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¿Cuál paz?
Si se firmaran y se refrendaran los acuerdos de La Habana no alcanzaremos un desarrollo equitativo, porque esto no se consigue con un decreto.
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Martes, 5 de Abril de 2016

Amables lectores: parafraseando al presidente Santos, cuando en una de sus múltiples intervenciones infortunadas y en pleno paro agrario, con el campesinado ya volcado tomándose las vías manifestó en Boyacá con la mayor frescura y sin sonrojarse: “El tal paro agrario no existe”.

Esta falta de comunicación con sus ministros causó enorme malestar en la dirigencia campesina y aumentó la agresividad en los puntos de toma de carreteras y pudo ser el detonante culpable de alguna muerte, al prohibir el paso de ambulancias con destino a centros hospitalarios regionales.

La historia llevó a esta generación a negociar con terroristas. Esta es nuestra herencia. Todos los colombianos la respaldamos, queremos la paz y sabemos que todo tiene un precio.

Como decía Oscar Wilde: “se conoce el precio de todo y el  valor de nada”. ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar y pagar por la paz? Todo depende de cual paz estemos hablando. No se ha hablado hasta el momento de que paz tratamos. Todos pensamos que la paz es progreso, desarrollo, eliminación de la miseria y pobreza, seguridad; en resumen, cohesión social. Si eso es paz, el precio será muy alto; pero si como afirma el columnista Rodrigo Pombo Cajiao: “la paz es la que defienden al senador Roy Barreas y el representante Rodrigo Lara, definida como ausencia de conflicto armado, de secuestros, de atentados y de muertes”, la paz nos debería costar mucho menos aunque todavía sea un altísimo precio.

La paz se está negociando en La Habana como el desmonte del letrero “Farc”, esto se confirma cuando un grupo aproximado de 100 guerrilleros de este movimiento subversivo ubicados en el Catatumbo, se declaran en disidencia y hablan de una posible alianza con el Epl y el Eln presentes en la zona. No acatarían las ordenes de desmovilizarse una vez se firmen en La Habana los acuerdos con el gobierno y hablan de mostrar un nuevo aviso con la siguiente leyenda: “Compañía de Milicias Resistencia del Catatumbo”, que manejaría los negocios de coca que hoy manejan en esa zona los tres grupos insurgentes. Por lo tanto, si el objetivo de La Habana es bajar el aviso “Farc” su precio sería menor.

Si se firmaran y se refrendaran los acuerdos de La Habana no alcanzaremos un desarrollo equitativo, porque esto no se consigue con un decreto. Seguirá la violencia porque las Bacrim persistirán con su nueva presentación comercial: el microtráfico, que en la actualidad causa la muerte de muchos jóvenes colombianos.

No podemos aceptar que nos cobren el desmonte del letrero Farc como si estuviéramos logrando con lo que se firmará en la Habana el tan anhelado desarrollo social.

Pongámonos de acuerdo todos los colombianos con qué paz buscamos; cuánto estamos dispuestos a sacrificar y no olvidemos que las Farc también han sido protagonistas de esta guerra y deben cancelar un porcentaje justo de este costo.

Ante la dificultad en definir qué paz queremos los colombianos y qué costo aceptaríamos pagar por este proceso, viene a mi memoria lo dicho por un abogado a su cliente preso en una cárcel colombiana: “La cosa va bien, pero si puedes volarte, vuélate”.

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