Norte de Santander ha sufrido un intenso proceso de deforestación en las últimas décadas afectando diferentes municipios, particularmente en la región del Catatumbo y zonas de páramo, generando consecuencias ambientales que reclaman acciones para frenar ese fenómeno que está acabando con nuestros bosques.
El año 2018 en el departamento se presentó una deforestación de 7.300 hectáreas, lo que equivale al 0.3% de su territorio, toda vez que Norte de Santander tiene 22.130 kilómetros cuadrados (2.213.000 hectáreas); en el año 2019, fueron 9.900 hectáreas y en 2020 se deforestaron 9.600, siendo Tibú y Sardinata los municipios con mayor índice, según la ingeniera Luisa Figueredo, directora de la Fundación Humedales Catatumbo, con cifras del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
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En Colombia en 2020 la superficie deforestada fue de 171.685 hectáreas, un incremento del 8% respecto al año 2019, cuando se deforestaron 158.894 hectáreas.
La experta agregó que en Tibú, que tiene una extensión de 2.737 kilómetros cuadrados (273.700 hectáreas), en el primer trimestre de este año ya se habían deforestado 3.100 hectáreas, donde lo más grave es la pérdida de servicios ecosistémicos de esas áreas deforestadas y cada año aumenta el problema.
Las principales causas directas de la deforestación el Ministerio del Ambiente las ubica en la praderización para acaparamiento de tierras, malas prácticas de ganadería extensiva, infraestructura a transporte no planificado, cultivos de uso ilícito, extracción ilícita de minerales, tala ilegal, ampliación de la frontera agrícola en áreas no permitidas, explicó la experta.
Luis Figueredo considera que es importante identificar la real causa de la deforestación, porque siempre se culpa a los cultivos de uso ilícito, “pero esa no es la real causa, sino otra consecuencia más, siendo esa causa es la ausencia del Estado y la falta de oportunidades para quienes habitan la región, lo cual ha llevado a las comunidades a tener que dar un sí a estos cultivos para poder sobrevivir”.
Lo que se planea hacer
En el caso de Norte de Santander, la Gobernación mediante la secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Sostenibilidad, tiene entre su programa de gobierno plantar un millón de árboles como parte de las acciones emprendidas para atender ese grave problema, según el responsable del despacho, Jhoel Bustos.
La iniciativa hace parte de la Agenda Verde Departamental, que según el funcionario, es una apuesta al compromiso pactado con las comunidades para la sostenibilidad de los recursos naturales, la preservación, conservación y protección de la riqueza natural del departamento, que convoca a todos los actores del territorio para la implementación de acciones conjuntas para ejecutar la gobernanza por el medio ambiente.
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Bustos precisó que actualmente se cumple el proceso contractual para firmar un convenio interadministrativo con la asociación ONG Faro del Catatumbo, con domicilio en Tibú, a fin de iniciar con el 20% del total del proyecto, lo que significa que 24 municipios van a ser beneficiados con el programa de reforestación.
“Los criterios de selección de cada una de los municipios fueron, primero los 10 municipios con más altos niveles de deforestación donde están los ubicados en el Catatumbo, y el segundo criterio, aquellos en zonas de páramo, donde existe la necesidad de recuperar áreas estratégicas y que requieran de ese programa de reforestación”.
Se prevé una inversión superior a los $4.000 millones para iniciar esa primera fase del proyecto. La idea es que al terminar el cuarto año de la actual administración (2023), esté establecido en todo Norte de Santander el millón de árboles.
El programa de reforestación cuenta con un estudio de las necesidades de especies nativas de los municipios, que se cumplió mediante el equipo técnico de la Secretaría, teniendo en cuenta cada uno de los pisos térmicos, entre otras variables. Esta primera fase del programa iniciaría en noviembre de 2021, según el secretario.
Un esfuerzo de todos
Elmer Amaya, docente y director del Jardín Botánico de la Universidad Francisco de Paula Santander, seccional Ocaña, dijo que se reunieron recientemente en Cúcuta con el secretario Jhoel Bustos y otros funcionarios de su despacho, para socializar el proyecto.
Al respecto dijo que el tema de plantar árboles, más un millón según lo proyectado, no lo va a hacer solo la Gobernación, porque eso sería mentirle a la ciudadanía.
Se está buscando en cambio, hacer un trabajo mancomunado entre los diferentes actores que tienen que ver con el medio ambiente, incluidas las universidades de la región, para cumplir con esa meta que es compleja, “porque decir, a manera de ejemplo, que se va a entrar a hacer reforestación en el Catatumbo no es una tarea fácil, por la situación que se vive en esa región”.
