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El Catatumbo es un territorio que quieren ver como fracasado: obispo de Tibú
En entrevista con La Opinión, monseñor Israel Bravo Cortés, hace una radiografía del territorio en medio de la mayor crisis humanitaria por cuenta del enfrentamiento de dos grupos armados.
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José Luis Daza
José Luis Daza
Domingo, 23 de Febrero de 2025

Después de 23 años de trabajo en distintas parroquias de la ciudad y el área metropolitana, el 5 de noviembre de 2021 el padre Israel Bravo Cortés fue nombrado por el papa Francisco como el sexto obispo de la diócesis de Tibú.

Este nuevo cargo lo convertía en el primer sacerdote de Cúcuta en alcanzar esta alta distinción en la Iglesia católica colombiana. La nueva misión de este hombre de fe y entrega al servicio de los demás, era liderar esta jurisdicción de la iglesia de Norte de Santander marcada por años con múltiples problemáticas.

Desde hace tres años que asumió el encargo de pastor del evangelio ha enfrentado diferentes desafíos, pero también ha promovido el diálogo y la solidaridad entre los catatumberos en medio de las adversidades. Hace más de un mes la zona norte del departamento vive la mayor crisis humanitaria y de violencia por el enfrentamiento de los grupos armados ilegales que se disputan el territorio.

En diálogo con La Opinión, monseñor Israel Bravo, habla sobre el presente del Catatumbo, los males que le siguen aquejando y los caminos para ver la luz en medio de un panorama de violencia y tragedia humanitaria sin precedentes.

Hace más de tres años usted llegó a Tibú, su primera diócesis, ¿cuál es la radiografía que, como líder católico, tiene hoy del panorama que vive el Catatumbo?

Antes de llegar al Catatumbo, debo reconocer que siempre viví en Cúcuta, conozco Norte de Santander y el Catatumbo, eso me permite reconocer que la situación ha cambiado muy poco. El Catatumbo siempre ha sido un lugar de conflictos, de situaciones difíciles y de muchas necesidades.

Monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, su predecesor, afirmaba que el  ‘gran mal’ del Catatumbo es la hoja de coca, ¿comparte esta afirmación?

No es que no comparta esta afirmación, pero creo que los males del Catatumbo confluyen muchos. Cuando el Nuncio en Colombia me llamó para decirme que había sido designado por el papa Francisco  como obispo de Tibú, él me decía que la problemática era la falta de vocaciones. Yo le decía, no, señor Nuncio, allí confluyen todos los problemas de Colombia. Allí falta institucionalidad,  falta promover el campesinado, faltan vías, y evidentemente pues aparece el problema de la hoja de coca y de la producción de la pasta de coca. Que fue como la única alternativa que le fue quedando al campesinado frente a sus otras propuestas.

Yo estuve en el 2014 en una misión cuando era sacerdote con unos seminaristas en la comunidad   Karicachaboquira del pueblo Barí. Y en otras zonas rurales y el campesinado nos decía, aquí no nos está quedando otra alternativa que sembrar coca porque pues si uno siembra pan coger, eso nadie lo compra y si lo compran es a precio regalado.

¿Considera que los cultivos ilícitos han sido la condena para las comunidades de esa región?

Ha sido la condena para la región que todos volteen la espalda, que muchas de las inversiones que se pudieron hacer no se hicieron en su momento y que en el fondo hubiésemos dejado a los grupos al margen de la ley este territorio, que debe ser  tratado con más cariño, con más ambición y con más dedicación.

Muchas voces hablan de un fracaso de la institucionalidad en la guerra contra el narcotráfico. Esta lucha ha dejado muertes, desplazamientos, fortalecimiento de los grupos armados, ¿el Catatumbo está condenado al fracaso?

No creo que el Catatumbo esté condenado al fracaso porque es una región de muchas riquezas, al contrario, es un territorio que quieren ver como fracasado para que sigan haciendo lo que les parece.

