De todos es conocido que occidente, y fundamentalmente Estados Unidos y los países de la Unión Europea desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, han resuelto sancionar a Moscú por la vía de aplicar restricciones a la importación de petróleo, gas natural y otros productos energéticos, para así golpear en su línea de flotación la economía de tal país, y así disminuir su capacidad para mantener el estado de beligerancia por un tiempo prolongado.
El tema está lejos de ser sencillo, porque como sabemos en febrero y marzo el frío del invierno en Europa, hace muy complejo que algún gobierno opte por condenar a su población a sufrir las secuelas de las bajas temperaturas. Europa importa el 62% de su energía de Rusia, descomponiéndose en que compra el 20% del petróleo, el 40% del gas natural y el 50% del carbón respectivamente. Y Alemania, primera economía de la Unión Europea, es de entre los 27 miembros de dicho conglomerado el país más dependiente puesto que, el 55 % del gas que consume tiene procedencia rusa, el 42% del petróleo y el 45% del carbón.
Así las cosas, los países de la UE deben buscar quién pueda reemplazar a los rusos como proveedores de estos insumos esenciales. Por razones de todo orden, el ideal sería que Noruega fuera quién supliera al menos en el suministro de petróleo y gas, dado que en la actualidad suministra el 20% del consumo europeo, pero para aumentar su producción requeriría de a lo menos con un año de plazo. Algo muy similar ocurre con los Países Bajos, el otro productor relevante del Mar del Norte. Tampoco es posible que sea Argelia, quién sea el proveedor de reemplazo, puesto si bien es el tercer abastecedor de hidrocarburos y gas a Europa, en cambio tiene otros obstáculos para aumentar su producción y así aumentar sus exportaciones. Algo similar ocurre con Egipto, Libia, Nigeria y Angola. Así las cosas, no está siendo sencillo la implementación de esta sanción.
Distinto es lo que ocurre con Estados Unidos, pues solo el 8% de sus importaciones energéticas provienen de Rusia. Para diversificar sus proveedores, puede contar con Canadá que es su principal socio energético. Además, cuenta con una gran cantidad de pequeños productores de Texas, que vuelven al mercado cuando los precios son atractivos como ahora. Y para sorpresa por su pragmatismo, Washington retomó sus contactos con Venezuela, tras varios años de boicot al régimen de Maduro, ofreciendo en apariencia un levantamiento parcial de las sanciones aplicadas. Pero ello, es también en teoría porque se requerirá de varios meses, así como una inversión no pequeña para recuperar las deterioradas instalaciones venezolanas.
En paralelo, no todos los proveedores de reemplazo están dispuestos a romper sus lazos comerciales y políticos con Moscú, dado que Rusia en no pocos de estos países es el principal proveedor de armamento sofisticado y de primera generación.
Por su parte, pareciera que las exportaciones energéticas rusas, encontrarían refugio en China como comprador de sus diversas producciones. Hoy, las importaciones desde Pekín alcanzan el 35% de las mismas, no pudiendo olvidarnos de que, en febrero recién pasado, Pekín y Moscú firmaron un contrato de suministro de 10.000 millones de metros cúbicos de gas natural y extendieron por una década un acuerdo de suministro de 200.000 barriles diarios de crudo. Es muy probable que esta situación no produzca alegría en Moscú, porque se está viendo forzado a aumentar sus ventas al vecino y rival chino.
Complejo que, en todos estos movimientos geoestratégicos, Latinoamérica este ausente, porque las secuelas del aumento de los precios de los combustibles y de los cereales, hacen que los pobres del mundo y de nuestro continente terminen pagando los platos rotos.