El clavo de olor, considerado la piedra preciosa de los siglos XV y XVI, despertó la avaricia de los imperios. Miles de hombres perdieron sus vidas al intentar poseer un puñado de ese alimento exótico que, para entonces, se decía curaba la peste, generaba aromas para finos perfumes y se intercambiaba por mansiones.
Hoy se utiliza como ingrediente de cocina en América, cigarrillo en Indonesia, en el incienso de China y Japón, en el sahumerio judío y en la medicina ayurveda de India.
El clavo está ligado a la fantasía del origen de las islas Molucas, hoy parte de Indonesia y cuyo nombre tiene raíces árabes. Significa “lugar de los reyes”. Allí, existía la leyenda de Bikusigara, un anciano navegante de Bashan que encontró cuatro huevos de serpiente en una costa, debajo de arbustos de flor blanca. De allí salieron tres varones y una hembra: el rey de Bashan, el rey de los papúes, el rey de Butung y Banggai y la esposa del rey de Loloda, gobernantes en los únicos islotes donde crecía el precioso clavo de olor y la tan escasa nuez moscada.
La existencia de esos cultivos custodiados por el ímpetu del océano Pacífico occidental despertó la rivalidad en ultramar entre Castilla y Portugal. El tratado de Tordesillas, en 1494, entre el rey Fernando II de Aragón y la reina Isabel I de Castilla, por una parte, y el rey Juan II de Portugal, por otra, permitió el reparto de las zonas de navegación justo cuando se estaban dividiendo el mundo. Sabían que era redondo, pero no qué tan grande era y tampoco en qué parte estaban las islas de las especias en relación al meridiano ubicado a 370 leguas del oeste de las islas de Cabo Verde, en lo que luego sería Brasil.
Mientras Lisboa se convertía en la base del comercio de especias del viejo continente, Castilla quería oler de cerca el clavo. Ese anhelo llevaría a un grupo de marineros a realizar la insospechada primera vuelta al mundo.
Hoy, en algunas de los 8 millones de páginas de la Casa de Contratación y del Consejo de Indias, se revela el destino de los expedicionarios que buscaron el tesoro. Historiadores han reconstruido el pasado a punta de escritos de los tripulantes de las naos (embarcaciones) y, en este momento, en el Archivo General de Indias, en Sevilla, está abierta la exposición conmemorativa del quinto centenario de esta gesta.
El sueño de Magallanes
El 10 de agosto de 1519, los océanos eran vías de comunicación y el portugués Fernando de Magallanes se lanzó en la búsqueda de la primera ruta de navegación por el oeste hacia las islas de las Especias.
Era un militar que había participado en la campaña portuguesa en el norte de África y en la conquista de Malaca, en Indochina. Presentó su plan al rey Manuel I de Portugal, pero al no obtener su atención, lo mostró a Carlos I, quien de la mano de banqueros lo patrocinó.
Se trataba de una jugada comercial y diplomática, no política o bélica. Era mandato real no pasar por rutas portuguesas y volver por el mismo camino. No ocurrió.
Cientos de páginas, en castellano antiguo, detallan las herramientas para reparar el barco, la comida, los cálices, las armas e incluso los relojes de arena de cada embarcación. Así como la cifra de maravedí (moneda española) que se pagó. Cinco barcos llevaban la carga y el arreglo de cada uno costó 900 maravedís, cuando, en promedio, 100 cobraba un marinero al día. Por lo tanto, el viaje que debía comenzar en 1518, sin los recursos necesarios, se retrasó un año.
Santiago era la nave más pequeña; Victoria, la que dio la vuelta al mundo; Concepción, la destruida al quedar sin sus tripulantes para evitar que la aprovecharan sus enemigos; La Trinidad, la capitana en la que estaba Magallanes; y San Antonio, la más cargada, que se da la vuelta en determinado momento del viaje. Un modelista naval tardó 8 años documentándose para mostrarlas en la exposición.
Existe también el listado de cada contratación con sueldo, nombre, afiliación y lugar de origen. Fueron 245 personas, sobre todo andaluces y vascos, y una representación pequeña de italianos y portugueses. Había marineros, lombarderos (artilleros), grumetes (niños aprendices del oficio), pajes, capitanes y criados.
