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Bonnie y Clyde criollos
Era un muchacho que integraba una banda que atracaba dentro de los buses.
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Miércoles, 12 de Agosto de 2015

Antiguos comerciantes de la calle 13 con avenidas 6ª, 7ª y 8ª de Cúcuta me relatan que nuestro protagonista de muchacho integraba una banda que atracaba dentro de los buses que cruzaban por el sector.

De él conté en otra Croniquilla el fiasco que se llevó cuando le pusieron en un bus bolsas llenas de desperdicios de la cocina, pañales desechables y otras picheras, a ver si se le quitaba la maña de subirse a robar los mercados. De ello han pasado al menos veinte años.

El tipo es de mediana estatura – de unos 1,60 metros -, tirando a fornido, blanco. Hoy lo ven – y lo vemos - que transita por cualquier calle del centro –porque “trabaja” en el propio corazón de la ciudad y nunca en los barrios – con paso apresurado, caminar característico de los raponeros.

La Policía lo conocía en aquella época. Se supone que los policías de hoy también. Lo raro es que sigue suelto y en el mismo oficio. Yo ya lo conozco. Ya lo identifico de tanto que una señora amiga me lo ha mostrado.

La otra peculiaridad es que anda acompañado de una mujer. No se sabe si es su esposa o su amante, su tía, su mamá o su hermana. Lo más probable es lo primero. Está joven todavía.

La dama no digamos que luce ningún vestido pues, como su compinche, vive  desaliñada. Seguramente la profesión no le ha dado plata al hombre para comprarle ropita. ¡En tanto tiempo!

Son mancornas. En donde está el uno está el otro. Pero del brazo o agarrados de la mano nunca se les ve. Se hacen los extraños. Parecen el Correcaminos de la televisión: ya los ve uno por la avenida 5ª bajando de la Gobernación cuando al momento van por el Palacio Nacional y luego mimetizados en la multitud de la avenida 6ª.

Ella camina tras él. O él por un andén y ella por el del frente. En estos días  mi amiga y yo no veíamos sino al tipo solo en una panadería y nos extrañaba no ver a la vieja. Eso era imposible. Nuestra curiosidad la buscó y pronto la descubrimos. Lo estaba esperando en la esquina.

Cuando uno ve pasar raudo al hombre y a la mujer detrás, ¡ojo con el reloj, el celular  y las joyas y ojo con los bolsillos que algún parroquiano va a caer! ¡O ya cayó!

Son los Bonnie y Clyde criollos, pero sin la crueldad de aquellos.

orlandoclavijotorrado@yahoo.es

 

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