A sus 35 años, Elías Alexander Díaz Peña, más conocido como Alex Díaz, ha recorrido una ruta de esfuerzo y música que empezó en La Guajira, pasó por Ureña y terminó, al menos por ahora, en la calurosa capital de Norte de Santander.
Desde hace más de cuatro años, este cantante de vallenato, criado entre versos y acordeones, se ganó un lugar especial en la escena musical cucuteña, llevando en su voz las raíces del folklore y la emoción de quien ha vivido lo suficiente como para cantarlo con verdad.
“Viví momentos clave de mi carrera en Venezuela. Allá empecé cantando en los buses”, recordó Alex, evocando aquellos inicios humildes, pero decisivos, que lo forjaron como artista.
La historia de este joven guajiro está profundamente marcada por su conexión con los grandes del vallenato: luego de la muerte del Cacique de La Junta, Diomedes Díaz, Alex fue la voz líder de una agrupación compuesta por músicos de la vieja escuela como Tito Castilla, Giovanni Caraballo e Isaac Carrillo, y dirigida por el reconocido presentador Jaime Pérez Parodi.
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Su camino también lo llevó a compartir tarima y estudios con reconocidos acordeoneros como Wilmer Mendoza -hijo del legendario Colacho Mendoza- y el maestro Rey Vallenato Iván Zuleta.
Con ellos, grabó temas como ‘Miriam’ y ‘No vuelve a pasar’, piezas que hoy forman parte de su repertorio como testimonio de su paso por el vallenato clásico, ese que tanto admira y defiende.
Pero el destino le tenía preparado otro capítulo: el de solista y compositor. Tras separarse de La Gente de Diomedes, el artista decidió lanzarse al ruedo con canciones propias, nacidas de sus vivencias y emociones.
Una de ellas, ‘Mi buena madre’, es su más reciente éxito. En menos de una semana desde su publicación, ya suma más de 50 mil reproducciones, y su mensaje toca fibras sensibles en oyentes de Colombia y el exterior.
“Esta canción originalmente iba a ser de música popular”, confesó Díaz. “Pero por cosas de Dios, no se dio en ese momento. Entré en crisis, quería grabarla y no podía. Hasta que un amigo me dijo: ‘yo te doy el dinero para que la grabes’. Llamé a un productor de vallenato, la adapté y en menos de 12 horas ya tenía miles de reproducciones”.
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‘Mi buena madre’, grabada en Valledupar y Cúcuta, es un homenaje sentido al ser que nos da la vida. Más allá de un sencillo para el Día de las Madres, el cantautor la describe como una canción que invita a valorar a las madres en vida, antes de que sea tarde.
Y aunque su estilo está siempre arraigado en el vallenato, el artista no descarta explorar otros géneros: tiene escritas 12 canciones de corte popular, aunque teme que el público lo critique por alejarse del sonido que lo caracteriza.
“Cúcuta me ha dado muchísimo. Aquí he encontrado un público que sigue mis canciones, me ha bendecido como artista y como persona. Agradezco profundamente a esta plaza que me ha recibido con los brazos abiertos”, aseguró Alex, quien canta en distintos bares, discotecas y eventos privados de la ciudad.
Detrás de cada presentación está su esposa, quien funge como su mánager, vestuarista, administradora y motor emocional.
“Ella hace absolutamente todo. Yo solo me dedico a cantar. Más allá del respaldo profesional, lo que tengo con ella es lealtad, amor y respeto”, afirmó con orgullo.
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De cara al futuro, el cantante ya trabaja en un nuevo álbum que podría incluir entre ocho y diez temas.
Mientras tanto, disfruta del éxito de ‘Mi buena madre’, una canción que, según él, nació de un momento profundamente personal: el duelo que su esposa atraviesa por la ausencia de su madre.
“Cada vez que la veo en el cementerio llorando, me parte el alma. Uno que la tiene viva, a veces no la valora. Por eso decidí escribir esta canción, por ella, por mi madre y por todas las madres del mundo”, confesó.
Para Alex Díaz, el vallenato no solo es una herencia cultural, sino una herramienta para contar historias reales, de amor, nostalgia y gratitud.
“Hay compositores que escriben por escribir, pero yo escribo desde lo que siento. ‘Mi buena madre’ es una canción con alma, no con estrategia”, enfatizó.
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Y es que, en tiempos donde lo viral parece tener más peso que lo verdadero, el artista apuesta por canciones que nacen desde el corazón.
Desde los buses venezolanos hasta los estudios de grabación en Cúcuta, su voz se alza como una promesa firme del vallenato romántico y sincero, ese que no se canta solo para entretener, sino para conmover.
“Mientras tenga algo que decir con el alma, seguiré haciendo música”, concluyó. Y su voz, que ya empieza a consolidarse como una de las más queridas en la frontera, promete seguir cruzando corazones por donde quiera que suene.
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