La lucha para comprar el carro, que sería el medio de sustento para su familia, fue muy grande para Gamadiel Millán Blanco, pero tristemente todo eso quedó reducido a cenizas el 7 de mayo de 2022, a las 8:50 de la noche, cuando un desconocido le prendió fuego al taxi.
Se conoció que el hombre le entregó su vehículo Chevrolet Spark, de placas SPY-374, a un chofer turnador para que lo trabajara de noche. Pues él solo lo manejaba de día.
Pero aquella noche, el conductor recogió un servicio en la calle 9 con avenida 6, en el centro de Cúcuta.
Luego de empezar el recorrido, el pasajero le pidió al conductor que lo llevara a la calle 19 con avenida 11, del barrio Camilo Torres. Al llegar, un motorizado los alcanzó y sacó un arma de fuego para amenazar al taxista, el pasajero sería cómplice.
De repente, los delincuentes sacaron una botella plástica en la que llevaban gasolina y sin importarles que dentro del vehículo estuviera el chofer, regaron el combustible por todo el taxi y después le prendieron fuego. El taxista resultó gravemente herido.
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¿Qué ha pasado?
Desde que sucedió el hecho, a Millán Blanco, nadie le responde por su taxi, ni la empresa a la que lo tenía afiliado.
“Desde que empezó el proceso, no ha pasado nada, como no tenemos dinero para un abogado, todo quedó ahí y nadie nos ha respondido por el taxi”, aseguró el dueño del vehículo.
Desde el incidente que ocurrió hace dos años, por no pagar una ‘vacuna’, a la familia nadie le ha podido reponer el carro, con el que buscaban la ‘papita’ para su hogar.
Meses después del tremendo susto que se llevaron y con el carro en pérdida total, los responsables del hecho fueron capturados y de acuerdo a las autoridades, harían parte de la disidencia del Frente 33 de las Farc.
A los hombres, los habrían relacionado con otros casos consecutivos en la quema de varios taxis, entre esos, el de Gamadiel Millán.
No les dan respuesta
“Después de lo que pasó, fuimos a pedir ayuda a la empresa o que nos asesoraran. En un primer momento nos dijeron si, les vamos a colaborar, esperen un momentico y llevamos el carro allá, pero ni mi suegro ha podido retirar los carros que tienen ahí”, aseguró Gamadiel Millán.
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Para la familia, que para el 2022 llegó de Bogotá, con ganas de establecerse en Cúcuta y trabajar, ese hecho violento se ha convertido en dos años de odisea. Seis meses llevaban de estar pagan el taxi, cuando lo quemaron.
Como ellos no tenían vida crediticia, la suegra del hombre dijo ayudarles para que lograran sacar el taxi a crédito y poco a poco ir pagándolo.
“Cuando fuimos a sacar el crédito para el carro, nosotros no teníamos vida crediticia, pero entonces mi suegra dijo que nos colaboraba, que ella nos servía de fiadora y quedó prácticamente como la dueña del carro y nosotros firmamos ese documento de que si en dado caso algo sucediera, el carro nos pertenecía y que pasados los cuatro años, el taxi pasaba a nombre de nosotros”, sostuvo el hombre.
Pero, según ellos, días después de lo sucedido, la mujer falleció y cuando creyeron que tal vez la deuda iba a morir también, como ella era la que figuraba en el crédito, pues no fue así.
“Cuando estábamos en el velorio de mi suegra, que tan solo fue 10 días después de lo sucedido, a mi esposa le pidieron una fotocopia del acta de defunción, suponemos que para cobrar el seguro. Desde entonces yo sigo con la deuda congelada, pero todavía la tengo”, añadió la víctima.
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Y la historia no se detiene en solo la deuda. Cada vez que la familia intenta contratar un defensor, según Gamadiel, “extrañamente cada abogado que está dispuesto a ayudarme, con el tiempo se va”.
A su vez, en la empresa nunca les garantizaron una respuesta clara. Asimismo, ni lo que quedó del vehículo se los entregaron: “El carro yo lo vi solo ese día, desde entonces no sé nada más”.
Como una estrategia para retomar su trabajo y solventar la deuda, el hombre sugirió liberar el cupo para sacar otro carro y seguirlo pagando, “pero me dijeron que no se podía hasta que no se resolviera el problema. Y así van, han pasado dos años y no hay solución”.
Las secuelas de la violencia
El chofer del taxi esa noche, casi muere y porque el cinturón de seguridad no le dejó salir del carro.
Debido a esa situación y a la larga recuperación, pues por las quemaduras, tuvieron que llevárselo para Bogotá, ahora él no puede trabajar de la misma manera.
Las marcas que quedaron en su brazo izquierdo le recuerdan todos los días ese momento de pánico, donde creyó que moriría.
Él es uno de los 15 conductores víctimas de ese entonces, cuando la oleada violenta atemorizó a Cúcuta.
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