Hace poco leí un artículo en el Financial Times en el que decían que en la China ya no van quedando suficientes campesinos para atraer a las ciudades, lo que hace prever que esa economía deje de ser tan competitiva como lo ha sido gracias a este ejército de trabajadores de reserva.
Le pregunté a uno de los asesores económicos que vinieron con el Primer Ministro de China si esto está sucediendo y me respondió que China era predominantemente rural, pero que desde que comenzó la nueva política económica la población rural ha pasado de 70 por ciento a 40 por ciento y esperan “urbanizar” otros 260 millones de habitantes rurales en los próximos 10 años y mantener en el campo solamente al 20 por ciento de la población que ya para entonces se aproximará a 300 millones.
Este modelo se ha manejado creando en las ciudades una gran demanda de mano de obra y niveles de empleo muy elevado.
Me preguntó si en Colombia sucedía lo mismo y le respondí que ha habido una notoria urbanización de la población, muy pronunciada en los años de la Violencia, posteriormente promovida por políticas económicas, que se había acentuado en este siglo por el desplazamiento forzado de población inducido por acción de los paramilitares y de la guerrilla.
A diferencia de China, esta población no encuentra fácilmente empleo productivo en las ciudades, ni existe una política expresa de generación de empleo urbano de alta productividad.
Mi interlocutor dice que en la China lo mejor que le puede suceder a un campesino es irse para las ciudades, y que el Gobierno lo promueve deliberadamente generando empleo urbano. Eventualmente, el atractivo de migrar del campo a la ciudad va a ser menor porque ha aumentado el nivel de ingreso y la calidad de vida en el área rural.
Preguntó si en Colombia había tierra para desacelerar el flujo de migrantes hacia las ciudades y le respondí que en abundancia. Dijo que esto exigiría una gran inversión en el campo, en todo caso necesaria, pero que lo deseable es que los campesinos dejaran de serlo.
La estrategia de promover la construcción urbana para absorber mano de obra que se aplicó en los 70s ha sido insuficiente en Colombia.
Al parecer, para hacer productiva la migración del campo a las ciudades es inevitable que aumenten significativamente las exportaciones industriales y para mejorar las condiciones de vida en el campo se requiere también que aumente la producción de bienes agrícolas exportables o que sustituyan importaciones.
A esto se oponen los elevados niveles de protección, especialmente si el país participa simultáneamente en asociaciones como la alianza del Pacífico. Una fábrica de dulces del Valle acaba de anunciar que se va a producir en México.
La industria colombiana automotriz se queja del libre mercado con ese país, los arroceros tratan de impedir que entre arroz de Perú y Ecuador, los productores de galletas y chocolates que se consumen en Colombia los exportan desde Perú, o los producen en Estados Unidos para que las consuman los expatriados colombianos. Los aceiteros colombianos exportan aceites especiales de gran valor desde Ecuador. Hay que conciliar el nivel de protección con la necesidad de aumentar la producción local.