Casi cuatro años después de la manifestación que no fue, en el parque Santander de Cúcuta, por cuenta del ataque que sufrió el carro en el que se transportaba hasta allí, el senador y precandidato presidencial del Pacto Histórico, Gustavo Petro, regresó ayer a la ciudad.
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Nuevamente en condición de aspirante al primer cargo del país, pero esta esta vez con la ventaja de ser el favorito en las encuestas, el dirigente de izquierda quiso anticipar su regreso para presentarles a los nortesantandereanos las pinceladas de lo que será su propuesta para esta región del país, duramente afectada no solo por la pandemia sino por el rompimiento de las relaciones con Venezuela.
En esta ocasión tampoco hubo discurso en el parque principal, pese a que le tenían organizada la tarima, y su intervención frente al público terminó otra vez en un hotel, aduciendo razones de seguridad.
No obstante, desde tempranas horas del día el precandidato atendió reuniones, recibió delegaciones que querían brindarle su respaldo y escuchó las inquietudes de algunos sectores productivos y gremiales.
En medio de su agenda, La Opinión tuvo un espacio para conversar con Petro sobre lo que propone para la región y el país, la situación del departamento, el restablecimiento de las relaciones con el vecino país, entre otros aspectos de la coyuntura local. Esto fue lo que nos dijo.
No deja de ser una oportunidad haber estado aquí en 2018, en un momento difícil para mí, porque hubo un atentado que la Fiscalía no quiso investigar y la decisión de un alcalde de sabotear inconstitucionalmente una manifestación en plena campaña electoral, cuando es un derecho fundamental. Un resultado, a la postre, el día de las elecciones, que generó una enorme distancia a favor de Duque sobre mí en Norte de Santander. Hoy vuelvo y este regreso me permite hacer una valoración, y a la sociedad misma, y es: ¿esa decisión política de votar a favor de Duque fue acertada, le sirvió a Cúcuta y a Norte de Santander?
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¿Y cuál es la respuesta a ese análisis?
Todas las estadísticas que tenemos en la mano indican que no. Duque, literalmente, quebró a Cúcuta, quebró sus empresas, quebró la sostenibilidad. Mientras en 2018, y esto hay que decirlo, pues quizás ese fue el origen del triunfo del presidente en esta región, lo que veíamos era mucha hambre en Venezuela y cantidades de personas cruzando la frontera, durmiendo en las aceras, hoy el hambre está allá y está acá. Convirtieron a Cúcuta en una ciudad del hambre, con la mitad de su población en la pobreza.
¿Cree usted que este escenario cambia las condiciones, ahora en favor de su nuevo proyecto presidencial?
Creemos, y a eso fue lo que vinimos, pues este va a ser el sentido de la campaña en la región, que hoy por hoy nos hemos constituido en la fuerza política que es capaz de sacar a Cúcuta y a Norte de Santander del hambre y volver a Cúcuta, quizás, una de las ciudades más ricas de Colombia.
¿Cómo sería posible eso?
La palabra clave es industrialización. Como todas las ciudades fronterizas de buena parte del mundo, la frontera no es un crimen, la frontera es una oportunidad. Somos la fuerza política que hoy podría garantizar el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y consulares con cualquiera que sea el gobierno de Venezuela el 7 de agosto de 2022. Ese es el primer requisito fundamental para una industrialización, porque al otro lado hay un mercado. En ese sentido, hemos propuesto a todo el país que la tarea de pasar de una economía petrolera a una economía productiva pasa por tres democratizaciones: la del saber, la del crédito y la del espacio.
¿De qué forma concibe el tránsito hacia esa industrialización que propone para la región?
El desarrollo industrial, indudablemente, tiene que tener un mercado que ya lo garantizan 13 millones de habitantes que están al lado y lado de la frontera, es decir, el mercado más grande de Colombia está aquí y no en Bogotá. Ahora, eso implica una serie de condiciones que hay que añadir, como el costo de la energía eléctrica, que es un insumo fundamental en un proceso de industrialización, pero que aquí es de los más caros de América. La estrategia de la energía solar puede democratizar la generación de energía eléctrica, bajando los costos y eso es fundamental si queremos industrializar la región.
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¿Y dónde cree que podría estar el fuerte de ese proceso de industrialización?
