Esta semana que termina, la Gobernación del Norte de Santander celebra su ya acostumbrado Festival de Colonias, donde todos los municipios muestran a la ciudadanía una gran variedad de su folclor, belleza, gastronomía y cultura.
Al mismo tiempo, la Alcaldía de San José de Cúcuta conmemora las ferias y fiestas de la ciudad, que, luego de 5 años, regresan a las calles para amortiguar tanta problemática en la que convivimos.
Esto me llevó a preguntarme por qué a través de la historia debemos celebrar y compartir. Una fiesta o celebración es un acto o evento de carácter grupal organizado de forma pública o privada, en cuyo desarrollo se comparte tiempo y espacio por parte de los participantes y que se asocia al ocio y la diversión.
El vocablo “fiesta” es una voz patrimonial cuyo origen latino es “festa” (forma plural de “festum”), que viene de “festus” (festivo) y aparece muy pronto en las lenguas romances. Las fiestas, como actos sociales, han cambiado a lo largo de la historia de la humanidad; han tenido crisis, algunas han desaparecido, otras han cambiado tanto que es difícil relacionarlas con las fiestas de las que se originan, y casi todas varían,de acuerdo con los cambios sociales y culturales de los imaginarios colectivos.
También se ha alterado la semántica de la fiesta, es decir, el objeto celebrado, pasando a una secularización y autorreferencia, en busca de autenticidad del núcleo originario o, inclusive, a una patrimonialización y autentificaciones históricas de la fiesta. Algunas otras han cambiado el sujeto y organización social, dando lugar a un proceso de democratización e individualización de la fiesta, como es el caso de las fiestas asociacionistas (debidas a una movilización social de base), al surgimiento de la política de la fiesta, la emergencia de nuevas identidades o las fiestas de comunidades imaginadas o virtuales.
La fiesta rompe con la rutina de la vida cotidiana, tiene carácter constitutivo del tiempo social, diferenciándose entre fiestas cíclicas y fiestas ocasionales, entre aquellas que componen un sistema, dando lugar a un orden en la duración de la vida social, y aquellas que son fruto de una excepcionalidad, aunque simbolizan la irrupción de unos determinados poderes, mensajes o eventos.
Nuestro país es un territorio que 365 días al año celebra diversas formas. La fiesta en Colombia ha servido para cohesionar comunidades. En la era primitiva, por ejemplo, a través de ceremoniales que se relacionaban con la naturaleza, con sus cosmogonías y creencias religiosas y con aspectos sociales de la vida colectiva; escenificar ceremonias de fidelidad, de lealtad y vasallaje en la Colonia; construir un mundo de religiosidades y de fiestas patronales proveniente de la sociedad española; crear héroes; imaginar la patria, la Nación y la República; celebrar la abolición de la esclavitud; festejar la derrota del otro en las guerras partidistas del siglo XIX y XX; aclamar el hispanismo; defender los derechos de los trabajadores; escenificar prácticas culturales en las regiones a través de carnavales y de festivales; festejar a los estudiantes a través de sus propios carnavales; dar vivencia a la cultura urbana y a la campesina y más recientemente, para visibilizar a través de actos de memoria, las víctimas de un conflicto armado de más de 50 años de duración o los actos de conmemoración, así como propiciar espacios para dejar ver los grupos étnicos y poblacionales minoritarios.
Hoy Norte de Santander y Cúcuta está de ferias y fiestas;celebraciones que nos deben llevar a profundizar más nuestro sentido de pertenencia y a transformar las ya negativas noticias y convertirlas en progreso social.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion