Grande fue asesinado el 12 de marzo de 1977, mientras atravesaba en su vehículo una carretera de El Paisnal, a 40 km al norte de San Salvador. Murieron también el sacristán Manuel Solórzano (72 años) y Nelson Rutilio Lemus (16), quienes serán igualmente beatificados y están enterrados junto a él.
El ataque mortal a Grande fue el inicio de la persecución al clero salvadoreño que denunciaba la injusticia social imperante.
Fray Cosme Spessotto, en tanto, fue asesinado el 14 de junio de 1980 dentro de la iglesia de San Juan Nonualco, 54 km al sureste de la capital y donde fue párroco durante 27 años.
Asesinos identificados
En El Salvador, además del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, canonizado en 2018, fueron asesinados el obispo militar Joaquín Ramos, una veintena de sacerdotes y miles de laicos. La gran mayoría de los crímenes permanecen impunes.
"En ambos casos fueron agentes del Estado (los asesinos); en el caso del padre Cosme, la Policía de Hacienda, y a Rutilio, la Guardia Nacional. Fue totalmente comprobado", explica Rosa Chávez.
"Yo tuve una carta de los guardias que fueron asesinos. Cuando estaban en (la cárcel) de Mariona mandaron una carta pidiendo perdón, pidiendo clemencia", recuerda.
Con el fin de la guerra civil en 1992, la Guardia y la Policía de Hacienda fueron declaradas proscriptas por múltiples violaciones a los derechos humanos.
"¿Cómo es posible que un país de gente cristiana haya matado a 20 sacerdotes?", se pregunta el cardenal.