En la columna publicada en El Tiempo este domingo analizo preocupaciones sobre el Plan “Colombia Siembra” que anunció el viernes pasado el ministro de Agricultura referentes a la definición que se necesita sobre la tenencia y uso de la tierra por grandes productores y algunas preguntas surgidas del artículo en Portafolio (septiembre 30) en el que Andrés Espinosa sostiene que para llevar a cabo este plan es necesario continuar sobreprotegiendo a los productores.
Dice que es necesario recuperar la soberanía alimentaria que es un concepto no muy bien definido que se basa en el principio de que los países tienen derecho a escoger qué producen y lo que consumen y le deben dan preferencia a los medios tradicionales de producción, a la autarquía y a la producción campesina. Estas ideas suenan bien y tienen público. Pero si no se aplican con sentido práctico pueden inducir desabastecimiento, desnutrición y hambre, y que se pierda la garantía de que la población tenga siempre acceso a los alimentos básicos (seguridad alimentaria). Restablecer la soberanía alimentaria no puede implicar que se eliminen las formas más eficientes de producción local ni que los consumidores tengan que subsidiar a los productores.
Espinosa no le da mucha importancia a la producción de hortalizas, lentejas, fríjol y alverjas, pero el ministerio si las tiene en cuenta, y también a la producción de frutas y de otras leguminosas. Los primeros cuatro productos y la mayoría de las frutas son de producción campesina y contribuirían a mejorar la dieta popular y el ingreso campesino si se pueden producir competitivamente en Colombia. La cebada nacional puede llegar a ser competitiva pero al mayor consumidor nacional de ese producto le preocupa que si fomenta su producción van a surgir presiones de los mismos productores para elevar el arancel de la cebada.
En tierras cercanas a las ciudades principales es sostenible y rentable una economía campesina porque hay demanda para los alimentos, el transporte no pesa tanto y los precios son competitivos. Algunos de esos productos son exportables, como el cacao y sus derivados, la piña, la uchuva, los arándanos o el agraz. Para que “Colombia Siembra” los incorpore exitosamente se requeriría poner a disposición de los pequeños productores tierras en arriendo o en propiedad en sus regiones. Se podría iniciar esto con tierras sometidas a extinción de dominio que van a quedar disponibles gracias a un reciente fallo de la Corte, pero muy pronto va a ser necesaria una reforma radical al impuesto predial y al catastro rural e involucrar a los municipios en la solución.
Si el ministro de agricultura quiere pasar del anuncio del Plan Colombia Siembra a la acción va a tener que resolver problemas que no ha previsto y otros a los que les está haciendo el quite que son los que tienen que ver con la tierra. En lugar de acoger modas retro basadas en protección inconveniente debería más bien mirar lo que se ha hecho en Perú, que ya es una economía mucho más abierta que la nuestra y se ha convertido en el principal exportador mundial de algunos productos agrícolas que se producen también en Colombia, se dejan podrir al lado de los árboles, y los supermercados los importan de Perú.