En Cúcuta hay un crecimiento de la industria de confecciones de cuero y de telas importante y ahí deberíamos tomar una base fundamental para la industrialización, pero hasta ahora lo que ha habido es un desplazamiento de capitales y de empresas, tratando de aprovechar el bajo costo de mano de obra venezolana y eso no es sostenible. Creemos que si bajamos los costos financieros y bajamos los costos de energía eléctrica se pueden tener ventajas comparativas en la región para industrializar, independientemente del crecimiento del salario.
En torno a eso, nos parece que sería conveniente, si queremos industrializar, primero, no cobrar impuesto de renta a cualquier empresa que exporte y segundo, al salario mínimo no cobrarle cotización, ni al empresario ni al trabajador, sino aportarlo como parte del presupuesto nacional y gradualmente, en la medida que el salario aumente por encima del salario real, hasta un 50%, ir desmontando ese subsidio, de tal manera que el salario mínimo no se convierta en una barrera para la construcción de empresa formal, que es hoy un impedimento.
Usted habló ayer muy temprano de la creación de un Banco de la Frontera, ¿en qué consistiría?
Lo que hemos propuesto es la constitución de un Banco de la Frontera con capacidad cambiaria, es decir, con capacidad de resolver el problema de años que hay en torno al cambio de divisas, que dificulta los pagos y por lo tanto las transacciones y el comercio. Un Banco de la Frontera específico, bilateral o multilateral podría resolvernos con mayor facilidad el problema y, además, restituyendo el crédito de fomento, porque necesitamos, precisamente, financiar la construcción de una economía productiva, desligándonos del petróleo, fundamentalmente.
Norte de Santander es un departamento con vocación carbonífera, sin embargo, usted plantea que llegó el momento de un nuevo contrato social y que este pasa necesariamente por descarbonizar la economía, ¿qué ocurrirá entonces con quienes dependen de este negocio?
Esto no es algo que yo lo proponga, es que el mundo va para allá. Guste o no nos guste, la humanidad, para poder sobrevivir, tiene que desligarse del petróleo y del carbón. Eso implica en Colombia una transición, que hoy podemos hacer con cierta tranquilidad, pero si nos demoramos puede ser brutal. Una transición ordenada, tranquila, que implique un pacto de reconversión. Lo que he propuesto es cesar exploraciones de petróleo y eso nos da 12 años de consumo interno y cero exportaciones. Esos recursos se podrían reemplazar con turismo, en el corto plazo, después con agroindustria e industria. El principal requisito para que ese turismo crezca a esa magnitud, es la paz.
Entonces, Norte de Santander puede aún tener una o dos décadas de exportación de coque, pero igual tiene que plantearse la reconversión, para que al cerrarse el mercado mundial no se produzca una catástrofe.
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En 2018, los empresarios empujaron la elección de Iván Duque en esta zona de frontera, pero el cierre prolongado de los puentes generó cierto descontento hacia el Gobierno, ¿por qué cree que esta vez le comprarían su discurso?
Si no se quieren quebrar; de hecho ya muchos se quebraron. Este gobierno lo que hizo fue salvar a los banqueros.
Venezuela
¿En qué coindice con el gobierno de Nicolás Maduro y en qué no?
Supongamos que el 7 de agosto del año entrante sea la gente de Maduro la que gobierne la frontera, bajo esa suposición, a ellos les interesa mejorar las relaciones, porque es comida y es una oportunidad para nosotros, si la trabajamos bien. Eso se llama romper aislamiento, una posibilidad de humanización de unas circunstancias dramáticas para un pueblo. Entonces, creo que ellos estarían también interesados en eso. Ahora, desde el punto de vista económico, político, no hay puntos en común, si se tiene en cuenta que nuestra propuesta se construye alrededor de desconectarnos del petróleo y ellos están en la tendencia contraria, que es amarrarse a como dé lugar del petróleo. Ahí va a haber una distancia política seria.
En un eventual gobierno suyo, ¿le exigirá a Venezuela que no continúe refugiando al Eln y a las disidencias de las Farc?
El camino tiene que pasar por desactivar la instrumentalización militar de las relaciones bilaterales, pero esto empieza por recomponer las relaciones y permite otro camino que es hablar.
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Pero, ¿podría usted asegurarles hoy a los cucuteños que como presidente no será complaciente con que el Eln siga teniendo el control de la frontera?