El experto agregó que se está trabajando en unas estrategias en conjunto con la Gobernación y las entidades vinculadas a esa iniciativa, para abordar esos escenarios con la misma comunidad, para que sean los campesinos en cada localidad los que impulsen esos procesos, siendo ese el ejercicio de la educación ambiental.
Así se lograría que las personas se empoderen de esos espacios, “donde la idea es que ninguna entidad vinculada quede mal si no se logra cumplir la meta, que es lo que se busca, particularmente en el caso nuestro como UFPS y Jardín Botánico, que somos precursores en el tema de conservación”.
Amaya explico que en su jurisdicción, con el acompañamiento del Ejército y otras entidades, tienen listos 5.000 árboles para ser establecidos en unos puntos estratégicos del Catatumbo. Ya se hizo un primer avance en el área única natural Los Estoráques (La Playa), en una reserva forestal que tiene la comunidad, precisó.
Al proyecto se le han hecho recomendaciones como Jardín Botánico, porque esos escenarios de reforestación o plantación deben ser enfocados hacia el material nativo, porque es lo que brinda biodiversidad, mientras las especies introducidas o que se llevan a las zonas pueden ser nocivas, según el docente.
Explicó que lo que está pasando en el caso del Catatumbo en materia de deforestación es bien conocido y tiene que ver en parte con los cultivos de uso ilícitos, “pero si no se le muestra al campesino un escenario diferente, de generar recursos desde la conservación, va a seguir cultivando coca”.
Las especies a plantar, según recomendaciones del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, y desde el mismo Jardín Botánico, es que de acuerdo a la zona de influencia donde se va a trabajar, se haga la selección de las especies.
Es decir, que para el caso de Ocaña, se pueden utilizar especies como guayabo, arrayán, mantequillo, rampacho, que son especies propias de esos ecosistemas, que no van a generar una problemática y que además traen múltiples beneficios para los habitantes de las zonas rurales.
Otro aspecto es que las personas que viven en los lugares donde se ejecuten esos proyectos, lo mismo que las instituciones, sean veedores y tengan la voluntad de conservar esas especies que se plantan y apoyen en el mantenimiento con sentido de pertenencia, según Elmer Amaya.
Una meta nacional
Joselito Vargas, director del Parque Nacional Natural Catatumbo Barí, al analizar la problemática de deforestación dijo que la región del Catatatumbo es muy extensa, integrada por 11municipios.
Allí se presentan situaciones complejas, que por su condición climática se convirtió en un atractivo para la producción de coca, lo que de una manera está haciendo que se vean arrasados los bosques y se dé un verdadero fenómeno de deforestación, para el establecimiento de actividades ilegales.
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“Otro fenómeno que se está dando y que requiere dársele una lectura, es el caso de la migración venezolana, que encuentra en la zona oportunidades para llegar a establecerse en invasiones, provocando con esa dinámica problemas de deforestación, dejando sin agua los acueductos veredales, lo que está ocurriendo en localidades como Tibú y Sardinata, un problema social que tiene un fondo muy complejo”.
Respecto al plan de reforestación planteado explicó que hay una meta en Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, que el establecimiento de 180 millones de árboles, para cuyo cumplimiento han sido convocados gobernaciones, alcaldía, corporaciones autónomas, parques nacionales y sector privado, a participar de ese ejercicio, que se viene haciendo.
“Lo importante es el enfoque que se le dé, porque no es solo sembrar un árbol y con eso ya se resuelve el problema. El tema debe ir más allá, que esos árboles ayuden a generar conciencia no solo para siembra, sino también para conservar esas áreas que están en buen estado”, plantea Vargas.
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Explicó que al interior del parque, que tiene 158.000 hectáreas y hace parte de Parques Nacionales Naturales de Colombia, se encuentran 25 comunidades indígenas, que son las únicas que pueden hacer uso del bosque y del aprovechamiento cultural como es la cacería, la pesca, la recolección, porque el parque es compatible con los resguardos indígenas.
Sin embargo, antes de declararse el parque, ya había campesinos ubicados en el sector. De las 158.000 hectáreas del parque, hay 8.000 que están siendo usadas, tanto por indígenas como por algunos campesinos, y 150.000 hectáreas que están en muy buen estado de conservación.
