Cicerón, “llamado ´Padre de la Patria´, en Roma, (Arpino, Italia, 3 de enero del año 106 a.C.) defendió y promovió la República como sistema de gobierno que evita la dictadura sea de uno, de varios o de muchos…Creía que los políticos de su época eran corruptos y habían perdido el carácter virtuoso que había sido el principal atributo de los romanos en los primeros tiempos de la historia romana. Esta pérdida de virtud era, según él, la causa de las dificultades de la República.”
Pasaron siglos, desde cuando el filósofo romano habitó este planeta, hasta cuando el 28 de diciembre de 1936, cual inocentada, en Condoto, Chocó, nació otro Maestro que vino a honrar ese nombre y esa filosofía: el Maestro Cicerón Flórez Moya.
El pasado 19 de noviembre, en una solemne ceremonia en el auditorio del teatro Julio Mario Santodomingo, en Bogotá, se celebraron los 50 años del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, instituido para reconocer y estimular la labor de los periodistas del país.
Era mi segunda vez presenciando y compartiendo ese maravilloso espectáculo de hombres y mujeres siendo enaltecidos por el ejercicio de una labor muchas veces incomprendida, riesgosa y hasta desagradecida. En 2011, acompañé al Maestro Cicerón a recibir el “premio a la vida y obra de un periodista”, con el que fue reconocido. Este año, generosamente me pidió que lo reemplazara en la silla de honor reservada para él, ante su imposibilidad de asistir. Ver y escuchar las reflexiones que, sobre el país a través de crónicas, reportajes, escritos, videos se presentaron, fue una invaluable y enriquecedora experiencia.
Pero, también allí, reflexioné sobre la grandeza del Maestro Cicerón como periodista, como persona y como ejemplo. Verlo en la brega aún después de tantos años con su inteligencia intacta, sus permanentes ansias de actualización de los temas nacionales y de la región, pero, sobre todo, con su ética incólume, es motivo de inspiración para quienes vamos detrás de él quemando cada día, un cartucho más de vida.
Quizás sea atrevido decir, que el Maestro Cicerón es uno de los últimos quijotes que quedan en el periodismo no solo en Cúcuta sino en Colombia, luchando contra los molinos de viento de las redes sociales, de la Inteligencia Artificial que cada vez, soplan con más fuerza alejando al ciudadano de la profundidad del análisis que los aconteceres, deben tener. Ese debate, en mi sentir, apenas comienza.
Las insensibles redes sociales a nadie responden. Tendremos que buscar y lograr establecer ciudadanos, facultades de comunicación y periodistas, especialmente, ese diferencial entre el periodismo y la Inteligencia Artificial que, difícilmente esta última podrá tener, como lo mencionó Fidel Cano, director de El Espectador.
Ojalá podamos contar con más seres, con más periodistas como el Maestro Cicerón Flórez, quien, como Marco Tulio Cicerón, el escritor, el orador, el político, el filósofo, el ecléctico romano, cree en las instituciones, en la república, combate los embrujos autoritarios, denuncia la corrupción, cuenta con una pluma exquisita que puede escribir con la misma riqueza idiomática y elegancia sobre una noticia trágica, al igual que dibujar su espíritu a través de la poesía.
Este gran cucuteño que es el Maestro Cicerón, sí, cucuteño, porque pese a que nuestro cielo no lo vio nacer, decidió acogerlo como suyo, lleva mucho más de la mitad de su vida, representándonos en los más altos niveles de la sociedad colombiana y siempre, con la misma humildad, caballerosidad y Don de gentes, que lo caracteriza. Haber compartido, entrevistado, discutido con las más grandes personalidades de la política, del periodismo, de la literatura, del arte de este país y del mundo, no lo hicieron nunca levitar. Guarda en el silencio de su cabeza y de su corazón, todas esas experiencias que ha acumulado en la medida en que ha hecho camino al andar.
Nosotros los cucuteños, los nortesantandereanos, no se desde cual generación hacia acá, lo digo con tristeza y sin excluirme, nos hemos vuelto casi que insensibles al reconocimiento de los nuestros. Quizás por el vértigo de la modernidad, de las complejidades diarias que vivimos. Considero que desde la institucionalidad debemos ocuparnos por compilar, estudiar y mantener vivas las ejecutorias, las memorias, los nombres de los nuestros. El desprecio por la historia, es el desprecio hacia nosotros mismos. Basta preguntarnos, cuántos conocemos de lo que fue la obra del último gran presidente republicano que tuvo Colombia, Virgilio Barco; de nuestros poetas y poetizas, de nuestros artistas, de nuestros escritores.
El Maestro Cicerón, es nuestra mejor y más bonita historia. “La facultad de periodismo viva” que recorre las calles de Cúcuta, nuestro compilador de hechos y personajes, comenzando por él mismo, que han hecho grande a nuestro terruño.
Qué honor y qué orgullo ver y escuchar a los grandes del periodismo, esos que vemos por la televisión, que escuchamos en la radio, que leemos en los diarios y revistas nacionales hablando con respeto y admiración de ese gran cucuteño, el Maestro Cicerón Flórez.
Espero, querido Maestro que, dentro de 50 años, cuando se celebren los 100 del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, me vuelva a invitar a acompañarlo, en donde, de seguro, el auditorio se pondrá de pie para aplaudirlo como ya una vez lo hizo, para celebrar su vida y su obra.
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