En noviembre del 2019 se presentaron inmensas movilizaciones contra el gobierno del presidente Duque, encabezadas por miles de jóvenes que protestaron y exigieron respeto al derecho a la vida, el cumplimiento del acuerdo de paz, educación superior gratuita y un diálogo amplio con el Comité Nacional del Paro. Mucha gente salió a las calles y se evidenció un gran malestar con el desempeño del gobierno.
Las marchas y protestas continuaron en todo el país por varios días, y solo se interrumpieron con la llegada de las fiestas decembrinas. Nunca aceptaron sentarse con los promotores del paro, y en cambio se inventaron una estrategia para no escuchar: llamaron pomposamente a “ La Gran Conversación Nacional” ,que consistió en la promoción de un publicitado diálogo del gobierno con sus amigos sobre diferentes temas y no con quienes protestaban en la calles. Se dedicaron a tertuliar entre ellos mismos.
No se atendieron las razones de la indignación ciudadana que creció, y cuando ya se anunciaban nuevas expresiones de rechazo, llegó la pandemia y con ella las restricciones, toques de queda, cuarentenas y la imposibilidad física de movilizaciones masivas en las calles. El gobierno leyó muy mal la realidad en el último año y persistió en sus equivocadas políticas en materia económica y social. Perdió una gran oportunidad, con la crisis ocasionada por el virus, de dar un giro a sus prioridades.
Desestimaron a la ciudadanía. Se dedicaron a concentrar el poder, construir mayorías ficticias en el Congreso, intentar iniciativas tan absurdas como la de cancelar las elecciones del 2022 y perseguir a la oposición. Como lograron apaciguar al poder legislativo por Zoom, confiaron también en la parálisis ciudadana ante los temores válidos de la pandemia, los nuevos picos y el uso y abuso de la televisión pública y privada.
Se confiaron tanto en la paciencia de los colombianos, que pretendieron sacar del bolsillo de la clase media y los pobres más de 30 billlones de pesos en una reforma tributaria sin antecedentes en el país, en el último año de gobierno y con el sol a las espaldas. Que enorme equivocación y torpeza. Nadie sensato en el Palacio de Nariño y el gabinete que les advirtiera sobre los nefastos efectos que tendría semejante absurdo en el ánimo de millones que llevan más de un año sufriendo los efectos del Covid en su salud, en sus ingresos, en su vida diaria y de sus familias. Millones de hogares cayeron en la pobreza. Pensaron que con solo negociar con los congresistas, de espaldas al país, conseguirían mayorías suficientes para semejante atropello. Subestimaron a la gente.
El resultado no puede ser peor. Cientos de miles en las calles, los jóvenes sin oportunidades en pie de lucha y el renacer del espíritu de las marchas del 21N del 2019. Se equivocan de nuevo cuando pretenden acallar las voces desesperadas de la calle con más represión como ordenó Uribe, quien además pretende engañar al país tomando distancia del gobierno de su pupilo predilecto. El tema ya no es solo la reforma tributaria, que además se niegan a enterrar cuando ya está muerta. La furia ciudadana va mucho más allá. Es la indignación generalizada con un Presidente sordo que nunca los escuchó, contra el mal gobierno que abusa, atropella y no le da valor a la vida, contra la forma como se privilegia a los poderosos en cada decisión, por la falta de oportunidades de educación y trabajo de millones de jóvenes. La situación es de extrema gravedad y se agravará en los próximos días por la arrogancia y prepotencia presidencial. Señor Presidente, si no demuestra humildad y rectifica pronto, su último año será un infier
no, no para su gobierno, sino para todos los colombianos. Solo usted, con un cambio de actitud, puede detener la ola de violencia que nos amenaza.
PD. Rechacemos todos la violencia en las protestas que es un atentado contra la democracia misma.