Que la vacuna contra el COVID-19 fue desarrollada muy rápido y les genera desconfianza. Que pretenden inyectar un chip por medio de la aplicación para controlar a la población. Que las nuevas tecnologías utilizadas para crear las vacunas cambiarán el ADN de las personas. Que uno de los efectos secundarios de las dosis son notorias mutaciones en el cuerpo.
El listado de lo que puede pasar si alguien se aplica la vacuna contra el COVID – 19 es un rosario de creencias que circulan en redes sociales y que ha llevado a algunos sectores de la población a mostrarse apática ante los anuncios de la llegada de las dosis al país.
Pero el problema es grande, pues a días de que comience la vacunación en Colombia, prevista para febrero, el porcentaje de la población que desconfía de las vacunas contra el COVID-19 o que no tiene la intención de vacunarse no es un número menor.
Según la más reciente encuesta de Pulso Social del Dane, con corte a noviembre de 2020, ante la pregunta: “en caso de que se encontrara disponible, ¿estaría usted interesado/a en aplicarse la vacuna en contra del coronavirus?”, el 44,2% afirmó que no estaría interesado en ponerse la vacuna, frente a un 55,8% que sí lo haría.
Entre los hombres, 60,2% se aplicaría la vacuna, mientras un 39,8% contestó de manera negativa al cuestionamiento. En las mujeres, 53% contestó que sí.
En cuanto a las razones por las que la gente no está interesada en vacunarse, 56,2% asegura que por la creencia de que la vacuna puede ser insegura por sus potenciales efectos adversos. Otro 19,9% no se vacunaría aduciendo que no la consideran lo suficientemente efectiva.
Los resultados arrojaron, además, que la gente no se vacunaría porque consideran que es un mecanismo para manipular personas (9,7%), porque ya estuvo contagiado del coronavirus y se recuperó (3,6%), no cree que el coronavirus sea peligroso para su salud (1,7%) o está en contra de las vacunas en general (1,5%).
Por ciudades, Cali, Ibagué, Bucaramanga y Cúcuta son las ciudades en las que hay mayor rechazo a la vacunación contra el COVID-19. En Cali, 57,4% afirma que no se vacunaría. En Ibagué, un 50,9% no se aplicaría el biológico. Y en Bucaramanga y Cúcuta ese porcentaje es del 48,6% y 48%, respectivamente.
Al contrario, los lugares con mayor disposición para vacunarse son Quibdó (72,0%), Santa Marta (71,6%) y Pasto (69,2%). En otras capitales importantes como Medellín, la disponibilidad para vacunarse es del 65%, mientras en Bogotá es del 59,8%.
Pero ese temor, dudas y mitos frente a la vacunación contra el COVID-19 está fundamentada en cadenas de Whatsapp, mensajes alarmantes en redes sociales o por la falta de más información sobre cómo funcionan las vacunas. Por eso, COLPRENSA reúne algunos de los principales mitos y dudas sobre las vacunas contra el virus, desmentidas y explicadas por científicos y expertos.
Mito 1: La vacuna va a cambiar el ADN y la genética de las personas. Incluso, puede generar mutaciones
El mito que afirma que estas van a generar mutaciones surgió debido a que vacunas como la de Pfizer o Moderna utilizan una nueva tecnología que funciona con ARN mensajero (ácidos ribonucleicos mensajeros), por lo que algunos llegaron a afirmar que inyectando ARN podrían modificar nuestro ADN y nuestra genética.
Sin embargo, esto no es cierto. Según explicó María Fernanda Gutiérrez, especialista en virología y doctora en ciencias biológicas de la Pontificia Universidad Javeriana, es el ADN el que contiene el material genético de las personas y las vacunas, al contener ARN mensajero no pueden pegarse al ADN, es decir, no se insertan en el núcleo de la célula que contiene nuestro material genético, por lo que no pueden alterarlo.
Entonces, ¿cuál es la función del ARN mensajero? ¿Cómo funcionan entonces estas vacunas? Según explican en su página web los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), agencia del Departamento de Salud de los Estados Unidos, estas vacunas en lugar de inyectar el virus inactivo, como ocurre con otras, lo que hacen es enviar las instrucciones a las células para que produzcan una proteína, o una parte de la proteína del COVID-19.
Una vez el sistema inmune reconoce que hay un cuerpo extraño, como lo es la proteína del virus, el cuerpo comienza a producir la respuesta inmune y los anticuerpos necesarios para protegerse frente al COVID-19.
La vacuna, entonces, es una instrucción al cuerpo, en forma de ARN mensajero, para que este produzca una parte de la proteína del virus y posteriormente responda para protegerse frente a esta. Una vez esto ocurre, la misma célula se deshace del ARN mensajero, por lo que no hay riesgo de que produzca mutaciones ni de que se mezcle con nuestro código genético.
Mito 2: Por medio de la vacuna van a inyectar un microchip para controlar a las personas
La creencia del microchip en la vacuna tomó mucha fuerza en redes sociales. Sin embargo, los expertos afirman que esto es científicamente imposible. Según Gutiérrez, si esta teoría fuera cierta hace mucho tiempo hubiera ocurrido, teniendo en cuenta que recibimos vacunas desde muy pequeños.
Además, explicó, la vacuna se compone de partículas muy pequeñas que se miden en nanómetros, impidiendo que un microchip se pueda transmitir por esta vía.
