El 1 de octubre se llevó a cabo un interesante seminario en el Banco de la República para celebrar 92 años desde su fundación en 1923, y prepararse para el cumplimiento de un cuarto de siglo de banca central independiente en 2016.
Uno de los temas que se ventilaron durante las conferencias fue el origen de la idea del banco central independiente y la paternidad de la iniciativa que el Banco ha querido atribuirse exclusivamente.
José Elías Melo y yo participamos en dicho seminario con una ponencia en la que se rescató la memoria del papel que desempeñó el gobierno que le hizo al Banco un exitoso esfuerzo público de contrapeso para mejorar el proyecto en la constituyente y posteriormente preparó e hizo aprobar la ley del Banco de la República que está vigente. (Rudolf Hommes y José Elías Melo, “La Génesis del Banco Central Independiente”).
En ese tire y afloje se sentaron las bases de una institución autónoma autóctona que se ha adaptado al manejo de una economía considerablemente más libre y compleja que la que existía antes de 1991, y tuvo que soportar serias crisis como la del UPAC.
Pero acabó encontrando su camino, prescindiendo de funciones y concentrándose en su misión constitucional de controlar la inflación.
El Banco obtuvo su independencia seis años antes que el Banco de Inglaterra y ha cumplido cabalmente ese mandato constitucional.
Ha dejado en relativa libertad el movimiento de la tasa de cambio y se concentró en alcanzar anualmente metas de inflación utilizando como instrumento de intervención la tasa de interés.
En la actualidad se parece más a los bancos centrales de los países desarrollados que a los de grandes países emergentes en donde el banco no es independiente del gobierno, no se ha ganado el respeto del ejecutivo, de los políticos y del público, o su modelo todavía está siendo cuestionado (Alan Beattie, “Brazil and Turkey tell India what not to do”, Financial Times, 25.09.15).
Los factores que han contribuido a este exitoso desenlace podrían ser componentes de lo que un profesor de Columbia solía llamar la “ciencia de salir del paso (muddling through)” pero es en realidad el arte de salir adelante en las circunstancias que se presenten. Celebramos que la nueva constitución dotó al Banco de la República de elementos que le han permitido evolucionar y consolidar su prestigio y eficacia durante casi un cuarto de siglo. Pero ha aparecido un aguafiestas. Se trata de la inflación que por primera vez en años se está alejando de la meta que el Banco se había propuesto, lo que no debería ser una sorpresa si se tiene en cuenta la devaluación.
Aunque algunos de los actuales directores del Banco afirmaron que la tasa de cambio tendría un impacto transitorio que se corregiría a final del año, esto no ha sucedido. La inflación ha sobrepasado significativamente la meta y ha puesto a la institución en aprietos. La experiencia acumulada hace presumir que va a pasar la prueba. Sin embargo, la ligereza con la que habían abordado hasta ahora el impacto inflacionario de la devaluación y los pocos grados de libertad con los que cuentan el Banco y el gobierno obligan a abrir un nuevo capítulo en la historia del banco central en el que se vuelve a jugar su credibilidad y su sostenibilidad institucional. (Colprensa)