Cuando los demás niños de la clase hablan sobre sus hermanos, Karen guarda silencio. Mientras sus compañeros hablan de cómo juegan con sus hermanos mayores o menores, ella interrumpe la conversación y les dice: al menos yo no tengo que compartir mis juguetes ni a mis padres.
Esta escena es más común de lo que se cree y más aún en los hogares donde errónea o inconscientemente los padres hacen que sus hijos se sientan el centro del mundo dándoles miles de detalles sin importar el precio, accediendo a todos sus caprichos y siendo completamente permisivos con ellos.
Aunque esto no quiere decir que todos los hijos únicos se comporten de esta manera, depende de los padres y de las pautas de crianza que apliquen, que sus hijos lleven o no este rótulo.
La sicóloga Paola Rojas asegura que esta es la era de los hijos únicos. La situación económica, el incremento de los costos de vida y la entrada de la mujer en el ámbito profesional y laboral han hecho que las parejas opten por tener el menor número de hijos posibles, dejando atrás la larga descendencia que arrastraban sus abuelas y bisabuelas, con siete y hasta 12 hijos.
El año pasado la tasa de fecundidad en Norte de Santander fue de 2,4, según datos del Ministerio de Salud; 50 años atrás la tasa era de 6,7 en el país.
Más allá de la notoria disminución en las cifras de fecundidad, Rojas dice que es hora de que la mala fama de los hijos únicos se acabe y se empiece a trabajar desde el hogar para fortalecer las relaciones de los niños con el resto de la familia y su entorno. Para ello es esencial elaborar un plan integral que le permita al niño compartir con otras personas de su edad.
La sicóloga asegura que la relación hijo único, niño egoísta o malcriado es un mito y está mandado a recoger y, si se llega a dar, se debe tener en cuenta que esta situación la propició el padre, y no el hijo, por en el afán de suplir los vacíos o necesidades que ve en su pequeño por el hecho de no tener con quién jugar en casa a pesar de la montaña de juguetes que tiene.
“Hay muchos de estos niños que aunque no tienen hermanos crecen y se educan al lado de primos formando un lazo muy fuerte”, explica.
No darle cabida a la soledad y elaborar un plan que le permita al niño desarrollar actividades lúdicas, pedagógicas, recreativas, deportivas o culturales en su tiempo libre es otra de las estrategias a la hora de hacer amigos y socializar.
¿Y cuando hay bebé a bordo?
Cuando los padres deciden agrandar la familia deben darle a entender al pequeño que llegará un nuevo miembro al núcleo familiar y no lo hará para desplazar, reemplazar o robar el cariño que ellos le tienen a su primogénito.
“Hay que hacerles entender que de ahora en adelante va a compartir el cariño y el amor familiar y esto no implica que el amor de los padres hacia él disminuya en lo más mínimo”.
Según los expertos, la relación con los hermanos es la más larga que existe y da mucha estabilidad y seguridad.
Rojas asegura que los errores que más cometen los padres con los hijos únicos son: la sobreprotección, aunque también se da en padres que tienen más de un hijo. La permisividad y la complacencia de todos los caprichos de los hijos es otra de las faltas más sobresalientes.
Finalmente, en cuanto a la pregunta ¿es bueno o no un solo hijo? Rojas responde que esto depende únicamente de las pautas de crianza con el niño.
“Si se ha hecho un buen trabajo en la crianza, primando la educación, el amor y el cariño, no habrá problemas a futuro con estos niños, por el contrario serán personas con un sólido proyecto de vida y buenas relaciones interpersonales”.
Tarea para la casa
Es necesario y casi que obligatorio demostrarles amor, cariño y a apoyo a los hijos, sin importar si son uno, dos, tres o más.
A pesar de las obligaciones propias de la actividad laboral procure sacar un espacio diario para hablar con sus hijos y compartir ratos de ocio y recreación.
Realice una autoevaluación con sus hijos a través del diálogo. Hablen sobre qué aspectos deben mejorar para afianzar aún más lazos de afecto.
Tener confianza en los hijos acrecentar sus aspectos positivos y realza sus cualidades.
Enséñales que no son perfectos y también se pueden equivocarse y a levantarse de nuevo.
Permítales tomar sus propias decisiones, siempre y cuando asuman las consecuencias de las mismas atribuyéndoles responsabilidades de acuerdo a su edad.