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Petróleo en Las Mercedes
Historia contemporánea.
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Sábado, 15 de Abril de 2023

La concesión para la explotación petrolera que se le concedió al general Virgilio Barco en 1920, luego de algunas dificultades, logró comenzar su proceso de perforación con el pozo ORO-1 en 1930. Al año siguiente, se expidió la Ley 80 y la Concesión, que se llamó Barco en un principio, fue cedida a la COLPET. Esa compañía realizó grandes esfuerzos para expandir sus actividades extractivas, razón por la cual, en 1933, encontró abundantes yacimientos en la zona que, por ese motivo, se le dio el nombre de Petrólea.

Los buenos resultados indujeron a la COLPET a continuar sus acciones exploratorias por los alrededores. Aunque las técnicas de la época no eran lo suficientemente certeras para lograr el éxito que permitiera encontrar el preciado ‘oro negro’, los indicios conocidos por las referencias de los pobladores de la región alertaban a los conocedores sobre la posibilidad de hallar lo que se buscaba. Así pues, en 1936, la petrolera inició lo que sería el primer intento en perforar un pozo en una zona relativamente apartada de su centro de operaciones, aunque dentro de los límites de la concesión.

La ‘Colombian’, como la llamaban cariñosamente todos los habitantes de la región, se aventuró a buscar el lugar que consideraron el más apropiado, el que tenía la mayor probabilidad de tener en sus entrañas el líquido negro y viscoso que buscaban y su decisión recayó sobre las cercanías de un municipio cercano, Sardinata, específicamente en el sitio conocido como Las Mercedes, allí fueron, se instalaron y comenzaron los trabajos previos, no sin antes planificar de manera seria como es la costumbre en estas empresas, los trabajos que augurarían como premio, el acierto deseado.

No era costumbre entonces, publicitar las actividades de las empresas, sobre todo las extranjeras, cuando emprendían acciones para su beneficio, pero dado que la operación que comenzaba iba a beneficiar una buena parte de la población de la zona, la COLPET decidió ‘inaugurar’ la primera etapa de perforación del pozo que llamaron ‘Las Mercedes’, convocando un grupo de personalidades, entre los cuales estaban reputados periodistas de Bogotá y Cúcuta, figuras políticas y empresariales de la región y funcionarios del Ministerio de Minas, para que asistieran a la puesta en marcha de las operaciones de perforación de ese primer pozo.

Citados en las primeras horas de la mañana, un lluvioso día de abril retrasó el inicio del vuelo del avión de la compañía, al punto que por un instante se pensó sería suspendido, lo que no ocurrió pues a eso de la media mañana, con el cielo despejado, procedieron a embarcarse en el aeropuerto de Cúcuta para emprender el corto vuelo hacia Tibú, un trayecto que se recorría en menos de media hora.

Subieron a la aeronave, el secretario de Obras Públicas del departamento, ingeniero Gustavo Lozano Cárdenas acompañado del doctor Rafael Espinosa, abogado de la empresa petrolera. El jefe del ejército del Norte de Santander, el coronel José de Jesús Guzmán Aldana, estuvo asediado durante el vuelo por los periodistas Bernardo Ramírez Pineda, corresponsal del Diario de la Frontera y propietario de Foto Deportes, y Ramiro Andrade otro comunicador venido desde la capital de la república para cubrir el evento. Asistiendo al grupo estaba mister Bowen, gerente y vicepresidente de la petrolera, quien fungía como superintendente de campo para la operación que se desarrollaría. A su llegada a Tibú, los esperaba otro mister, el señor Crawford, quien les mostraría las instalaciones. El campamento que se había levantado algunos años antes estaba integrado por 24 pabellones dotados de todos los servicios esenciales, tan bien dispuestos que todo el mundo encuentra lo que necesita en cualquiera de ellos.

Luego del recibimiento y acomodados en sus respectivos alojamientos, los invitados se prepararon para salir, al día siguiente, rumbo a las instalaciones del pozo que sería inaugurado. Al grupo venido de Cúcuta, se unió el ingeniero Moncada, inspector de Petróleos de Tibú. El desplazamiento hasta el sitio de la perforación se efectuaba por un carreteable, más parecido a un camino de herraduras, con el agravante que con las lluvias que estaban cayendo, incluido el día presente, el camino era un verdadero lodazal, además la compañía tuvo que construir puentes sobre los tres ríos que había que cruzar para llegar al lugar, los ríos Tibú, Nuevo y Catatumbo, así que después de más de dos horas llegaron, sanos y salvos a su destino.

 La inauguración consistía simplemente en explicar brevemente la operación y poner en marcha el taladro y con mínimos detalles técnicos. Instalados en una tarima al pie de la torre de perforación, el ingeniero Ospina Racines, comenzó por explicar lo que era la ‘broca’ para el taladro y cómo ‘centralizaban’ la perforación, lo que les permitiría perforar unos diez mil pies, profundidad a la que esperaban hallar petróleo. Los acuciosos periodistas hacían preguntas con insistencia para poder comunicar a sus lectores los detalles de tan interesante maniobra; una de esas preguntas fue ¿cuánto tiempo demora el petróleo en salir? El joven ingeniero sonríe ante la ignorancia periodística y responde, ‘unos ocho a diez meses’ que es el tiempo que tarda el taladro en alcanzar la profundidad calculada, pues es necesario analizar tramo por tramo a medida que se vaya profundizando. En relación con los trabajadores que allí laboraban, preguntaron, cómo era el tratamiento que se les daba en cuanto al horario de trabajo, pues se observaba que no tenían campamento. La respuesta fue que las cuadrillas trabajaban en tres turnos de ocho horas, que eran trasladadas día y noche. Terminada la explicación, se encendieron los aparatos que movían el taladro poniendo en marcha el operativo.

Estuvieron en el campo por más de hora y media, debido al azote constante de la lluvia, más que observando lo que iba sucediendo a medida que avanzaban los trabajos. Pasado el mediodía, iniciaron el viaje de regreso, no sin antes tener que desatorar del barro alguna de las camionetas en que se trasportaban los visitantes. Llegados a Tibú, los esperaban para una celebración de despedida, en la que mister Bowen agradecía su presencia en el campamento.

El vuelo de regreso, según cuentan los periodistas estuvo al mando de uno de los mejores pilotos de la compañía, toda vez que sólo demoró menos de veinte minutos. La gente de Bogotá, esperó pacientemente la llegada de los aviones que los llevarían a la capital y con un “buen viaje, caballeros” fueron despedidos.

Redacción
Gerardo Raynaud D.
gerard.raynaud@gmail.com

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