y solucionar problemas que angustian al ciudadano y han sido bien estudiadas, ¿por qué temer que no se aprueben en el Congreso? Con una lógica elemental, para que una ley sea óptima lo mejor es que sea debatida con amplitud.
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