Es un territorio con muy buen carbón, con muchas fuentes de agua, con selva, es un territorio con una gran biodiversidad. Con todas las posibilidades para la agricultura, para grandes cultivos que solamente ha sido olvidado, ignorado, que ha sido explotado de otra manera.

 

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También es una realidad que lo que vive hoy  el Catatumbo no es nuevo y por lo menos desde hace 50 años se habla de abandono estatal en este territorio, ¿se podría hablar de una suerte de anarquía en esta zona?

Pues sí, en río revuelto ganancia de pescadores dicen los dicen los abuelos y es un poco lo que pasa en el Catatumbo. Hay un abandono total del Estado, unas instituciones muy frágiles y muy limitadas. Lo que está más cerca en la parte alta del Catatumbo tiene un poquito tal vez de más institucionalidad, pero todo lo que son los municipios más bajos, como El Tarra y especialmente esas en zonas rurales se siente más el abandono del Estado.

¿Qué responsabilidad le asigna a la corrupción en esta grave crisis que se vive en estos momentos?

El motor de toda esta situación del abandono es la corrupción. Esta crisis obedece también a eso, a que todos los que tienen la posibilidad de invertir, de ver el territorio con unos ojos nuevos, a veces lo han hecho sobre todo en la parte estatal, la parte gubernamental buscando sus intereses.

He visto cuatro o cinco nombres a la vía que va de La Ye Astilleros, Tibú, El Tarra, Convención, La Mata, la han llamado, la vía del carbón, de la paz, ahora la transversal del Catatumbo, cambian de nombre y usted ve que eso no progresa, que el avance es muy limitado y como que todo eso nunca nadie ve la necesidad de invertirlo con realidad.

Somos una región sobre estudiada y los campesinos necesitan una fuerte inversión social, de unas mejores condiciones de vida, siempre se quedan en la mitad del camino, y evidentemente la corrupción a veces es como la que prima en medio del bienestar y del bien de todos.

¿La Iglesia católica había hecho alguna alerta o llamado buscando prevenir lo que hoy estamos viendo?

Sí, se habían hecho las observaciones y se había indicado que esto era posible. Se habían buscado los medios para que no se dieran las confrontaciones, pero siento que habían como unas decisiones y/o situaciones que ya iban generando de una u otra manera que el conflicto estuviera más cerca que nunca de que se fuera a presentar. Tal vez lo que no esperábamos era que fuera hacer un conflicto, o una situación tan trágica y dolorosa con toda la cantidad de muertos y desplazamiento que ha habido.

¿Se pudo evitar esta dramática situación que enfrenta hoy la región?

Creo que se trató de frenar, de evitar esta situación, se habló con los actores armados, se insistió, pero siento que ese pensar que no iban a pasar las cosas, siempre nos hace llenarnos de falsas esperanzas y expectativas.

Mientras no se invierta y no se piense en el territorio del Catatumbo, estas situaciones se pueden presentar. Es el  retorno de un mal que muestra el abandono, la falta de voluntad de todos, la necesidad de que realmente se mire con otros ojos las regiones y de manera especial esta región del Catatumbo.

 

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¿Qué papel cumple en estos momentos la Iglesia en medio de esta gran crisis humanitaria?

Nuestro trabajo es tratar de bajarle la fuerza a la guerra. Un trabajo humanitario de acompañar en los albergues, el rescate de personas que están siendo liberadas, ayudar a crear las rutas para construir espacios de respeto por la vida. Los sacerdotes están todos presentes en los diferentes caseríos, en las zonas donde tenemos parroquia, estamos acompañando y fortaleciendo las comunidades.

¿Ha habido alguna posibilidad de que ustedes como Diócesis logren tender puentes entre los grupos armados para ayudar a las comunidades?