Es que si reconstruimos la relación diplomática, el control de la frontera es de los estados. Hoy eso pasa porque no hay estados y lo que hay es una crisis humanitaria. El dueño de la frontera es la sociedad de un lado y otro y sus estados, y si se entienden mejor.
Catatumbo
El departamento se encuentra en un momento en que la situación de violencia pareciera haber retrocedido en el tiempo. El Catatumbo está cada vez más insostenible, con más coca y el aumento del pie de fuerza evidentemente no ha sido la solución, ¿cuál sería una propuesta en el corto plazo qué implementaría en esa zona?
La política de industrialización es una contra a la violencia, porque está planteando actividad productiva, laboral, opción de prosperidad y eso ya es una política de amortiguamiento de la violencia. Hay un crecimiento de la violencia en Colombia derivado por el hambre, que es lo que podríamos llamar la inseguridad ciudadana. Allí la política inmediata es disminuir el hambre y para eso toda la discusión de la renta básica tiene que estar pensada en garantizar la salida de la pobreza transitoria y llegar a donde la gente tiene hambre, que son hoy 20 millones de personas, eso tiene un costo presupuestal alto, pero tiene que ser inmediato, porque eso es lo que va a disminuir la inseguridad, mientras va aumentando el aparato productivo.
¿Y qué cree usted que se debe hacer para enfrentar el crecimiento del narcotráfico, que es el combustible de los grupos armados ilegales?
El narcotráfico es una mafia que tiene poder político. Cuando decimos esto lo que queremos decir es que el poder político es un control sobre la población que se vuelve control territorial. La primera estrategia, que no es de corto plazo, es debilitar la mafia, quitándole el poder y quitarle el poder es quitarle el control de la población. ¿Y cómo se le quita ese control sobre el campesinado? Aliando al Estado con ese campesino, mediante la sustitución de cultivos, la sustitución de tierras. Añadiría que el campesino pueda tener la rentabilidad que genera la pasta de coca si es copropietario de procesos agroindustriales, no simplemente un campesino productor de una materia prima en bruto. Eso sí permite una actividad más rentable que la pasta de coca. Seguramente la mafia elevará precios y hay que competir, pero se le puede quitar el campesinado a la mafia y eso se llama debilitar la mafia. Lo mismo se puede hacer con los consumidores.
Las disidencias de las Farc en el Catatumbo dijeron recientemente que en un eventual gobierno progresista habría la posibilidad de “escucharnos”. ¿Usted allanaría el camino para una salida negociada con un grupo como este? ¿Le reconoce algún estatus político?
Pienso que el programa agrario lo desarrollamos independientemente de las Farc, pero si estamos desarrollando esto, ¿cuál sería el sentido de que hubiera disidencias de las Farc?, desaparecen. Ahora, eso si estuviéramos pensando en temas políticos, pero la realidad de cualquier grupo armado hoy, con el nombre que se le quiera poner, es que son señores de la guerra, articulados alrededor de la cocaína y otras riquezas parecidas. Por tanto, el debilitamiento de mafias es también una política de paz. Debilitar la mafia nos puede permitir una política de desmantelamiento pacífico del narcotráfico. Es posible hacer negociaciones jurídicas de beneficios jurídicos colectivos, de sometimiento a la justicia, sobre la base del desmantelamiento.
¿Y cuál será la posición frente al Eln?
Iniciado el gobierno, yo doy seis meses para desarmarse, y eso implica disidencias. El Eln puede ser utilizado como una ‘quinta columna’ de Venezuela. El gobierno venezolano o el pueblo venezolano podría utilizar al Eln como un factor de presión sobre el gobierno colombiano, cualquiera que sea, incluido el mío, y estamos en una complejidad diferente, que no la habíamos vivido. Ese camino puede dificultar que el Eln en seis meses deje las armas, bajo la creencia de que va a ser el gran ejército revolucionario de América Latina, cuando cada vez se va a mezclar es con el narcotráfico. Ahora, la vieja comandancia, que fue la que Duque exilió, podría ser mucho más proclive a una dejación de armas en seis meses.
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Mucha gente en Colombia, y en Norte de Santander no es la excepción, dice hoy, qué miedo si llega Gustavo Petro a la Presidencia, ¿por qué deberían sentir lo contrario?
Por el miedo, Cúcuta votó por Duque y mire lo que hizo. No sé si la gente en Cúcuta piense que puede ser peor. Nosotros antes somos esperanza de progreso.
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