Las basuras abundan en el ambiente y del manejo que de residuos orgánicos e inorgánicos se haga, dependen los ambientes saludables, esenciales para la vida en la Tierra.
Con la creencia de que pueden gestarse cambios culturales y buscando aportar al manejo adecuado de los residuos, dos cucuteños idearon un modelo que ha sido probado con éxito en siete departamentos y llega a Norte de Santander.
Ellos, Carlos Vergel y Liliana Vergel, creadores de la Fundación Manejo Integrado del Medio Ambiente (Mima), empezaron a consolidar la iniciativa social en 2008, apostándole a tres líneas: agricultura y biotransformación urbana y rural, granjas integrales sostenibles y manejo integrado de residuos sólidos.
(El proyecto provee empleo formal en los territorios colombianos donde se ha ejecutado.)
En Cúcuta ejecutaron un proyecto de agricultura y al no ser profetas en su tierra, encontraron eco en Chocó, Atlántico, Bolívar, Sucre, César, Magdalena y Antioquia.
En San José del Sacó, corregimiento del municipio Juan de Acosta, en Atlántico, se ejecutó el piloto del modelo, en 2010.
“En el país hay más de 6.500 zonas abandonadas por el Estado y en la mayoría arrojan las basuras a fuentes de agua. Estamos hablando 10.000 toneladas diarias”, dijo Carlos Vergel.
El modelo diseñado por los cucuteños avanza en cuatro fases. La primera dura entre 4 y 6 meses y en ella se hace un diagnóstico. Si las comunidades están de acuerdo se firma un acta y para ello se va casa a casa.
En esta fase se encuentran trabajando actualmente en Toledo. Hasta allí llegaron por invitación de Ecopetrol y cuentan con el apoyo de la Gobernación, de Corponor y la Alcaldía.
En esta fase se evalúa el terreno donde podría construirse la planta y se detalla el presupuesto. “Se tiene un padrino que aporta el recurso y debe quedar garantizada la bolsa”.
En la segunda fase, de 12 meses, se construye la planta y se compran equipos. La operación es hecha por el personal de Mima y se vincula a la comunidad para que se capacite.
El proyecto tiene la ventaja de tener en un mismo espacio el acopio de basuras, previamente separadas. Los reciclables se organizan para la venta y los orgánicos se trituran y se ponen en camas donde centenares de lombrices transforman los restos en abono orgánico.
(El proyecto incluye formación a las comunidades para que sean los operadores de las empresas comunitarias.)
En la tercera fase, de 12 meses, se lleva el proyecto a un punto de equilibrio económico. Para mantenerlo se generan ingresos por tarifa, generalmente de 2.000 pesos semanales, por venta de reciclables y de abono orgánico.
La última fase, de 12 meses, es de seguimiento y control. Se supervisa el funcionamiento, se crea la junta directiva y el esquema de control y gobernanza.
“El modelo aprovecha hasta el 90 por ciento de las basuras que se producen en un pueblo. En zonas de estratos 1 y 2, el 80 por ciento son orgánicos, que son los que más problemas generan en los rellenos sanitarios por olores, lixiviados, gases, moscas y roedores”.
(En Quibdo (Chocó) la planta de biotransformación se construyó en la zona contigua al botadero de basuras Marmolejo.)
El proyecto se convirtió en ejemplo de aprovechamiento de residuos y de como las buenas prácticas ambientales mantienen el equilibrio en la Tierra.