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¿Buscando un Bukele, o evitando un Bukele?
La política de ‘Paz Total’ ha sido un relativo fracaso, por manera que el narcotráfico y las bandas ilegales siguen carburando parte de la violencia nacional.
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Domingo, 8 de Septiembre de 2024

La sociedad colombiana está enferma, casi como Estado fallido al analizar circunstancias: una pobreza que alcanza el 36% de la población (personas con menos de 435 mil pesos al mes); una deuda externa que supera los 196 mil millones de dólares, agudiza la crisis fiscal y niega el crecimiento; una corrupción que burla la imaginación, ante una ciudadanía impotente; una democracia distorsionada, que permite a los corruptos controlar instituciones; y una inseguridad escalofriante, dominada por narcotraficantes y bandas criminales cuyas estructuras se proyectan al plano urbano.

En ese espectro, la justicia penal parece inexistente, porque acumula procesos dejando una espantosa impunidad. Sin ley, el crimen prolifera.    

Se pensó que con Petro habría cambio, al menos frente a las desigualdades económicas y sociales. Pero casi nada, como tampoco disminución de la corrupción, que crece en espiral, ni en los niveles de impunidad. La política de ‘Paz Total’ ha sido un relativo fracaso, por manera que el narcotráfico y las bandas ilegales siguen carburando parte de la violencia nacional.

Ante este panorama, algunos creen que alguien como Nayib Bukele, presidente salvadoreño, sería la solución. El tema tiene resonancia en la derecha, al punto que delfines como Miguel Uribe Turbay cuentan con asesores de Bukele.

¿Por qué quieren seguirlo? El Salvador era rehén de pandillas que se habían consolidado en los últimos 30 años. Con 52 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2018, tenía la tasa más alta del mundo. Bukele lanzó el “Plan de Control Territorial” para combatir la criminalidad en 2019, y tres años después, la tasa ya era solo de 7.8 homicidios por cada 100 mil habitantes.

La legislación, que tipificó como terroristas a las pandillas en 2015, se fortaleció con la reforma al Código Penal y Procesal para criminalizar a sus miembros y cabecillas con penas respectivas de 20 y 40 años. Se construyó, además, el CECOT, una cárcel de máxima seguridad con capacidad para 40 000 reclusos.

 Nada ha sido fácil, ni en política interna, en consideración a los partidos, ni en mirada internacional, dado que distintas organizaciones cuestionan el régimen de excepción y las violaciones de derechos humanos que padecen muchos reclusos.

Detenciones sistemáticas sin pruebas, celdas hacinadas, palizas de los guardias, descargas eléctricas, muertes en las cárceles, y hasta abortos por falta de atención, son algunas irregularidades descritas en el reciente informe de la OEA que, no obstante, reconoce el daño causado durante décadas por las pandillas y el derecho del Estado a recurrir a medidas extraordinarias para combatirlas.  

Es un caso difícil de juzgar, porque entre la paz colectiva como valor, y los derechos y garantías individuales como propósito de las democracias liberales, debatieron filósofos como Rousseau, Locke, Hobbes, Kant y otros. La pregunta es recurrente: ¿es más importante el todo, o las partes? Entre filosofía y sociología son necesarios algunos puentes para entender la realidad.

Sin duda, ha habido horribles abusos en El Salvador y hay que denunciarlos. Sin embargo, como si aceptara esa represión, la sicología colectiva ha llevado al 91% de los salvadoreños a respaldar las políticas de Bukele, y al 83% a reelegirlo. Lo correcto sería combatir firmemente la criminalidad, sin las absurdas violaciones de derechos humanos. 

Bukele es bastante complejo. Militó en la izquierda, en el Frente Farabundo Martí, partido por el cual llegó a la alcaldía de San Salvador. En política exterior, su ajedrez lo muestra cerca de China y distante de Estados Unidos.

Pensar en un Bukele para Colombia mezcla algo de realismo y muchísimo populismo. La campaña sería incompleta, centrada en seguridad, dejando de lado aspectos trascendentales, verbigracia, empleo, educación, salud, justicia y reforma rural.

Finalmente, recordemos que un gobierno fuerte no es propiedad ideológica de la derecha. En la China actual, como en la antigua Unión Soviética, y en algunos regímenes árabes, la ley penal es o era implacable. Lo que es evidente es que Colombia no puede seguir con la actual justicia y su risible impunidad. El debate apenas comienza.     


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