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Algunas reflexiones sobre las elecciones territoriales
Antioquia y Santander son los dos departamentos con tendencia a apoyar candidatos más tradicionales.
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Miércoles, 8 de Noviembre de 2023

Empiezo recordando lo dicho en columnas anteriores, las elecciones regionales y locales no se pueden considerar un plebiscito, ni a favor ni en contra del gobierno nacional, ni ahora ni en el pasado; estas elecciones responden a dinámicas locales o regionales, a no ser que el gobierno nacional se involucre o se deje involucrar –caso la disputa por el tema de la primera línea del metro de Bogotá-.

Otra cosa es que como resultado del análisis detallado de resultados se concluya que determinadas fuerzas o coaliciones políticas, amigas u opositoras del gobierno ganaron o perdieron posiciones en corporaciones públicas territoriales o en gobernaciones o alcaldías, pero para ello todavía es temprano. No es por lo tanto adecuado hablar de voto de apoyo al gobierno nacional o al Presidente, o voto de ‘castigo’.

Igualmente, como lo señalamos, en estos certámenes electorales en nuestro país, se ha venido generalizando la idea de que todos los perdedores –siempre hay varios candidatos en estas condiciones- desconocen o ponen en duda los resultados, con aparentes o reales argumentos de ‘fraudes’ o manejos no claros –especialmente cuando los resultados son apretados-, que reflejan, de una parte una creciente desconfianza en la institucionalidad electoral, pero igualmente, la incapacidad de reconocer las derrotas –en democracia se puede ganar o perder por un voto-. Pero acá todos se proclaman como vencedores.

En las elecciones de gobernadores y alcaldes de ciudades capitales predominaron las coaliciones entre partidos o fuerzas políticas o lo que ahora se denominan los ‘co-avales’. Esto lleva a que muchos pueden reclamar ‘triunfos’ que realmente son compartidos en las diversas regiones con varias otras fuerzas políticas. Por ello no es fácil precisar cómo le fue electoralmente a cada partido o fuerza política. Es en las listas de concejos municipales –las que expresan mayor votación- y de asamblea departamental donde se puede aproximar esto o en el origen político del candidato.

Podríamos decir, combinando los resultados preliminares de concejos municipales y gobernaciones, que las fuerzas políticas más votadas fueron, en su orden, el Partido Liberal, el Partido de la U, la Alianza Verde y el Pacto Histórico.

Es evidente que la diversidad de fuerzas políticas y de la cultura política predominante en las diversas regiones, explica por qué se dan resultados que en ocasiones van contra lo que desearían los más ‘progresistas’ o los más ‘racionalistas’, porque el comportamiento electoral en cada región tiene explicaciones diversas; Bogotá, por ejemplo, ha elegido alcaldes de orientación política distinta y en ocasiones opuesta a la del presidente en las últimas dos décadas; Antioquia y Santander son los dos departamentos con tendencia a apoyar candidatos más tradicionales o si se quiere, de derecha; en varios departamentos de la Costa Caribe hay estructuras políticas asociadas a los partidos tradicionales que tienen una gran capacidad de influir sobre el electorado; Nariño es un departamento donde el voto cercano a candidatos del antiguo M-19 ha predominado desde la gobernación de Antonio Navarro Wolff y luego con líderes afines; en Magdalena el ex gobernador Carlos Caicedo ha venido consolidando una estructura política muy eficaz.

El desafío ahora es la capacidad de concertar programas de gobierno.

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