Aunque inicialmente se negó, fue presionado por uno de los presentes, quien incluso lo amenazó con lanzarlo desde la terraza si no lo hacía.
“En el tercer piso no tenía baranda, solamente tenía un ladrillo. Nosotros poníamos el pie en el ladrillo y desde ahí ya veíamos toda la cuadra y cuando vi esos tipos así de endemoniados yo dije ‘me van a tirar de aquí’ entonces me eché un pase y desde ahí se vuelve normal, parte de la rumba”.

El artista explicó que, a partir de ese momento, el consumo se volvió frecuente, al punto de hacerlo entre cuatro y cinco veces por semana. Sin embargo, admitió que su cuerpo reaccionaba mal ante las sustancias: “pero todas las drogas me caen mal, lo poquito que probé (...) El día que las probé llegué a mi casa con las manos dormidas, la cara dormida, sentía el corazón pesado, eso era puro”. Finalmente, comprendió que ese estilo de vida no era para él: “porque sentí un corrientazo por todo.
En el mismo pódcast, Jiménez habló abiertamente sobre los episodios de ansiedad y depresión que enfrentó, ocasionados por la presión de la fama y las responsabilidades acumuladas con el paso del tiempo. Reconoció que hubo momentos en los que sintió que no podía continuar.
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“Estoy cantando y se me empiezan a venir las lágrimas y yo digo qué es esta mierda, que estoy haciendo acá, yo no quiero estar acá”, confesó, dejando ver el nivel de desesperación que alcanzó.
Además, señaló que su alejamiento espiritual empeoró su estado emocional. “Me había alejado mucho de Dios”, afirmó, subrayando lo fundamental que ha sido la fe en su vida. Según Jiménez, esta distancia lo dejó expuesto a lo que llamó “demonios” que lo afectaron en su momento más vulnerable.
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