Hemos ido tratando de crear estos puentes, pero creo que hay una decisión muy fuerte de uno de los grupos en dar una pelea a muerte y eso ha generado una fuerte tensión. El gobierno ha dicho que ahora va a hacer una fuerte intervención militar. La gente está tratando de regresar poco a poco a sus hogares, pero la situación sigue siendo muy tensa.

¿Y están abriendo diálogos entre los violentos?

Desde antes de la Navidad veníamos en ese esfuerzo de crear caminos de diálogo. Sin embargo, creo que las situaciones y los hechos que se dieron, especialmente la muerte de una familia, hizo que esto pues no se pudiera parar.

Hemos tratado es de crear caminos solidarios y fraternos, pero eso se ve un poco distante y nuestro esfuerzo es seguir trabajando para que se den las condiciones de un cese a la violencia y surja la paz en el territorio.

Si se da la posibilidad, ¿asumiría una mesa de diálogo para que cesen los enfrentamientos entre el Eln y las disidencias de las Farc?

Tenemos que advertir que como Iglesia ya estábamos en las mesas de diálogo que se tenían con el Eln y las disidencias de las Farc. Estamos abiertos a ayudar en lo que pudiéramos hacer con otros estamentos y organizaciones para seguir adelante. Se nos ha pedido ayudar en una comisión humanitaria con la ONU y con la Defensoría del Pueblo y también con los algunos presidentes de junta de acción comunal, con personeros municipales y las personas que están como en los territorios. Siento que en la región se sigue sintiendo el peso y la dificultad de esta guerra fratricida que vivimos.

Israle Bravo Cortes

¿Es la declaratoria de Conmoción Interior, que tiene una duración de apenas 90 días, prorrogables, la solución para el Catatumbo?

La voluntad del gobierno es una buena intención al querer llevar los recursos  al territorio. No sé qué tan viable sea que se mantenga, no soy un especialista en cosas de política, pero creo que se necesita es invertir en la región, habría que buscar el camino para hacerlo y el presidente consideró que este era el mejor camino.

Usted que está en el territorio, que conoce lo que pasa allí día a día, que vive y sufre las consecuencias de este conflicto, ¿considera acertadas las medidas que se han adoptado hasta ahora por medio de los casi 20 decretos expedidos?

No sé si se vayan a dar las cosas. Hasta el momento he visto que se han firmado decretos, que se han hecho muchas promesas y la confrontación armada sigue en el territorio y mientras eso no se logre frenar, estabilizar, esto seguirá siendo un buen anhelo y un buen deseo.

¿Ve condiciones para el retorno de las familias, de las comunidades que huyeron en medio de los enfrentamientos, especialmente de la zona rural?

Siento que las condiciones para el retorno de las familias mientras haya situaciones de guerra y de enfrentamientos no las hay.  Las familias están regresando poco a poco a medida que se van dando cuenta que en ciertos territorios el enfrentamiento se acabó, se fue empiezan a regresar.

Muchas lo único que tienen en su finca como sustento. Entonces, se han llenado de valor, han querido enfrentar ese miedo y terror que da la guerra y están tratando de volver a su territorio.

¿Fracasó la Paz Total del Gobierno Petro en el Catatumbo?

Creo que la intención  y el anhelo  de la paz como ya han dicho muchos analistas y lo han dejado ver le faltaron muchos elementos. Ningún esfuerzo de paz va a fracasar en la medida en que se progrese hacia ella y avancemos, evidentemente uno puede sentir como que el fracaso nos toca.

Cuando no se pasa de la de la promesa de las palabras a los hechos, termina siendo una realidad soñada, querida, anhelada, que siempre se nos escapa.

¿La Iglesia Católica también teme que haya una arremetida del Clan del Golfo en el Catatumbo?

Creo que más que pensar en un grupo en otro es que hay una violencia, que es cierta, real, que se ha sentido, dejando muertos, familias destruidas, personas desplazadas.

