
Desde sus orígenes en Italia, China y Japón, la mafia ha tenido una ambición de crecimiento global. No le basta ser influyente en la vida comarcal infiltrando alcaldías, concejos, familias y negocios. Tiende a participar activamente en sectores como transporte, seguridad privada, puertos, apuestas, webcams, restaurantes, drogas, armas, extorsión, sicariato y migración. La velocidad de la conectividad global, no excluyó al crimen organizado.
Es cada vez mayor la financiación de organizaciones criminales al terrorismo doméstico e internacional. Su presencia en la política es local, nacional y mundial.
Europa tiene organizaciones mafiosas en su territorio: albanesas, rusa, holandesa, siete italianas, irlandesa, portuguesa y española. Francia tiene Le Milieu y la Corsa. La serbia está en auge.
En Latinoamérica, crece el crimen organizado. Colombia tiene su atomizada y creciente mafia, sindicada otra vez de atentar contra candidatos.
En México, los violentos carteles del narco son leyenda por sus corridos, túneles transfronterizos y negocios propicios para camuflar drogas y armas, como el aguacate o los medicamentos legales. El lavado de dinero es apetecido globalmente y tiene ramas poderosas en los Estados Unidos, país con grandes mafias financieras que no se acaban. El fentanilo mexicano y chino alimenta cada vez más los grupos mafiosos organizados. Preocupa a muchos la contaminación que las mafias pueden traer a jueces y magistrados, elegidos por un voto lábil frente al poder económico y de amedrentamiento que tiene el crimen. Los acuerdos con EEUU de Fito y el hijo de El Chapo, nos contarán mucho de los tentáculos de los carteles mexicanos en Colombia y Ecuador.
Ecuador está a punto de convertirse en narcoestado si, a falta de amplia cooperación, fracasa en la batalla que ya ha empezado a fructificar bien con ayuda de EEUU y la UE. Petro no se compromete a fondo con ayuda en inteligencia y operaciones, a pesar de que Colombia tiene gran interés en que se remedie del caos ecuatoriano.
Brasil no lo reconoce, pero es en la región quien tiene mayores recursos mafiosos provenientes del tráfico de drogas. Según la ONU desde principios de esta década es, seguido por Ecuador, el país por donde sale más cocaína a otras regiones. No se le oye hacer mucho para cambiar esta realidad que lo vuelve altamente violento, como somos ya nosotros, Ecuador y México.
La crisis de Haití es mafiosa, sin solución a la vista. Compromete la estabilidad del Caribe, empezando por Dominicana. Centroamérica padece pandillas y mafias. Cartel de los Soles y Tren de Aragua reinan en Venezuela.
En Chile, la reciente detención de militares por narcotráfico denota el avance mafioso aflorado con la inmigración ilegal masiva. Perú vivió hace poco la infiltración de su Dirección Antidrogas. Argentina y Paraguay con mafias italiana y colombiana, tienen problemas serios.
Se sabe que la mafia además del narco, la corrupción pública, tráfico de armas y personas, apuestas y entretenimiento, extorsión y seguridad coactiva, tráfico de personas y minería ilegal, crea violencia que aumenta el número de homicidios, el deterioro ambiental, la debilidad institucional y la pobreza. La explosiva movilidad social de los mafiosos produce desigualdad y daño a la esperanza juvenil.
Si no pudo para el comercio, la región debe crear un frente común institucional contra el crimen organizado so pena de volverse un Haití del tamaño de medio hemisferio occidental y setecientos millones de habitantes. EEUU estaría dispuesto a cooperar de buena fe y su participación activa es inexorable.
Lo incomprensible es que, ante esta evidencia, un presidente saque amorosamente a los mafiosos de sus celdas a compartir tribuna, y luego acuse a sus mafias del atentado a Miguel Uribe y de golpe de estado.
Como si la mafia no tuviera ya impulso, el gobierno le abre el camino y, al mismo tiempo, la vuelve causa de sus autoinflingidas desgracias.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion