“Yo soy aburridísimo: creo en la vida, creo en los demás, creo que este cuento hay que lucharlo por la gente, creo en un país en paz, creo en la democracia, creo que lo que pasa es que estamos en malas manos, (pero)creo que esto tiene salvación”
Jaime Garzón Forero (1960 -1999)
Veinticinco años pueden parecer poco tiempo cuando se trata de transformar un país que lleva mas de medio siglo en guerra. La transición del miedo y la exclusión hacia un estado de confianza y respeto requiere una profunda convicción de que la realización personal solo es posible cuando se avanza de la mano con la sociedad y las instituciones que la sostienen.
Ese fue el camino que Jaime Garzón eligió, empleando su voz única como humorista y activista para promover un cambio hacia una paz verdadera. Su talento y convicción lo convirtieron en un líder intelectual y moral en Colombia, un mediador que logró la liberación de secuestrados,participando, por ejemplo, en la difícil negociación para liberar a las victimas del secuestro masivo en una iglesia en Cali.
En sus actividades de mediación, Jaime interactuaba con miembros de la cúpula de las FARC y el ELN. Así, comprendió rápidamente que el conflicto armado en Colombia no era tanto un enfrentamiento ideológico por el poder político, sino un 'negocio' perverso donde se tejen alianzas y enemistades inverosímiles. Por ello,Jaime intentó acercar diversos sectores y propiciar diálogos que generaran marcos de entendimiento y colaboración para salidas negociadas del conflicto armado.
Estas actividades lo convirtieron en una figura incómoda para ciertos sectores militares que lo acusaron de ser aliado de la guerrilla y lucrarse económicamente por las liberaciones que gestionaba. Como resultado, sicarios enviados por Carlos Castaño acabaron con su vida el 13 de agosto de 1999. Posteriormente la periodista Claudia Julieta Duque descubrió que el DAS encubrió el asesinato y proporcionó información crucial para su ejecución.
Dos semanas después de la muerte de Garzón ocurrió la primera masacre de La Gabarra. En la noche del sábado 21 de agosto de 1999, 200 paramilitares incursionaron en este corregimiento de Tibú. Cortaron el suministro eléctrico y, en la oscuridad, acabaron con la vida de al menos 38 personas. Muchos masacrados eran líderes sociales que, por vivir en una zona de conflicto, fueron injustamente acusados de pertenecer a grupos guerrilleros.
Veinticinco años no han sido suficientes para traer justicia por el crimen de lesa humanidad en el caso de Jaime Garzón. Tampoco han sido suficientes para reparar a las víctimas y sobrevivientes de la Gabarra que hoy en día aún padecen los rigores de la guerra.
Pero, veinticinco años tampoco apagaron la voz de Jaime ni extingieron el clamor de los Catatumberos por justicia ambiental y seguridad alimentaria. Al contrario, el legado de Garzón se ha multiplicado en miles de voces que, inspiradas por su lucha, continuamos buscando la paz de Colombia. Las ideas que intentaron silenciar con su asesinato han florecido en la juventud colombiana.
Y en La Gabarra, las comunidades no solo resisten; más bien, la vida se abre camino con la firme determinación de construir un futuro donde la memoria y el territorio se conviertan en el centro de todas las decisiones. Este es el legado vivo de nuestros mártires en un país que, herido y sangrante, persiste en la lucha con renovada fuerza, transformando el dolor en esperanza y el miedo en acción.
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