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Colombia
Pólvora en diciembre: un riesgo silencioso para la salud física y emocional de las mascotas
El uso de pólvora en diciembre dispara estrés, pánico y accidentes en mascotas. Psicólogos advierten afectaciones físicas y emocionales tanto en los animales como en sus cuidadores y piden prevención durante las celebraciones.
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La opinión
La Opinión
Lunes, 22 de Diciembre de 2025

Mientras buena parte del país celebra las fiestas decembrinas, miles de animales domésticos y silvestres enfrentan una temporada marcada por el miedo, la desregulación fisiológica y el riesgo físico. El aumento del uso de pólvora no solo deja lesionados humanos: también dispara episodios de ansiedad, pánico y accidentes en perros, gatos y fauna urbana, cuya sensibilidad auditiva y neurológica supera con amplitud la humana.

Aunque en varios departamentos la comercialización y manipulación de pólvora están prohibidas, las celebraciones tradicionales —desde el Día de las Velitas hasta Navidad y Año Nuevo— continúan acompañadas por explosiones que alteran la tranquilidad de hogares y entornos. Para los animales, esos estruendos no son un festejo: son amenazas que activan respuestas extremas de estrés.

De acuerdo con Laura Vanessa García Gualdrón, Representante Regional del Campo Psicología de la Salud del Capítulo Bogotá y Cundinamarca del Colegio Colombiano de Psicólogos (Colpsic), “cada temporada festiva se incrementan los reportes de pánico, extravío y lesiones en animales de compañía, un fenómeno que obliga a reforzar el llamado a la prevención y al cuidado responsable dentro de los hogares. El organismo del animal, al percibir una amenaza intensa, prioriza la supervivencia y reduce la capacidad de autorregulación, lo que aumenta el riesgo de accidentes, caídas, golpes, fugas y eventos cardiovasculares”.

La reacción fisiológica es comparable al estrés por pánico en humanos: taquicardia, respiración acelerada, hipervigilancia y sensación de amenaza inminente. Aunque muchos cuidadores identifican el nerviosismo evidente —jadeo, temblores, búsqueda ansiosa de contacto— otros síntomas pasan desapercibidos: pupilas dilatadas, tensión muscular, aislamiento o lamidos compulsivos. Estas señales pueden escalar con rapidez hacia episodios de activación extrema, con consecuencias físicas como vómito, diarrea, desmayos o colapsos cardíacos.

El riesgo es mayor cuando los animales están al aire libre. El miedo puede desencadenar huidas sin dirección —un instinto de autopreservación— que termina en atropellamientos o pérdida del animal. También se han documentado conductas impulsivas como romper puertas, lanzarse por balcones o refugiarse en espacios peligrosos. No es desobediencia: es una respuesta neurobiológica desbordada, semejante al bloqueo traumático observado en humanos.


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El impacto emocional también alcanza a los cuidadores, quienes pueden experimentar culpa, impotencia y ansiedad anticipatoria frente a las fechas festivas. La hipervigilancia constante, la alteración del sueño y el miedo a posibles accidentes transforman la celebración en un periodo de tensión emocional dentro del hogar.

Frente a este escenario, Colpsic insiste en la prevención y en reconocer señales de alerta. Entre las recomendaciones principales, García destaca:

● Mantener una actitud calmada, pues los animales modelan el estado emocional del cuidador.
● Ubicar a la mascota en un espacio seguro, oscuro y silencioso.
● Aplicar presión suave o contención física si el animal lo permite, como técnica de regulación.
● Reducir estímulos sensoriales.

El llamado final es claro: diciembre puede ser una fiesta humana, pero para los peluditos se convierte fácilmente en una amenaza sonora. La responsabilidad, dicen los expertos, empieza por reconocerlo.


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