Con sus manos temblorosas, sola y volviendo una y otra vez de la escena donde encontró a su esposo y suegro, amarrados y a cada uno con un disparo en la cabeza, una mujer buscaba en su memoria qué llevó a que esta vez las víctimas de los violentos fueran ellos.
Esta entristecedora historia se dio en el paso informal fronterizo conocido como La Isla, que conecta a Ureña (Venezuela) con el barrio Viejo Escobal.
Y es que esta trocha es recordada porque durante más de dos décadas ha sido dominada por los grupos armados ilegales que delinquen en la zona fronteriza de Cúcuta, donde el contrabando, las extorsiones y los asesinatos se daban en complicidad con las autoridades, pero hoy este lugar está desolado, los ranchos de madera que un día existieron, ya no están.
Hay quienes aseguran que ya nadie vive ahí porque el río Táchira, que sirve como eje fronterizo entre Cúcuta y Ureña, amenaza con acabar todo lo que haya por ahí.
“Hace como cinco años, los que vivían ahí, decidieron irse, pues el río se metió y se llevó todo lo que consiguió a su paso, entonces la gente prefirió huir. Además, los grupos armados hacían lo que querían ahí y nadie les podía decir nada”, comentó un habitante del barrio Viejo Escobal.
Pero esa aparente calma que se vivía en este sitio, se interrumpió ayer con el homicidio de Juan Bautista Gil y Mayker Yojan Gil Tovar, padre e hijo.
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Cómo se dio todo
Según se conoció, ayer, a las 7:00 de la mañana, Juan Bautista, de 55 años; Mayker Gil, de 24; su hijo y su esposa, salieron de su casa en Ureña (Venezuela) para cruzar por la frontera con material reciclado, que venderían en Cúcuta, como ya era de costumbre.
Pues la familia se dedicaba a ser maleteros, cargando, llevando y trayendo reciclaje que compraban en Venezuela.
“Ellos iban a pasar un poquito de libros, archivos, para llevarlos a la recicladora, como seguidamente lo hacemos”, comentó la esposa de Mayker Yojan, mientras intentaba calmar sus lágrimas.
Sin embargo, ella y su hijo, de dos años, cruzaron la frontera por el puente internacional Francisco de Paula Santander, para llegar al Escobal, pues ya tenía listo un material en la recicladora.
Pero Mayker Gil y su papá, Juan Gil, decidieron pasar por el camino más corto, la trocha La Isla, como lo hacían seguido, para vender una mínima parte de su material reciclado que habían guardado.
Cuando el reloj marcó las 8:00 de la mañana, la mujer ya estaba esperando a su esposo y suegro en el punto acordado, pero los hombres nunca llegaron y ella no tenía rastro de su paradero, por eso decidió ir a buscarlos.
Preocupada y extrañada, agarró a su hijo e ingresó por el paso informal fronterizo que está justo detrás del CAI del Escobal. “Se me hizo extraño que a las 8:00 de la mañana no habían llegado, y como es más corto entrar por la trocha que por el puente, agarré a mi hijo y me metí por la trocha”, aseguró la mujer.
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Al entrar en ese camino empedrado, rodeado de vegetación y restos de las casas que una vez fueron construidas ahí, la mujer siguió metros más adelante, cuando alcanzó a escuchar la detonación de dos disparos, por eso detuvo su marcha y se regresó asustada, pidiendo que no les hubiese pasado nada a sus seres queridos.
Pero ante la angustia, “volví a entrar porque no quería creer que fueran ellos”, sostuvo la mujer, mientras se limpiaba sus manos.
Al cabo de 20 minutos, sacó fuerzas y volvió, pues necesitaba saber de Mayker y Juan. Al ingresar, unos metros más adelante, observó a dos personas tiradas.
Con tristeza y pánico se acercó un poco más, evidenciando que eran ellos, su esposo y suegro, quienes tenían las manos amarradas. Cada uno de ellos tenía un disparo en la cabeza.
Buscando respuestas
“Yo no me explico por qué, mi esposo era una persona que cualquier cosita me decía, cualquier problema y nunca me dijo nada”, explicó la joven.
Y repitiendo una y otra vez, “Yo no me explico por qué”, intentaba buscar una respuesta, que los policías que estaban en el lugar no podían darle.
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Con las pocas fuerzas que le quedaban, corrió al CAI del Escobal y avisó a las autoridades que sus familiares habían sido asesinados.
Inmediatamente, la Policía y uniformados del Grupo de Operaciones Especiales (GOES), acompañados por un grupo de militares, se adentraron en la trocha para acordonar la zona donde quedaron los cadáveres.
Minutos más tarde llegaron más policías, pero esta vez con unos perros para lograr establecer que en la zona no había explosivos.
Más tarde, la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) pudo ingresar para hacer la inspección en la escena y el levantamiento de los cuerpos.
Este paso informal, según versiones, sería transitado por el Ejército de Liberación Nacional (Eln) y frecuentado por un grupo del Tren de Aragua.
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