Creo que es muy importante que entendamos que no es a través de las armas, de matarnos, ni maltratarnos ni pisotearnos o creernos dueños de la verdad como vamos a salir de de esta situación. No es solamente es el Catatumbo, en muchas otras zona de Colombia hay situaciones muy parecidas.

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¿A quién encomienda la paz del Catatumbo?

Creo en Dios y le encomiendo al Señor que nos permite encontrar el camino para la paz. Le encomiendo mis esfuerzos, mis anhelos de seguir trabajando por esta región. Pido al Señor que le dé la gracia y la sabiduría al gobierno municipal, departamental, nacional para encontrar los caminos de hacer una verdadera y auténtica inversión, alejada de toda corrupción, de todo anhelo de quedarse con prebendas en los ejercicios de contratación. Que  tengamos la valentía de pensar en el bien de todos y no en el bien de unos pocos o en las ideologías de unos pocos.

¿Si pudiera dedicarle un sermón concreto y puntual sobre el olvido y el atraso que tiene el Catatumbo para quién sería?

Más que un sermón, creo que es una invitación sencilla que todos reconozcamos lo que nos falta por hacer por el Catatumbo y que lo asumamos.

Es necesario invertir en infraestructura, educación, en lo social para que nuestros hermanos del campo no tengan que buscar alternativas, incluso en el camino de la ilegalidad para poder tener sustento diario.

Creo que es un trabajo y un llamado para que tengamos los ojos bien puestos no solamente en esta región sino en muchas otras en lo que el papa Francisco suele llamar las periferias.

¿Hoy cuál es la opinión que usted tiene de la guerrilla del Eln?

Sigue siendo una convencida de la revolución en armas y para eso ha buscado la forma y la manera de sostenerse y ha entrado también en ciertas cosas ilegales que se mueven en el territorio. Esa consigna es una realidad que les ha costado dejar a un lado para construir un país sin armas y violencia.

¿El Eln perdió el legado de Camilo Torres para dedicarse al narcotráfico y/o traqueteo como lo dijo el presidente Petro?

Siento que ellos siguen sintiéndose muy fieles a la experiencia de Camilo Torres. En lo que yo he leído y escuchado parte de los discursos, es que Torres logró grandes cosas mientras fue sacerdote, un hombre activo en la vida política y social de la de la sociedad colombiana.

Pero una vez toma las armas, lo único que encontró fue el camino de la muerte y eso me ha servido, me ha ayudado a descubrir que las armas siempre nos van a llevar a un camino en el que todo se destruye.

¿Ve opciones de que el Gobierno siga negociando con este grupo guerrillero?

Se ve un panorama gris y oscuro para que se hagan las negociaciones, pero la iglesia siempre ha apostado a crear este espacio de diálogo. No es nada fácil, y las conversaciones se hacen entre distintos, entre enemigos que se reconocen como personas con capacidades para alcanzar un camino para el bien de todos.

El diálogo será una alternativa, a veces no será la más fácil, pero realmente es el camino en el que nos atrevemos a construir de una manera distinta la sociedad.

Ya son muchas las  oportunidades perdidas para que el Catatumbo viva por fin en paz, ¿volverá el Catatumbo a ver la luz?

Es una tarea de todos que el Catatumbo vuelva a ver la paz y vuelva a encontrarla. Las luchas que se han dado muestran que realmente siempre el camino de la guerra, de la confrontación armada genera mucha desolación, tristeza, miseria y zozobra.

La luz para el Catatumbo o cualquier región de Colombia azotada por la violencia llega en la medida en que seamos capaces de vencer la corrupción, cuando busquemos el bien de todos, entendiendo que la política no es para que unos se hagan ricos y otros se hagan pobres.

La paz es generar un espacio en el que la vida crezca, en el que se favorezcan las condiciones mínimas básicas para que las personas vayan adelante. Donde podamos respetar y cuidar la vida de los unos y los otros sin el afán y el anhelo de creer que las armas son el camino para poder llegar a una mejor sociedad.

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