Paso bioceánico
Muy rápido Magallanes incumplió las reglas del rey. Después de Tenerife, en cambio de ir hacia el oeste, tomó la ruta a África (de los portugueses) y no compartió la información con su equipo. En las bitácoras no hay registro de su posición hasta llegar a Santa Lúcia, en Brasil, cuando tiene su primer contacto con los indígenas de Tapirapé.
Así, las zonas de calma marina llevaron al ocio, al descontento; y Juan de Cartagena (posible hijo ilegítimo del arzobispo de Burgos Juan Rodríguez de Fonseca, presidente del Consejo de Indias) lideró un motín que no resultó a su favor y quedó al mando Álvaro de Mezquita, primo del capitán general.
Pasaron por el Río de la Plata, en aquella época terreno de caníbales, y al detectar agua dulce Magallanes decide bajar más al sur, a la Patagonia. Llega el otoño austral. Para entonces tres capitanes se habían revelado: Gaspar de Quesada, de la Concepción; Luis de Mendoza, de la Victoria; y Cartagena. Magallanes envió a su alguacil Gonzalo Gómez de Espinosa supuestamente a negociar, pero en realidad era una emboscada en la que asesinan a Mendoza, acusado de traición y luego descuartizado. Juan de Cartagena y el clérigo Pedro Sánchez de la Reina son abandonados en la Patagonia.
Fueron condenados a muerte 40 hombres, pero es imposible prescindir de ellos y seguir navegando, así que los perdonan. El viaje continúa.
Llegó la tormenta y la carabela Santiago encalló. Sus tripulantes fueron distribuidos en las restantes para avanzar hacia el paso marítimo localizado en el extremo sur de Chile, el principal entre los océanos Pacífico y Atlántico, nunca antes transitado por los humanos, al que Magallanes llamaría “Estrecho de todos los Santos” y que hoy se conoce como el Estrecho de Magallanes. No es un canal fácil, tiene vientos en contra y la navegación es complicada. Esteban Gómez, de la San Antonio, se subleva y decide regresarse a Sevilla. Avisa de la desobediencia de Magallanes al rey y en consecuencia dejan de recibir pensión la esposa e hijo del capitán general.
Una historia de codicia
Para el 28 de noviembre ya no había sitio para que durmieran los marineros, pero no se detuvieron. Historiadores presumen que la neblina ocultó la costa chilena y como se sabía que Las Molucas estaban a la altura del Ecuador, aun desconociendo el tamaño real de la Tierra, continuaron hacia el norte. Esta travesía del Pacífico duró 99 días.
El mal cálculo hace que se acabe el alimento, hasta el biscocho (pan horneado dos veces). Ya no hay fuente de vitamina C, útil para el tejido conjuntivo del cuerpo. Se rompen las arterias, hay hinchazón y debilidad. Solo se consumía serrín, agua podrida y el banquete era el cuero de mástiles cocinado y las ratas. El vino, importante para el ánimo y muy usado como antiséptico era lo mejor conservado.
No disminuían los síntomas del escorbuto: hemorragia interna y desnutrición, que llevaron a algunos a la muerte. ¿Y quién revisaba a los enfermos? El barbero, que lo solucionaba todo. La cura más documentada consistía en pisar tierra firme, pero entonces lo único que respiraban era el aire que soplaban suaves vientos alisios en el mar, por lo que Magallanes nombró Pacífico a ese océano. Con los años y gracias a estudios climatológicos se sabría que la tranquilidad marina obedecía a Fenómenos del Niño consecutivos.
Solo quedaban tres naves. Magallanes tenía su mente enfocada en hacerse a dos islas estipuladas en su contrato y eso lo llevó a Filipinas, una zona que según el tratado le pertenecía a Portugal y que en ese momento no se llamaba así. Su nombre lo daría Felipe II, tres décadas después. Magallanes llegó el 16 de marzo de 1521 al archipiélago que llamó San Lázaro, descubierto el día del santo, y decidió entrar en conflictos locales. En la isla Cebú logró la cooperación de Rajah Humabon, más tarde bautizado como Don Carlos, y se enfrentó a Lapulapu, un datu o monarca de la isla Mactán, que es considerado hoy héroe de las islas porque mató a Magallanes en batalla usando flechas envenenadas.
