Los ciclos de retorno del tiempo bueno deben procurar alternativas de rescate de los valores clásicos, la lectura, la música, el teatro, en fin, de todo aquello que pueda aportar lecciones de vida sana. 

La tragedia griega, por ejemplo, daba vitalidad, transformaba y sanaba la sociedad -en lo que se definió luego como Catarsis-, la cual consistía en percibir y sentir una purificación en la fantasía y la magia de la literatura, en la misión de reconfortar el alma con los fundamentos de la belleza.

Cómo nos hace de falta una catarsis, una opción para cultivar ideales de sabiduría, una purificación constante en el arte para superar situaciones traumáticas y resarcirnos de la miseria humana. 

Y, además, hacer énfasis en el honor, para educar a la juventud con una orientación hacia los principios de patria y familia, fortalecidos en la disciplina y en la conjunción sublime de cuerpo y espíritu.

Porque la consonancia de la cultura con las virtudes humanas induce a la creación artística, a la preservación de las costumbres, al consejo de los maestros y, en especial, a una renovación de los sentimientos.

¿Quién leerá ahora a Esquilo, Sófocles y Eurípides? Lamento creer que a muy pocas personas interesa y que la verdad del mundo, contenida en el pensamiento dramático, sucumbió ante las superficialidades. 

Corolario: La educación hizo de Grecia la civilización grandiosa que planteó los conceptos universales del humanismo, ¿por qué no comenzar –de nuevo- un Renacimiento?