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Cadáver con armadura
El socialismo sólo es un agravante de ese modelo.
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Sábado, 11 de Mayo de 2019

Como cita Robert D. Kaplan en su libro, Viaje a Tartaria, el famoso historiador Arnold Toynbee llamó al regimen militar asirio, cadáver con armadura, porque a pesar de sus éxitos militares, no había sustancia socio-política rescatable en esa forma de sociedad. Y eso es hoy Venezuela: un cadáver con armadura. Ahí no hay nada, sino crimen organizado protegido por una fuerza militar venal. ¿Cuánto puede durar? Es difícil decirlo, pero todos terminan implosionando, y cuando desaparecen, no queda nada rescatable; solo ruina. Esto es claro, mirando la historia; y obviamente, es mucho menos claro, a la luz de sesgos ideológicos.

Es cierto, como mencionan algunos, que gobiernos anteriores al chavismo, por su corrupción habían puesto a Venezuela, en algunos momentos, en estado de escasez de algunos productos o servicios, pero nada parecido a la “tierra arrasada” del socialismo del siglo XXI. Pero quienes citan estas realidades políticas de la Venezuela prechavista, intentan, como pasa hoy en Colombia, llegar a un sofisma: o es “régimen corrupto”, o socialismo. Sin vías intermedias, y uno podría darles la razón, si mira los resultados de la autollamada tercera vía, del tristemente célebre Nobel de La Paz. 

El diagnóstico del régimen es claro: economía extractiva (de rentas) mediante alianza entre agentes públicos del régimen, y agentes privados, para la creación de monopolios, oligopolios o “restricciones de mercado”, todas las patologías del libre mercado; centralismo económico-político y geográfico, con total abandono de las regiones “periféricas”; justicia politizada e inepta, jurisprudencia incoherente y asimétrica, desarrollada “acorde a necesidad”, que solo sirve para eliminar enemigos políticos, y mantener “privilegios” excluyentes; discurso “de corte social” para aliviar las tensiones de este régimen excluyente en lo económico, lo político y lo social, que autojustifique el régimen; grupos de poder en todo el espectro ideológico y económico, que se convierten en aparatos mafiosos de poder, y a su vez, las mafias se convierten en grupos de poder que controlan sectores económicos; un Congreso que no es el equilibrante la sociedad, sino que es una muestra patológica del régimen que agrava las tensiones sociales; unos medios de comunicación bajo control de grupos económicos nacionales o internacionales con agenda propia, “revolcándose” como decía Juan Gossain en la misma porqueriza de los políticos; un estado gigantesco, destructor de valor económico, y con una burocracia soberbia e incapaz, tecnocrática, si se puede llamar tecnócratas, a la masiva explosión de economistas y abogados. 

El socialismo sólo es un agravante de ese modelo. El régimen se combate con una real economía de mercado, que no permita restricciones en este, y nos lleve de la economía extractiva a la economía que realmente cree valor; más economía de mercado real y menos semi feudalismo excluyente. Acabar con el centralismo asfixiante y reforzador del régimen. Una justicia enfocada realmente en su papel de árbitro de las relaciones privadas, efectiva, oportuna, y sobre todo, neutral. Acabar el discurso y la “jurisprudencia” mamertizante. Rediseñar un Congreso que equilibre los grupos reales de poder de la sociedad, persiga las mafias, y tenga una verdadera cultura parlamentaria, que controle las ansias de un ejecutivo imperial; realmente se necesita un estado parlamentario. Unos medios de comunicación que no sean propiedad de grupos corporativos, y unos periodistas sin conflictos de interés, desconfiados del poder y no parasitando de él; un estado adecuado a las necesidades del verdadero desarrollo, no afectado de gigantismo y derroche de recursos. 

Ese es el camino: más economía de mercado y democracia liberal, no socialismo de producción centralizada. Un Estado donde el ciudadano sea el centro de aquel, y no que esté al servicio de ese. No justificar más esa posición de equidad, vía subsidios, defendiendo los pobres, los cuales busca mantener, porque de ellos viven, y no sacarlos de la pobreza, que es lo que busca el desarrollo real. No podemos seguir alimentando un cadáver, que una vez caiga en manos del socialismo del siglo XXI, se le colocará armadura para proteger su vacuidad. 

Hay otro camino entre régimen corrupto y socialismo, pero exige unidad social y de criterio, de lo cual nuestra ciudadanía adolece por años y años en los que maestros, medios y burocracia, han vendido el sofisma de régimen corrupto o socialismo. 

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