Colonización campesina y petrolera
En regiones como el Catatumbo se pasó en los últimos años de tener 7.000 hectáreas de cultivos de coca a más de 40.000, haciendo que la economía en la región tenga un altísimo sustento en actividades ilegales, lo que deriva en problemas de orden público, las violencias, los asesinatos y lo que allí se está presentando en la lucha por hacerse a los territorios y a los cultivos ilícitos, dijo en diálogo con La Opinión, Hernando Londoño Acosta, director técnico de la Dirección de Sustitución de Cultivos Ilícitos de la Agencia de Renovación del Territorio (ART).
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José Manuel Alba Maldonado, docente de la Universidad Francisco de Paula Santander, dijo que en el caso del Catatumbo, es una de las zonas del país que más tienen cultivos de coca, lo que se ha venido dando por la ampliación de la frontera agrícola.
“Para entender ese fenómeno hay que remitirse a los procesos de colonización campesinos y petroleros. Desde 1930 se empieza a dar un fuerte proceso de ampliación de la frontera agrícola en el Catatumbo, primero cuando llegó la minería, detrás llegaron los campesinos que abrieron monte para establecerse y darle alimento a las gentes que trabajaban en las petroleras”.
Otro proceso que se da desde 1950 hasta 1985, es de colonización campesina debido a que no se hizo la reforma agraria en Colombia, lo que derivó en que muchos campesinos de todas las regiones del país llegaran al Catatumbo buscando tierras, ampliando aún más la frontera agrícola, lo que implicó una gran tala de bosque, replegando cada vez más a los indígenas Barí.
Después de 1985, se puede pensar que hay un proceso de colonización de tipo cocalero, con nuevamente ampliación de frontera agraria, es decir deforestación por procesos de colonización de tipo cocalero, que se agudiza cuando las insurgencias toman el negocio del narcotráfico y el Catatumbo por ser una zona estratégica al tener frontera con Venezuela, hizo que los cultivos ilícitos se insertaran en la región.
“Lo anterior, unido a un abandono histórico diferencial del Estado colombiano, teniendo como consecuencia que esos cultivos ilícitos se conviertan en la única forma de supervivencia de los campesinos”.
El docente dijo que plantar árboles en aquellas zonas arrasadas por la tal de bosque es una iniciativa que puede servir, sin embargo lo que hay es un problema de reconocer al campesinado en lo que tiene que ver con el Pago de Servicios Ambientales, donde se tenga en cuenta, por ejemplo a quienes están en el Catatumbo, esos incentivos económicos para que protejan las hectáreas de bosque que no le generan ninguna ganancia, evitando así que las talen para cultivos de uso ilícito o ganadería.
Se le debe reconocer al campesino que en su territorio él puede ser garante de conservar esas zonas forestales, un aspecto en el que no se ha trabajado mucho en Norte de Santander, reiteró.
“Que se haga bien”
El profesor de la Universidad Francisco de Paula Santander, Evaristo Carvajal, dijo que plantearse la siembra de 1,0 millón de árboles para reforestar algunas áreas de bosque en Norte de Santander es un proyecto importante, “siempre que se haga bien”.
En su criterio, es necesario que se determine cuál es el propósito que se quiere, el objetivo de ese proyecto, en qué localidad y espacio se va a reforestar, lo que tiene que estar interrelacionado con el tipo de especies de árboles que se vaya a plantar.
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No puede ocurrir, por ejemplo, que lleven árboles xerofíticos a un páramo o traigan las especies de los páramos para plantar en las orillas del río Pamplonita, es decir hacer una buena selección, conocer el propósito y las zonas estratégicas que se van a reforestar, las especies que se tienen y si corresponden a esas áreas estratégicas, uno de los puntos más importante para que se cumpla el objetivo.
“Esas mal llamadas sembratones no cumplen ese propósito, convirtiéndose casi que en un fin de figurar como ambientalistas, con lo que no estoy de acuerdo. El término incluso es mal empleado, porque sembratón es disponer semillas y no se refiere a plantar árboles, siendo el término correcto establecer árboles”.
El docente dijo que no se trata solamente de hacer un hueco para poner la planta, sino establecer las acciones posteriores a ese establecimiento, por lo que se debe tener listo un plan de contingencia, un plan de certificación, un plan de manejo fitosanitario, saber quién se va a encargar del mantenimiento de esos árboles, del carreteo, las podas y las labores posteriores.
Reiteró que la labor en sí de reforestar es buena, pero es necesario, además, que todo el programa incluya el empoderamiento con la comunidad para que se cumpla e inicien las labores posteriores a la siembra.
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