De aquella visita queda el regalo de un Niño Jesús, que hoy se encuentra en la Basílica de Cebú y la cruz católica colocada por los españoles.
Luego de la derrota, Humabon conspira para acabar con los españoles que quedan. Invita a la plana mayor (entre ellos al escritor Duarte Barbosa) a comer un banquete y hombres armados los masacran. La tripulación que se mantiene viva quema la neo Concepción y deja al frente de la expedición al piloto Juan López de Carvalho.
Al otro lado del mundo
Trinidad y Victoria comenzaron a vagar por el mar. Al no encontrar el rumbo a Las Molucas incluso secuestran pilotos locales para que los orienten. Con esa actitud errática están perdidos, sin capitanes ni víveres y enfermos. Se vuelven piratas.
Juan López de Carvalho se queda con las mercancías y no las comparte con los marineros, así que lo destituyen y eligen a los españoles Juan Sebastian Elcano, a cargo de Victoria, y Gonzalo Gómez de Espinosa, como capitán general. La armada era dirigida por ellos y por el maestre genovés Juan Bautista.
Ahí, por primera vez, tienen acceso a la cámara secreta de Magallanes y a los mapas con el objetivo del viaje. Retoman las órdenes originales.
El 8 de noviembre de 1521 llegan a Tidore, isla de las especias y de tierra volcánica. Son magníficamente acogidos por su comercio. Por ejemplo logran cambiar 186 kilos de clavos por paño rojo, hachas y cuchillos. Así era el rescate o trueque.
Los marineros cargaron las naves de clavo y dispusieron su regreso a Castilla. Cualquier decisión equivocada traería largo tiempo de remordimiento. El 18 de diciembre, Trinidad y Victoria se hacen a la mar. Sin embargo, Gonzalo Gómez de Espinosa se da cuenta de que su barco tiene problemas, se regresa, necesita larga reparación y ni siquiera los buzos logran encontrar el origen de la grieta. Definen que La Victoria no tenga más demora, pese a que estaba consumida por la broma, molusco que se comía la madera. La despedida es dura con lágrimas y cartas para las familias.
Juan Sebastián Elcano, quien empezó como maestre (segundo a bordo) y embarcado en esta travesía para suplir sus problemas financieros, quien además desconocía el camino de vuelta, define navegar hacia el oeste por las rutas conocidas de los mares portugueses, bordeando África.
Así llevó a buen puerto la nave en septiembre de 1522 junto a 17 sobrevivientes. Por el sentido de la rotación terrestre un día se perdió. En aquella época lo único que se medía era la latitud norte sur, no era posible medir la longitud terrestre, eso se lograría con reloj mecánico, gracias a su inventor John Harrison, en el siglo XVIII.
Al barrio Triana, de Sevilla, donde se diseñan los tradicionales azulejos, con el color ocre albero, que viene de la roca sedimentada usada en el ruedo de las plazas de toros, llegaron los primeros hombres que le dieron la vuelta al mundo. Eran marineros, al borde de la muerte todos los días. Saltaron descalzos del barco y llegaron, con cirio en mano, a rezar frente a Nuestra Señora de la Victoria, como agradecimiento por traerlos de vuelta.
Con la llegada del segundo barco, más pequeño, se pagó la expedición: 8 millones de maravedís y se ganó un 5 %. Así que se montó otra, la de García Jofre de Loaísa y fue en esta, en 1526, a bordo de la nao Santa María de la Victoria cuando Juan Sebastián Elcano encontró la muerte en el Pacífico. Para entonces ya sabíamos cuán grande era el mundo.
En definitiva
Esta expedición, motivada por los clavos de olor de las Islas de las Especies, hizo que 245 tripulantes buscaran sobrevivir y despertó liderazgos que cambiaron la historia de los mares para siempre.
*Invitación de la Consejería de Turismo de España en Colombia (Turespaña) y de Sevilla Turismo (www.visitasevilla.es) @sevillaciudad