
En diferentes columnas he venido repicando la necesidad imperiosa de que se aprobara una cátedra de inteligencia emocional en colegios y universidades ante el aumento del acoso, el matoneo y la violencia en estos establecimientos educativos.
En el Congreso de la República por iniciativa del senador Mauricio Gómez, fue aprobada y sancionada la ley 2503 de 2025, que crea la Cátedra de Educación Emocional en todos los colegios del país. Lamentablemente no cobija la educación superior, pero las universidades a motu propio la pueden implementar a través de conferencias, talleres y demás, necesarias para una sana convivencia estudiantil.
Esta ley obligatoria para los niveles preescolar, básica y media corrige en parte el error histórico de nuestros gobernantes anteriores, al eliminar de sus cátedras la Urbanidad de Carreño que se impartió en las instituciones educativas desde mediados del siglo XIX y gran parte del siglo XX. Este manual, el de Carreño, reseña normas esenciales de convivencia, como por ejemplo: Sé puntual, usa un tono de voz moderado, no interrumpas a otros, da las gracias y ofrece disculpas, cuida los espacios públicos, pide por favor y presta atención a tu lenguaje, siendo respetuoso y sin decir groserías o hablar con la boca llena, ser amable con los demás, escuchar atentamente, ceder el paso o asiento a quienes lo necesiten, mantener una buena higiene, vestir adecuadamente y respetar la opinión ajena, respetar a los mayores y normas de buenas maneras en el comedor entre otras.
La ley 2503 define la educación emocional, como: “Un proceso educativo, intencional, continuo y permanente, que complementa el desarrollo cognitivo, permitiendo desde la práctica educativa y pedagógica, el desarrollo de competencias emocionales, para potencializar el desarrollo integral de la personalidad y aumentar el bienestar personal y social.”Esto conlleva a desarrollar en una persona La Templanza que según el diccionario de la lengua española: “Es una virtud de moderación y autocontrol que implica la capacidad de dominar los impulsos y deseos, sometiéndolos a la razón y la voluntad para lograr un equilibrio y armonía en la vida.” Y agrega: “Se manifiesta como la habilidad de controlar excesos en los placeres, las emociones (como la ira) e incluso en el pensamiento, permitiendo una toma de decisiones más serena y justa ante el caos y la vertiginosidad de la vida moderna.”
Desde esta columna no queda más que agradecer al promotor de la iniciativa y al congreso en general por la corrección histórica y lamentar que seguramente por múltiples ocupaciones unos amigos congresistas del departamento no nos ilustraron sobre las bondades de la presente ley.
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