El deseo de muchos padres podría ser que sus hijos no atraviesen por las vicisitudes que les ha tocado vivir, y librarles en lo posible de tropezar con infortunios. Sin embargo, es bien sabido que al llegar a este mundo, no vienen con un cúmulo de experiencias previas que les ayuden a enfrentar los nuevos retos.
Cuando estudiamos medicina, los profesores de pediatría acostumbraban a decirnos “los niños no son adultos chiquitos”, es decir, presentan sus propios síntomas y dolencias, por lo tanto, la conducta médica y los tratamientos son muy específicos. Lo mismo sucede en lo que a salud mental se refiere, al nacer, no cuentan aún con estrategias de afrontamiento para resolver las dificultades, algo que generalmente se va adquiriendo a medida que crecen y maduran.
Hoy en día, la capacidad psicológica de ajustarse a las desgracias se conoce como resiliencia, representada por una adaptación emocional que lleva a la búsqueda de nuevos caminos cuando otro se cierra.
Es aquí donde nos preguntamos, ¿qué tan necesario es que nuestros hijos aprendan las lecciones de la vida?, que tengan una mascota, la cual deberá morir, que no se les pueda comprar ese teléfono carísimo, o que sus amiguitos les “traicionen” cuando menos se lo esperan. Eso, aunque no lo parezca, resulta importantísimo para el sano desarrollo de su personalidad.
Entonces hablamos de frustraciones. Algunos psicólogos y psiquiatras escriben en las historias médicas, baja tolerancia a la frustración, aun cuando esto no es un diagnóstico, haciendo referencia a que las conductas de rebeldía, impulsividad, intolerancia e incluso hetero y auto agresividad (hacerse daño) tienen que ver con un mal manejo de la frustración, en otras palabras, que las cosas no salen como ellos quieren.
Debemos reconocer que por mucho que protejamos a nuestros hijos, en un futuro se enfrentarán a un amor imposible, perderán en el juego, los jefes les harán malas pasadas, y casi ninguno será millonario, por lo que no podrán comprar todo lo que se ofrece en las propagandas de televisión, ni tampoco ganarán en los concursos de canto (aunque cuenten con el talento), etc., y no estaremos allí para ayudarles.
¿Con qué herramientas emocionales van a contar para defenderse en la vida cuando las cosas no salgan como se espera?, en parte con lo que les podemos enseñar, “mira hijo, la vida es así, y si no se puede, pues no se puede”. Tendrán que buscar otras alternativas o sencillamente aceptar las circunstancias y olvidarse del asunto, porque ya aprendieron que una mala jugada del destino no es el fin del mundo, que no pasa nada y hay que seguir adelante, ya vendrán tiempos mejores.
No estamos siendo malos padres al no salir corriendo a medianoche por un helado de chocolate porque al niño se le antojó a esa hora, o dejando de adquirir un bien familiar para comprarle el último dispositivo electrónico, bajo el riesgo de que se ponga a llorar en el piso o deje de hablarnos durante un tiempo, o lo que es peor, que nos diga que no nos quiere… ¿qué es eso, por Dios?
Son merecedores de nuestro cariño, amor y respeto, que no les falten sus necesidades básicas y complacerlos con lo que podamos, eso también es importante, premiar sus esfuerzos, pero hay cosas que son inalcanzables, a esas son a las que me refiero.
En definitiva, hay que aprender a tolerar las frustraciones como parte de nuestro desarrollo, porque después de todo, “♫♫ los caminos de la vida, no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como yo creía ♫♫”.