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24 años después
El último año ha sido intenso en el país, con una pandemia que parece no tener final.
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Domingo, 8 de Agosto de 2021

 

Hola papá: hoy es 7 de agosto, y como siempre sucede desde hace 24 años, me siento frente al computador con la pantalla en blanco y pasan minutos eternos en los que no sé como empezar a contarle del último año. Imágenes y recuerdos se acumulan, mientras la tristeza y nostalgia aparecen al comprobar que un vacío tan grande nunca se llena. Aún recuerdo la felicidad con que salimos ese 7 de agosto desde Atenas hasta el Canal de Corinto, con María Cristina y Daniela, con apenas dos añitos, a pasar unos días de descanso de puente, que se convirtió en el más horroroso de mi vida.

El último año ha sido intenso en el país, con una pandemia que parece no tener final. La ausencia de liderazgo presidencial, el déficit de diálogo social y su incapacidad de atender y entender las movilizaciones de los jóvenes antes de la pandemia, en noviembre del 2019, nos condujo a un clima de indignación ciudadana que provocó un masivo, histórico y prolongado estallido social desde el 28 de abril. En este último año, papá, vivimos la tragedia perfecta: la pandemia más grave y letal que haya afectado a la humanidad en el último siglo, las protestas y movilizaciones sociales más grandes desde el Bogotazo en 1948, enfrentadas por el gobierno más incompetente y el presidente menos preparado para semejante responsabilidad. 

Con ese panorama nacional, desde hace un tiempo nos comenzamos a reunir un grupo de dirigentes de distintos orígenes y trayectorias para conversar sobre la coyuntura del país y preocupados por su futuro. Encontramos muchas coincidencias y finalmente conformamos la Coalición de la Esperanza, que se ha convertido en una opción de cambio para los colombianos, alejada de los extremos, con liderazgo colectivo y espíritu de equipo. Con Humberto de la Calle, Ángela María Robledo, Jorge Enrique Robledo, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y el partido verde, avanzamos en la construcción de una propuesta programática y ética.

En lo regional quiero contarle que nuevamente vivimos una ola de violencia parecida a los momentos de su asesinato. El deterioro de la seguridad es evidente ante la mirada impotente de la gente y la incapacidad de las autoridades. Los graves atentados contra la vida del Presidente y la Brigada del Ejército demuestran el fortalecimiento de las organizaciones ilegales. Y en este desolador panorama, el gobierno insiste en su torpe posición en las relaciones con Venezuela y los pasos fronterizos legales se mantienen cerrados.

Como siempre papá, el espacio nunca alcanza para actualizarlo. Termino con muchas imágenes que se acumulan, al tiempo que el alma se entristece. Pienso en tantos momentos que pasamos juntos. En el interminable viaje que nos llevó hasta Irak para conocer a Arafat y su emoción ese día; en las caminatas por los Inválidos en Paris; en las noches de tertulia en la cafetería El Virrey en el Tequendama; en los recorridos por los populares barrios liberales de Cúcuta como Carora y San Miguel, donde nos parábamos en cualquier esquina a tomar una cerveza con sus amigos; en las celebraciones familiares de navidad con toda la familia, muy pequeños, en la casa del tío Azis y después de Yesmín. Usted disfrutaba en todos los escenarios. Esa sencillez era su gran virtud, entre tantas. Ahora todos unidos acompañamos y cuidamos a mi mamá, que está muy bien y disfruta cada vez más de sus nietos, alegría que a usted le quitaron los asesinos que en forma salvaje y bárbara acabaron con su vida esa mañana del 8 de agosto de 1997, que jamás olvidaré. Dice García Márquez en una bella frase, que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla”. Nada más cierto. En mi caso, los primeros 32 años de mi vida están llenos de recuerdos de una vida feliz gracias a usted, a sus enseñanzas. Gracias querido papá y hasta el próximo año, que cumpliremos un cuarto de siglo sin su presencia.

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