Desde que falleció mi papá Víctor Hugo Navarro, el 21 de diciembre de 2020, la motivación de celebrar esta fecha se acompaña de tristeza y dolor. Fue en diciembre de 2022 cuando comprendí que no solo el vínculo sanguíneo me permite llamar Padre a un ser humano, pues este sentimiento también nace desde el cariño, respeto y admiración inculcado a través de enseñanzas que día a día se van adquiriendo en ese lugar que llamamos ‘la segunda casa’: el trabajo.
Allí, él ha logrado sacar lo mejor de mí. Sin darse cuenta me transmite su conocimiento, me corrige a través del ejemplo, me da la oportunidad de tener una estabilidad económica con mi empleo y el tiempo necesario para compartir con mi familia.
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Respeta mis opiniones, aunque no sean iguales a las suyas, convierte el consultorio en un lugar confortable y agradable y hace de mis compañeras de trabajo una familia, en la que creamos recuerdos con alegría, amor y respeto; él se preocupa por darnos y hacernos sentir valiosas, lo que representa una parte muy importante en el desarrollo de nuestras actividades.
También nos alimenta en cada compartir y provee lo necesario para que estemos bien. Hoy, en esta fecha especial, quiero resaltar esa labor y dar gracias por acogerme en su familia, mi segundo hogar. Gracias por ser el papá de bata blanca.
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