“Estamos hablando de unas partículas que son nano, que son más pequeñas que nano, el virus se mide en nanómetros. Un microchip no se puede transmitir por esa vía, porque esto es lo más pequeño que uno puede tener”, enfatizó.
Mito 3: La vacuna es más peligrosa que la enfermedad. Mucha gente ha tenido alergias o puede morir por la vacuna
Varios ciudadanos se han quedado con titulares de noticias que afirman que las personas se desmayaron, tuvieron alergias u otras reacciones tras recibir la dosis.
Esto tampoco es cierto. Juan Manuel Anaya, doctor en Biología e inmunólogo, explicó que a la fecha se han aplicado más de 30 millones de dosis en el mundo y las manifestaciones alérgicas se han reportado en muy raras ocasiones: por lo menos en solo 11 personas de cada millón vacunado.
“Este tipo de manifestaciones son muy raras, 11 por cada millón de dosis. Y cuando ocurren, ocurren muy temprano, hacia los 15 minutos después de la vacunación. Por eso, se va a vigilar a los pacientes durante 30 minutos. En todos los casos en los que se han presentado alergias severas, el tratamiento médico resuelve los síntomas”, explicó.
La viróloga Gutiérrez también aseguró que, de hecho, la posibilidad de que una persona presente una alergia no está dada por la vacuna en sí, sino por potenciales alergias de una persona a los componentes de los que está hecha una vacuna.
“La vacuna per se, es decir, la molécula de RNA, no es una molécula que produzca ningún tipo de reacción. Los efectos son que le duele a uno el brazo, que se le pone un poco rojo, que a veces da un poco de malestar, pero eso son los malestares propios de la respuesta inmunológica, no de la vacuna, eso lo hace la respuesta inmunológica porque está reaccionando”, aseguró.
Por eso, síntomas como malestar, dolor de cabeza o dolor en el brazo pueden ser normales, no porque la vacuna sea peligrosa, sino porque es la respuesta inmunológica que asume el cuerpo al recibir un antígeno fuerte.
Mito 4: Las vacunas no son seguras porque fueron desarrolladas muy pronto en comparación con las de otras enfermedades
Sí es cierto que las vacunas se obtuvieron en un tiempo mucho menor al de otras vacunas que tomaron 10 años, 20 años o mucho más tiempo en ser aprobadas. Pero esto no significa que la vacuna sea peligrosa, ni que se haya abandonado el rigor científico para su desarrollo. De hecho, existen algunas razones que explican que el biológico se haya logrado en menos de un año.
Según Moisés Wasserman, bioquímico y académico colombiano, una de esas razones es que la tecnología de ARN mensajero ya venía siendo trabajada por algunas compañías farmacéuticas en su intento por desarrollar biológicos contra otros virus que se habían presentado como el MERS o el SARS, ambos reportados en los últimos 20 años.
“Nunca se había hecho una vacuna de RNA mensajero, pero eso no quiere decir que sea nuevo y que por eso estemos siendo conejillos de indias. No, lo que quiere decir es que esa vacuna ya venía en biotecnología muy desarrollada, simplemente no se había implementado porque no había una necesidad tan clara”, argumentó Gutiérrez.
La experta afirmó además que esas mismas enfermedades como el MERS o el SARS le permitieron a la ciencia ahorrar años de investigación, pues lo que hicieron fue tomar información de esos virus y hacer una pequeña modificación para el SARS CoV- 2, el virus del COVID-19.
Según Gutiérrez, una tercera razón por la que se lograron no solo una sino varias vacunas, es el hecho de que la tecnología actual le permite a la ciencia determinar mucho más rápido si la respuesta inmunológica es buena tras aplicar un biológico. Antes, la tecnología se demoraba un mayor tiempo en detectar las respuestas del sistema inmune.
Y una última razón tiene que ver con el dinero que hubo para financiar las etapas de desarrollo, pruebas y producción de vacunas. Según Anaya, “lo que sucedió fue un apoyo masivo multidisciplinario de los gobiernos y de la empresa privada a la investigación”.
Esa masiva inversión de las empresas y los gobiernos para encontrar una respuesta a la pandemia permitió cumplir varias etapas al mismo tiempo y obtener avances mucho más pronto.
“No se están saltando ninguna etapa. Al contrario, están haciendo todas las etapas, están detectando mucho la respuesta inmunológica con más agilidad y están utilizando unas tecnologías muy innovadoras”, afirmó Gutiérrez.
¿Qué hacer entonces para que la gente se quiera vacunar? Según Wasserman, lo primero es entender que, aunque la vacunación es voluntaria, no es solo una decisión de responsabilidad con uno mismo sino con los demás. El virus seguirá replicándose mientras no haya un número importante de personas resistentes a él, por lo que al vacunarse se cortan riesgos de transmisión.
“La gente sigue pensando que el problema no es con ellos. Ahí está el error: seguir pensando que el problema no es conmigo, motivo por el cual para qué me voy a vacunar si eso a mí no me da”, afirmó Gutiérrez.
Además, para la viróloga, es importante que como país se fortalezca la cultura científica y que se promuevan prontamente más campañas y más jornadas para que las personas aclaren sus dudas y temores sobre las vacunas y para que el ciudadano tome una decisión informada basado en la importancia de la vacunación para protegerse y para proteger a otros.