La exjefa de Gabinete y exdirectora del Departamento de Prosperidad Social (DPS), Laura Sarabia, recientemente se posicionó como directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre), uno de los cargos de los más importantes del Gobierno.
No importó el escándalo del uso del polígrafo, las interceptaciones ilegales y las polémicas declaraciones con el entonces embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti.
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El diario El Colombiano hizo reportería con varias fuentes del alto Gobierno y con personas cercanas, que pidieron no ser citadas, para entender por qué Sarabia es tan poderosa. Una fuente dijo que la familia de Gustavo Petro confía plenamente en ella, porque se ganó la confianza de todos, más allá del presidente.
“Es que no solo trabaja para el presidente, la familia confía plenamente en ella porque lo resuelve todo. A la familia en general le afectó mucho su salida a mitad del año pasado, porque lo consideraron injusto. Las hijas le tienen mucho aprecio. Incluso les dolió más lo de Laura que lo de Nicolás Petro”, dijo a este diario.
Otra fuente del Gobierno aseguró que son varios factores. “Tres cosas: su prudencia, su eficacia, su capacidad de trabajo. Tiene lo que pocos logran, la confianza del presidente y no tiene agenda política propia. Su agenda es la del presidente. Y tiene la habilidad de tender puentes, en mi caso no la conocía pero en poco tiempo se ganó mi reconocimiento”, agregó.
Una fuente más dijo que son muy pocas las personas que tienen la confianza del mandatario. “Petro no confía en nadie. En los únicos que confía son en Laura, Augusto Rodríguez, de la UNP; Fernando García, de Migración; y Carlos Ramón. He visto muy cercana también a María José Pizarro”.
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Además de que es una “máquina de trabajo”, como la describió otra persona que la conoce, es claro que Sarabia también mantiene un tono sosegado que le permite al presidente moderar la conversación con sectores a los que, por su personalidad y sus convicciones, es difícil llegar.
Los hitos de Sarabia
Laura Sarabia logró una reunión que para muchos era impensable en esta administración. Pudo hacer que el presidente y la primera dama, Verónica Alcocer, se reunieran en Cartagena con los principales “cacaos” del país.
En esa reunión, de la que salió una fotografía de Petro al lado de los empresarios y que se leyó entre líneas como parte de un acuerdo para construir, estuvieron Luis Carlos Sarmiento y su hijo, Julio Mario Santo Domingo y Carlos Julio Ardila, pero participaron también los dueños de los grupos económicos más grandes. En ese almuerzo se logró concretar una inversión de 100.000 millones de pesos para proyectos sociales de impacto en La Guajira, a cargo del Grupo Aval.
Unas semanas después se destrabaron también los desacuerdos entre el Grupo Empresarial Antioqueño y el grupo Gilinski para que este último pudiera hacerse con las mayorías en Nutresa, una operación que tenía que ser aprobada por el Gobierno.
Sarabia también intermedió. Mientras que fue directora del Departamento de Prosperidad Social, la alta funcionaria llamó a reuniones con toda la banca privada para lograr acuerdos entorno a las tasas de interés, con el fin de que más personas pudieran acceder a crédito y para arreglar la política de transferencias de programas de Gobierno a través de las aplicaciones de los bancos.
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Ese proyecto, que había funcionado muy bien durante la pandemia, se detuvo porque la exdirectora, Cielo Rusinque, privilegió las transferencias a partir de la banca pública y causó filas en varias ciudades.
Sarabia no es solo una persona que decidió trabajar sin pausa estos cuatro años, a pesar de que acaba de ser mamá junto a su esposo, a quien conoció en la UTL de Benedetti, sino que es un puente que el presidente ha sabido usar frente a situaciones, lugares o personas con las que él quizás no se siente cómodo.
“Tiene uno de los esquemas de seguridad más grandes del Gobierno”, dijo otra fuente a este diario, lo que demuestra que su grado de poder y de protección por parte del jefe de Estado está lejos de dudas.
Sus enemigos
El enemigo más importante que tiene Sarabia es Armando Benedetti. Pero por ahora con la Embajada en Roma, ese parece un riesgo controlado.
Dentro del Gobierno hay ministros que no se sienten cómodos con que una mujer tan joven y que no había tenido hasta ahora mucha más experiencia en el sector público les de línea.
Hay que recordar que quien llamó a los primeros ministros que salieron del Gobierno: Alejandro Gaviria, Cecilia López y María Isabel Urrutia, fue la propia Sarabia. El presidente no les dio la noticia de su terminación de contrato; fue su jefe de gabinete.
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No es totalmente de izquierda
Un dato adicional sobre sus convicciones políticas es que Sarabia no es de izquierda radicalmente, pero entiende la visión kenyesiana del presidente sobre la intervención estatal, ponerse del lado de los pobres, y el protagonismo que el Gobierno quiere darle a lo público, sobre el sector privado.
En eso sí cree, pero no en las banderas revolucionarias que sostiene la izquierda y que le reclaman al mandatario. De hecho, su familia es de militares. Su padre es un coronel retirado del Ejército, por lo que está bien enterada de las lógicas de las fuerzas y eso le ayuda también a manejar mejor la seguridad de Petro y la logística de sus movimientos por el país.
Con esa combinación, Sarabia juega como un polo a tierra para el presidente. Aterriza sus ideas y está pendiente de que los planes del Gobierno tengan éxito.
Prueba de ello es la revelación de este periódico sobre los chats que ella misma escribió esta semana a congresitas del Partido Conservador para tratar de imponer a Vicente Blel como presidente, en vez de Efraín Cepeda. Aunque esa jugada no le salió porque Cepeda se quedó en el cargo y los godos anunciaron que no votarán la reforma a la salud.
El otro hecho importante sobre su carrera es que conoce bien el mundo de la política, porque trabajó con Benedetti, uno de los políticos más sagaces que llevaba toda su carrera siendo cercano a los medios y logrando poder con los gobiernos que apoyó, desde Uribe con el Partido de La U.
Sarabia conoce de las transacciones y los acuerdos que hay que hacer en política para gobernar, a pesar de que su exjefe se quejaba de que no le habían dado ni un ministerio, ni un cargo en Barranquilla, de donde es el embajador. “Acaso me han dado algo, Laura”, le decía en los audios.
Al final, la pelea con Benedetti se la terminó ganando. Aunque este regresó al Gobierno, en lo que muchos consideran un premio para mantenerlo en silencio, lo hizo lejos de Bogotá y así es más fácil evitar que genere problemas. Mientras tanto, Sarabia estará al lado de Petro en cada uno de sus movimientos, hablándole al oído y decidiendo los enroques de poder del Gobierno.
Sus retos serán poder maniobrar la Casa de Nariño con un presidente que es víctima de sus impulsos, lograr los cambios propuestos y evitar más escándalos.
En cualquier caso, nadie tiene más poder que Sarabia hoy en palacio y el presidente parece estar conforme.
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Con información de El Colombiano